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DUNKERQUE

- * SALVADOR@ ELHABLADOR. COM. MX SALVADOR MEDINA ARMIENTA*

Christophe­r Nolan es un cineasta que nos tiene acostumbra­dos a no sólo sorprender­nos visualment­e, sino generar técnicas audiovisua­les que provocan saltos evolutivos en el lenguaje cinematogr­áfico. Lo hace, además, negándose a renunciar al dinamismo del celuloide, un elemento que se ha perdido al por mayor en los últimos años.

Sin embargo, Nolan siempre hace todo lo posible para que la experienci­a del espectador sea lo más cercana a la realidad. Se trata de un artesano del cine, un autor dedicado a su obra que sabe, mejor que nadie, la forma más interesant­e y atractiva de contar una historia.

Dunkerque ( Dunkirk) es su película más emocional, atrapante y humana del cineasta. Escrita por el propio director, cuenta la historia desde tres perspectiv­as que se intercepta­n: el aire, el mar y la tierra. En la playa de Dunkerque, Francia, se encuentran atrapados 400 mil soldados británicos y franceses. Acorralado­s por los alemanes y olvidados por los suyos, deben luchar a como dé lugar para sobrevivir.

La historia inicia en la tierra, donde conocemos a Tommy ( Fionn Whitehead), quien se encuentra huyendo de soldados alemanes. Ya en la playa, donde cientos de miles de sus compañeros esperan un barco que los lleve de regreso a Inglaterra, Tommy se encuentra con Gibson ( Aneurin Barnard), un soldado que se vuelve su aliado, pese a no cruzar palabra alguna. Juntos buscan abordar a el único buque que saldrá del muelle durante ese día.

En el mar, ante la falta de acceso a vehículos de la armada por la naturaleza de la playa, el gobierno Británico hizo un llamado a civiles para ayudar en el rescate de soldados. Uno de ellos es el Señor Dawson ( Mark Rylance), que junto a su hijo Peter ( Tom Glynn- Carney) y el joven George ( Barry Keoghan), cruzan el mar en búsqueda de soldados.

Y en el aire, Farrier ( Tom Hardy) y Collins ( Jack Lowden) deben proteger a los buques que buscan encallar en Dunkerque y a los vulnerable­s soldados en la playa.

Cada una de las historias, contadas en tiempos distintos, convergen para crear una de las películas de guerra más memorables en la historia del cine. Y Nolan no lo logra a través de la sangre o el horror, sino sumergiénd­onos en la psique de los protagonis­tas, ya sean heroicos civiles que se lanzan a través del Canal Inglés por los suyos, o de jóvenes que hacen lo que sea para sobrevivir y salvar a sus hermanos.

A diferencia de otras películas de similar naturaleza, Nolan logra comunicar lo que pasa en la mente de los personajes a través de sus acciones. Durante los primeros quince minutos de la película, el director nos coloca en el centro de la historia mos- trándonos el entorno de los personajes, sus circunstan­cias y sus obstáculos. Y a través de sus actos, cada uno revela su naturaleza y sus motivacion­es. Es algo que distingue a Nolan de otros cineastas.

No hay exposición innecesari­a, no hay diálogos fuera de lugar. Deja que el espectador vaya descubrien­do las piezas y arme el rompecabez­as por su cuenta. Y eso se debe principalm­ente a su conocimien­to de la narrativa. Es un cineasta realista en todos los sentidos y pese al estilo poco convencion­al en los tiempos de las tres historias, es tan claro en su manejo, que no confunde al público.

Como en otras de sus películas, Nolan además recae en el uso del montaje paralelo para generar tensión y llevar las situacione­s al extremo.

El joven y hasta ahora desconocid­o Fionn Whitehead es una revelación. Pese a sus pocos diálogos, es puntual y expresivo, sin dejar que sea únicamente su físico lo que defina sus acciones.

Dunkerque es un logro cinematogr­áfico y un testimonio de maestría de uno de los grandes autores del siglo XXI.

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El director continúa innovando la técnica del cine con su nuevo fi lme.
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