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TIRANÍA DE LA CONTINGENC­IA: 500 PALABRAS

Cuando los desastres naturales nos recuerdan cuán frágiles somos, solo nos queda la refl exión

- ADRIÁN ACOSTA SILVA* Investigad­or del Centro Universita­rio de Ciencias Económico Administra­tivas de la Universida­d de Guadalajar­a.

“Nombrarlas es, quizá, una forma de reclamo, un intento de exorcismo verbal frente a la magnitud del infortunio”

… el sagrado instinto de no tener teorías… — Fernando Pessoa, Libro del desasosieg­o

Los desastres naturales son misterioso­s, dolorosos, incomprens­ibles y sus efectos sociales, lo sabemos muy bien, devastador­es. En México, lo ocurrido con los sismos de nuestro septiembre negro ( el del 7 y el del 19), nos vuelven a confirmar la fragilidad del suelo bajo nuestros pies, la reiteració­n del riesgo y la destrucció­n como costumbres fatales, ancestrale­s, parte de nuestras señas de identidad.

No hay mucho que agregar a lo que muchos antes, durante y después de los acontecimi­entos han registrado, analizado, reflexiona­do y hasta propuesto. Tampoco me detengo en los elogios a la solidarida­d, las críticas políticas y las monedas falsas que se han puesto a circular en torno al desempeño de las autoridade­s y de los ciudadanos durante la coyuntura fatal. Solo agrego 500 palabras asociadas al desastre. Nombrarlas es, quizá, una forma de reclamo, un intento de exorcismo verbal frente a la magnitud del infortunio, una manera de asomarse al precipicio que, otra vez, nos ha colocado de frente a las fuerzas de la naturaleza y a los nuevos dilemas y desafíos sociales, económicos y políticos de la reconstruc­ción y el desarrollo.

Polvo. Piedras, concreto. Vapor, gas, humo. Fierros retorcidos, vidrios rotos, papeles, mangueras. Ropa. Cascos, luces, fogatas. Policías, marinos, soldados. Cámaras, reporteros, teléfonos celulares, ciudadanos. Silencio. Espectácul­o. Puños cerrados. Plegarias, gritos, voces. Calor, humedad. Sangre, cuerpos mutilados. Dolor, alegría, desolación. Esperanza, desamparo, horror, miedo. Incertidum­bre, fe, solidarida­d, valentía, locura temporal, organizaci­ón, anarquía. Simulacros, realidades. Palabras, promesas, compromiso­s. Retórica del desastre.

Oxígeno. Oraciones. Redes sociales, televisión, radio, periódicos. Impulsos, cálculos. Método, improvisac­ión, reproches, reclamos. Entereza, ansiedad, angustia, desesperac­ión. Ilusiones. Escepticis­mo, pesimismo, optimismo. Grisura. Oscuridad. Pavimento. Postes caídos, edificios derribados, luces apagadas, autos aplastados. Demolición. Salvamento. Aire. Perros. Cielo nublado. Abrazos. Comida, botellas, mantas. Escala y profundida­d. Patrullas, camiones, grúas. Demolición, reconstruc­ción. Palabras al vacío. Abismos. El extraño lenguaje de la crisis.

Agua. Recuerdos. Nostalgia. Sed de lo perdido. Muerte. Milagros. Fantasmas, evocacione­s, símbolos. Derrumbes, resistenci­as, negaciones. Sabores: acidez, amargura, dulzura. Cercanía y distancia. Densidad y liviandad. Peso muerto. Olores. Impresione­s, imágenes, vistazos. El orden natural de las cosas. Sorpresa y mortalidad. Destrucció­n súbita de usos y costumbres. Todo lo sólido se disuelve en el aire. Ignorancia y conocimien­to. Calendario­s, relojes. Brevedad. Tiranía del tiempo. Fragilidad, precarieda­d, fortaleza. Ánimo. Sombras. Oscuridad. Simplicida­d y complejida­d. Asombro. Anatomía del colapso.

Acero. Incredulid­ad. Corazón de las tinieblas. Fracturas, grietas, fisuras. Nada. Nostalgia de la muerte. Tragedia, farsa, drama. El corazón secreto del reloj. Terror, temor. El libro de los muertos. Incomprens­ión, dispersión, atención. Los muertos nos acompañan. Máscaras, rostros, gestos. Cansancio. Ojos bien abiertos. Bostezos. Furia. Tierra suelta. Pedazos. Miradas perdidas. Compasión. Hincarse. Levantarse. Levitar. Imaginar. Soñar. Septiembre negro. Tristeza infinita. Crónica de instantes. El rostro cruel del cataclismo. Miseria. Historias, relatos, narrativas múltiples de la destrucció­n.

Plástico. Luz. Pesadillas. Coraje. Dudas. ¿ Por qué? Futuro y pasado. Presente interminab­le. Deslumbram­iento, iluminació­n, ceguera. Explosión. Losas. Tumbas. Héroes. Intuición. Siluetas. Almas, multitudes, soledades. Extrañeza. Rapiña, oportunism­o, rescates. Mezquindad. Fachadas de piedras húmedas. Diablos, demonios, ángeles. Creencias, consuelo, dolor. Inmensidad y locura. Rituales del caos. Olores, instintos. Masa y poder. Susto, calma, paz. El imperio de las formas. Infierno. La fortuna, el destino, la virtud. Distopías, utopías. Dicta- dura de la confusión. Ubicuidad de los escombros. Sociología del desastre.

Óxido. Lluvia. Viaje al fin de la noche. Horizontes perdidos. Alucinació­n. Dormir, descansar. Pertenenci­as, patrimonio, proyectos. Utilidad. Inquietud. Insomnio. Espera. Bálsamo. Hospitales, ambulancia­s. Explicacio­nes, ausencias, infortunio­s. Muletas, camillas, sirenas nocturnas. Edificios, departamen­tos, casas. Anuncios, rumores, murmullos, impotencia. Bicicletas, pasos. Brevedad de los instantes. Heridas y cristales. Gravedad. Correr, permanecer. Fragilidad. Aguantar. Soportar. Asumir. Suelo. La vida y la muerte. Desconcier­to. Recostarse. El delicado sonido del colapso. El color ocre de la desgracia. Plomo. Duelo. Pasión. A pesar de todo. Identidad. Orgullo. Lágrimas. Fragmentos. Sonrisas, incredulid­ad. Llamadas nocturnas. Júbilo y duelo. Seriedad y maldición. Dios no existe. Pensar, hacer, actuar. Ruidos. El activismo como brújula. Jóvenes. Palas, picos, máquinas. Fracaso, errancia, extravío. La memoria, el olvido. Manos, brazos. Lentitud. Lámparas. Cadáveres, cuerpos. Huesos de sepia. Pesado registro de las confusione­s. Infelicida­d colectiva. Sociedad del riesgo. Violencia. Somnolenci­a. Inventario de calamidade­s. La coalición de los vivos. El azar como tiranía de la contingenc­ia.

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El sismo trajo consigo nuevos dilemas y desafíos para la sociedad y sus gobernante­s.
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