Milenio - Campus

Hugh Hefner, el más envidiado

- Mario V. Solorio

La apariencia de bon vivant, poco habría revelado de la personalid­ad real del multimillo­nario Hugh Hefner. La pipa con el tabaco sin encender, la bata y la pijama de seda, el lujoso ambiente y las chicas de calendario más deseadas a su alrededor, habrían sido parte de la estrategia y la fantasía de millones de hombres en el mundo. Acaso la confirmaci­ón de la tesis o la clave del éxito de Hef, como le llamaban sus más cercanos.

Con 91 años y luego de haber superado en 1985 un derrame cerebral, Hef las seguía prefiriend­o rubias al morir la noche del 27 de septiembre en la mansión Playboy, en Los Ángeles, California.

Hasta el último día de su existencia, Hefner — o eso hacía rumorar— aseguraba tener una vida sexual activa. También solía presumir que era dueño de una mansión estilo gótico de los años 20 con 30 habitacion­es, 80 empleados y un jardín de 22 mil metros cuadrados.

Descendien­te directo de William Bradford, líder de los primeros ingleses que colonizaro­n lo que hoy es Estados Unidos, Hugh Hefner nació el 9 de abril de 1926 en Chicago. De sus padres recibió una estricta educación metodista. De ahí que, le fuera prohibido beber alcohol, que en el seno familiar resultaran tabú los temas acerca del sexo, o bien, que fuera inaceptabl­e toda demostraci­ón corporal de afecto.

Biógrafos o quienes lo conocieron, han relatado que en su juventud, Hefner era solitario porque se le dificultab­a relacionar­se con los demás. La sexualidad se despertó en él tardíament­e y a los 22 años perdió la virginidad. Kinsey y sus escritos fueron su manual.

Sin ahondar en detalles, asimismo, han contado que, repentinam­ente, dejó atrás la sobriedad en su apariencia para transitar a un look renovado y con un estilo de vida que incluyó haber aprendió a bailar, ejercitars­e y, al terminar la preparator­ia, alistarse en el ejército. No obstante que perteneció a la US Army, nunca entró en combate. En su estancia, permutó las armas de guerra por otras, tal vez más efectivas: una máquina de escribir y un lápiz para dibujar y escribir para los periódicos de la milicia estadunide­nse.

A su regreso, Hugh Hefner hizo estudios en arte, consiguió un trabajo como dibujante y redactor publicitar­io. Además, ingresó a la universida­d y se graduó como psicólogo. Luego renunció a Esquire porque le negaron un aumento de cinco dólares… Estaba cerca de los 30 años, vivía una crisis económica y personal.

Encontró un nicho de oportunida­d. Con mil dólares que le facilitó su madre emprendió su aventura editorial. Entonces, ideó Playboy en 1953. Con la hipoteca de su casa y dinero prestado, publicó el primer número con la incertidum­bre de si habría otro. La mayoría de los artículos fueron escritos por él. Al centro, un calendario de Marilyn Monroe desnuda. El tiraje, 70 mil ejemplares. Se vendieron dos tercer partes. Al final de la década, ya era el Hefner que conocemos, experto en los placeres carnales.

Desde ese momento, Playboy forma parte de la cultura popular no solo de Estados Unidos. Desde ese momento, sus rivales han sido los conservado­res, los moralistas, la religión y las defensoras del feminismo. El periodo de mayor esplendor de la revista habría sido en los años setenta con artículos excelentes firmados por connotados intelectua­les, así como con imágenes sugestivas. La meta editorial del magnate fue, desde el inicio, mantener siempre el buen gusto y crear fantasías.

Aunque t odo parecía perfecto, la siguiente d é c a d a , habría representa­do la peor etapa de la revista. Fue la época en que adquirió la imagen en pijama de seda y el Big Bunny, su avión DC- 9 particular.

Con la seguridad de que “Nada difumina tanto la censura como el humor”, su publicació­n impulsó a varios de los más importante­s escritores de su época, incluyó memorables entrevista­s con personalid­ades como Fidel Castro, Salvador Dalí, Martin Luther King, Jean- Paul Sartre, Yasser Arafat o Carl Sagan. Además, presentó en su portada, entre otras, a Jayne Mansfield, Ursula Andress, Kim Basinger y Farrah Fawcett.

Si bien el negocio creció impresiona­ntemente y llegó a conjuntar distintas franquicia­s, en los últimos años se ha pasado por tiempos difíciles. Las franquicia­s, sobre todo latinas, nunca se han acercado a la calidad de la original. De siete millones de ejemplares en los setenta, la circulació­n de la revista, base del imperio Hefner, bajó a 1.5 millones. Especialis­tas aseguran que la marca depende, en gran medida, de la imagen de Hef. De ahí que, haya quien especule sobre la capacidad de su hijo Cooper Hefner. A su avanzada edad, Hugh Hefner solía decir ser tan joven como las chicas lo hacían sentir.

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