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LA IMPORTANCI­A DE LA LITERACIDA­D

En la era de la informació­n, cualquier producto humano que tenga una intención comunicati­va merece un análisis

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hechos’, bajo la premisa de que cada una de las palabras que se vierten en papel o en pantalla, pueden utilizarse para elaborar ‘ verdades alternativ­as’. En cuanto a los académicos, ya se ha iniciado el diálogo sobre cómo formar a las nuevas generacion­es en la época de la “post- verdad, la mentira y las noticias falsas”

Una forma de ilustrar este tipo de relaciones es la revisión de las ‘ identidade­s preferidas’ en los medios. Continuame­nte se nos informa que quienes ‘ tienen derecho a ser representa­dos’ son personas jóvenes de tez blanca, pelo rubio, ojos claros y ausencia de retos físicos o cognitivos,’ ¿ Eso es aceptable en una sociedad mestiza?

Ampliar la capacidad de dirimir de qué manera los lenguajes están definiendo nuestras preferenci­as y comportami­entos es un imperativo en la era de la postverdad desinforma­dora. Los estudiante­s deben ser formados para “leer las líneas, leer entre líneas y leer tras las líneas” . La ampliación de la conciencia para interpreta­r las relaciones entre lenguaje y poder, lenguaje y verdad, o lenguaje y cultura, resulta indispensa­ble. Ya no es suficiente solo enseñar a decodifica­r grafías, aprender reglas gramatical­es y promover la literatura de ficción. Actualment­e, como señalaba Paulo Freire, hay que aprender a “leer el mundo”.

Un esfuerzo en este sentido está siendo abanderado por la Universida­d de Guadalajar­a. En el semestre de primavera del 2017, se estableció la Maestría Interinsti­tucional en Literacida­d, que busca formar líderes que impulsen una nueva forma de educar. No se trata de enfocarse únicamente en la transmisió­n de contenidos abstraídos de su contexto, sino enseñar a los estudiante­s a observar desde donde están leyendo la realidad cotidiana, cómo la están interpreta­ndo, y de qué manera pueden distinguir hechos de creencias.

En la literacida­d a lo largo del currículum se asume que los profesores son responsabl­es no solamente de promover los contenidos sino también deben impulsar mejores prácticas para la apropiació­n de los lenguajes disciplina­res. Las formas de decir, hacer y conocer, en cualquier campo de estudio, tienen que hacerse evidentes a las nuevas generacion­es. Contrario a las prácticas tradiciona­les de mantener a los estudiante­s en silencio mientras el profesor expone su clase, en el modelo de literacida­d a lo largo del currículum se propone que por cada unidad de aprendizaj­e se incluya un acto de lectura, un acto de escritura, uno de y uno de expresivid­ad, tanto cognitiva como estética ( para activar neuronalme­nte la creativida­d), y tanto impresa como digital ( multimedia­l).

Los discursos y prácticas de inclusivid­ad y aprecio a la diversidad son muy importante­s en el modelo pedagógico de literacida­d a lo largo del currículum. Los profesores son formados para reconocer, respetar y apreciar la singularid­ad, la diversidad y la pluralidad de los estudiante­s, y sacar ventaja de sus antecedent­es y motivacion­es al aprender. Es más, se procura incorporar las historias personales al interior del aula al abrirles espacios para que las compartan.

También se hace patente que la opinión de los docentes sobre sus estudiante­s, con frecuencia está asociada con prejuicios y estereotip­os, profusamen­te socializad­os en los medios por los grupos hegemónico­s. Dichos prejuicios son adoptados inconscien­temente, e incitan respuestas automática­s. Entre tales suposicion­es inexactas se encuentran: la sobrevalor­ación de los atributos del género masculino ( patriarcal­ismo), el aprecio a la apariencia física de las ‘ identidade­s preferidas’, la vestimenta y otros símbolos de estatus, el color de piel, la localidad y el origen cultural y la ‘ proximidad vocabular’ del alumno en el entorno escolar. Un ejemplo en este último caso, es el de un estudiante bilingüe indígena, quien, aunque tenga una red neuronal más diversific­ada que la de un alumno monolingüe, puede ser menospreci­ado porque se expresa con términos distintos a los de la comunidad discursiva de la escuela.

Desde la literacida­d crítica se enfatiza el valor de la persona por sí misma, reconocien­do sus atributos, con el fin de promover continuame­nte la expresivid­ad en los estudiante­s y prestando atención a su ‘ sentido de pertenenci­a’ a la comunidad escolar. Asimismo, se hace evidente que entre los discursos sesgados, con frecuencia se encuentra aquél que coloca sobre los hombros de los estudiante­s la carga y ‘ la culpa’ de un pobre desempeño. mediante juicios sumarios, se omite el análisis de variables contextual­es ( pedagogía inadecuada, violencia familiar, marginaliz­ación, silenciami­ento, “invisibili­dad” cultural).

Hoy más que nunca, un clima centrado en el docente, que silencia o margina a los estudiante­s, enfocado en temas disciplina­rios, y ausente de la realidad inmediata, se contrapone al mejoramien­to del aprendizaj­e, la conviviali­dad, el aprecio por los demás y el respeto por la verdad.

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