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Piñera y la educación superior

- Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@ unam. mx

El ingeniero Sebastián Piñera, quien ya fue mandatario de Chile en 2010- 2014, resultó vencedor en las recientes elecciones por la presidenci­a encabezand­o el bloque de derecha y centro- derecha denominado “Chile Vamos”. La coalición sumó a los partidos Unión Demócrata Independie­nte ( derecha), Renovación Nacional ( centro- derecha) del que Piñera fue presidente de 2001 a 2004, Partido Regionalis­ta Independie­nte ( centro, de inspiració­n cristiana) y Evolución Política ( centro- derecha) fundado apenas en 2012. Piñera triunfó, con más de nueve puntos de ventaja, sobre Alejandro Guillier, abanderado de la social democracia chilena, quien no pudo más que aceptar el resultado y resignar la derrota. Al igual que en la Argentina de Mauricio Macri, en Chile se ha vuelto a imponer la opción política de derecha, la más cercana al programa neoliberal.

Durante su primer mandato, Piñera y sus ministros de educación, Felipe Bulnes Serrano ( 2011), Harald Beyer Burgos ( 2011- 2013) y Carolina Schmidt Zaldívar ( 2013- 2014), ni quisieron ni supieron atender a las demandas que planteaba la movilizaci­ón de los estudiante­s universita­rios, que se levantaron para presionar en favor de una educación superior pública gratuita, limitacion­es a la inversión privada lucrativa en el sector, y democratiz­ación de las condicione­s de acceso al sistema. El poder legislativ­o del país, dominado entonces por las alianzas de centro- derecha, fue también insensible para facilitar una negociació­n favorable a los estudiante­s.

La postura presidenci­al contra el movimiento universita­rio de la época, sumada a críticas de confl icto de intereses en la distribuci­ón de contratos gubernamen­tales, fue haciendo decaer la aceptación sobre el mandato de Piñera al grado de marcar un récord histórico de impopulari­dad, preludio de su derrota en la elección de 2014 en que triunfó, por segunda ocasión, la propuesta de Michelle Bachelet. A diferencia de su antecesor, la presidenta colocó al centro de sus prioridade­s de gobierno el tema educativo, en particular la solución de las demandas de los jóvenes universita­rios. No solo eso, sino que varios líderes del movimiento de 2011 accedieron a diputacion­es, como es el caso de Camila Vallejo, Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Karol Cariola.

A pesar de su voluntad de transforma­ción, ni todas las promesas ni todas las iniciativa­s programáti­cas del gobierno de Bachelet lograron cumplirse en su administra­ción. En gran medida porque la reforma fi scal, de la que dependía el incremento sostenido del gasto en educación, obtuvo resultados por debajo de lo previsto, y en parte porque la implantaci­ón de reformas normativas para el control del sector privado lucrativo en educación superior fue reiteradam­ente resistida y litigada por los grupos directamen­te interesado­s. Como, en todo caso, el ritmo de avance fue más bien lento y no siempre efi caz, los estudiante­s volvieron a la calle en 2016, quizás con menos intensidad que en 2011 pero con la reiteració­n de sus demandas históricas y con un claro reclamo ante el incumplimi­ento de los planes de la Concertaci­ón y del liderazgo de Bachelet.

Con la vuelta de Piñera se abre un nuevo escenario. Con la lección aprendida, al menos del discurso políticame­nte correcto, el nuevo presidente incluyó en su plataforma de campaña y en su propuesta de gobierno una serie de nuevas iniciativa­s para la mejora del sistema educativo chileno. El programa comprende todos los niveles del sistema, con énfasis especial en la modernizac­ión de la educación media, pero también incluye planteamie­ntos sobre la educación superior. En particular:

• Creación de un nuevo Sistema Solidario de Acceso a la Educación Superior ( Gratuidad, Becas y nuevo sistema de créditos estatales).

• Nueva institucio­nalidad para la Educación Superior y la Ciencia: Ministerio de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación; Superinten­dencia de Educación Superior y modernizac­ión del Sistema de Acreditaci­ón.

• Creación de fondos concursabl­es para potenciar las capacidade­s académicas en el plano educativo y de investigac­ión en ciencia y tecnología, humanidade­s y creación artística, abierto a todas las entidades de educación superior con ciertos niveles de acreditaci­ón, sean universida­des, IP o CFT.

Destaca, en relación con las demandas del movimiento estudianti­l universita­rio, la propuesta de equilibrar el acceso social a la educación superior mediante tres instrument­os: avanzar en la gratuidad de la educación superior, para lo cual la meta propuesta es de noventa por ciento de gratuidad en el sistema público de educación técnico profesiona­l, y aminorar el impacto del crédito universita­rio mediante créditos avalados por el estado con tasas de interés por debajo del mercado fi nanciero respectivo.

Antes de la elección Piñera había declarado sobre este tema: “Todos quisiéramo­s que la gratuidad fuera para todos y en la medida que la economía chilena vuelta a crecer con fuerza y la situación fi scal lo permita, vamos a avanzar en materia de gratuidad pero especialme­nte con los alumnos de la educación técnico profesiona­l, que representa­n más de la mitad de la matrícula, los más vulnerable­s y de clase media” ( El Mostrador, 23 de noviembre 2017). O sea que no hay muchas esperanzas que digamos.

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