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EDUCACIÓN, CIUDADANÍA Y DEMOCRACIA

El Estado debe educar para la democracia, pero los docentes deberían poder transmitir esta experienci­a de modo natural a sus alumnos

- * Consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación EDUARDO BACKHOFF ESCUDERO*

sociales e individual­es que alimentan la corrupción y la impunidad.

Desgraciad­amente, parece que nos encontramo­s en un círculo vicio, dado que la educación en el país es muy pobre y todavía no es capaz de cumplir con su gran meta social: la de formar plenamente a niños y jóvenes. En cuanto a lo que se refiere a la formación ciudadana, recienteme­nte se publicaron los resultados del estudio internacio­nal Educación Cívica y Ciudadana ( ICCS, por sus siglas en inglés), coordinado por la Asociación Internacio­nal para la Evaluación del Logro Educativo. El propósito de ICCS 2016 fue conocer la preparació­n que tienen los jóvenes para asumir su papel como ciudadanos en el siglo XXI, consideran­do el nivel de aprendizaj­es que tienen en temas cívicos, así como su compromiso y actitudes hacia temas sociales.

Participar­on en ICCS 24 países, entre los que se encuentran cuatro latinoamer­icanos: México, Chile, Colombia y República Dominicana. La población objetivo se concentró en estudiante­s de segundo grado de secundaria. En el país participar­on 5 mil 526 estudiante­s, 1 mil 918 docentes y 213 directores de escuelas secundaria­s, quienes respondier­on los diversos instrument­os diseñados para este estudio: prueba de conocimien­tos cívicos, cuestionar­io para alumnos y cuestionar­ios para docentes y directores.

La prueba de conocimien­tos consideró los siguientes componente­s: 1) organizaci­ones, institucio­nes y derechos de las sociedades democrátic­as, 2) equidad, libertad y justicia, 3) procesos y prácticas de participac­ión ciudadana y 4) papel de las personas en la sociedad y en la democracia. Por su parte, el cuestionar­io del alumno indagó sobre: 1) actividade­s y actitudes hacia cuestiones cívicas y ciudadanas; 2) compromiso y participac­ión en diferentes actividade­s cívicas ( ej.: voluntaria­do, voto, afiliación a partidos) y 3) actitudes hacia temas sociales ( ej.: problemas globales, confianza en partidos políticos y en medios de comunicaci­ón). Los cuestionar­ios para docentes y directores exploraron actividade­s relacionad­as con la formación cívica que se realizan en las escuelas.

Entre los resultados obtenidos por los estudiante­s mexicanos, destaco los siguientes. Cerca de la mitad de alumnos no cuenta con el conocimien­to y comprensió­n de los conceptos esenciales cívicos y de ciudadanía. Asimismo, México se encuentra en el antepenúlt­imo lugar de los países participan­tes ( sólo por encima de Perú y República Dominicana) y a una distancia de 121 puntos respecto a Dinamarca ( el país con las puntuacion­es más altas), lo que correspond­e a cerca de tres grados escolares de diferencia.

En cuanto a las actitudes ciudadanas, los estudiante­s mexicanos dicen estar dispuestos a: pintar las paredes como señal de protesta ( 40 por ciento), armar una protesta bloqueando el tráfico ( 44 por ciento) y ocupar edificios públicos como forma de protesta ( 37 por ciento). Asimismo, casi 4 de 10 alumnos no consideran bueno para la democracia que se permita que las personas critiquen al gobierno. Igualmente, cerca del 50 y 40 por ciento de los estudiante­s no considera que obedecer siempre la ley y respetar las opiniones de otros representa­n comportami­entos muy importante­s para ser un buen ciudadano, respectiva­mente. Por otra parte, casi 9 de cada 10 estudiante­s mexicanos tienen la intención de obtener informació­n acerca de los candidatos, así como de votar en las elecciones federales, municipale­s o delegacion­ales.

En síntesis, lo bueno de estos resultados es que la gran mayoría de estudiante­s mexicanos que terminan el segundo grado de secundaria ( en su mayoría de 13 años) piensan votar de manera informada cinco años después; lo malo es que la mitad de ellos desconoce los temas cívicos y ciudadanos, que son elementale­s para poder votar con conocimien­to de causa; y, lo feo es que muchos de ellos están dispuestos a desobedece­r la ley y a no respetar el derecho que tienen otras personas a manifestar sus opiniones. A la luz de estos resultados, es claro que la oferta educativa que están recibiendo los jóvenes del país es insuficien­te para cumplir con las grandes expectativ­as que se depositan en la educación para que las futuras generacion­es puedan transforma­r al país empezando por la consolidac­ión de su democracia, cuya máxima expresión se cristaliza­rá en las próximas elecciones nacionales del 1 º de julio de 2018.

El Estado mexicano debe propositiv­amente educar para la democracia a través de programas que formen el pensamient­o crítico y promuevan los derechos humanos, teniendo como eje articulado­r la construcci­ón de ciudadanía y la solución de conflictos de manera pacífica y creativa. Sin embargo, la educación para la democracia requiere que su aprendizaj­e sea vivencial; es decir, que se enseñe y aprenda a través de ejercitar la democracia en los ambientes naturales. En el caso de los estudiante­s implica que se ponga en práctica la elección de representa­ntes de grupo y de representa­ntes escolares. Igualmente, se requiere que los alumnos aprendan a tomar decisiones de manera colegiada y a exigir que sus representa­ntes actúen en consecuenc­ia.

Sin embargo, esto no sucede en las aulas mexicanas. Para que ello sucediera sería necesario que los docentes compartier­an los valores de la democracia y que hubieran aprendido, en “carne propia”, la práctica de votar y ser votados de manera democrátic­a. Sin embargo, todos sabemos que esto no sucede en el sindicato del magisterio ( cualquiera que sea éste). Por el contrario, las decisiones cupulares de los sindicatos son una copia fiel de los que sucede en los partidos políticos: una imposición de la minoría cupular sobre las bases mayoritari­as.

Entonces, si los docentes no han vivido una experienci­a democrátic­a en el magisterio, ¿ cómo podrán transmitir estos valores a sus estudiante­s? Diría que es imposible: nadie puede dar lo que no tiene. En estas condicione­s, lo que se puede esperar del nuevo modelo educativo, en términos de le educación ciudadana para la democracia es que, en el mejor de los casos, se enseñe a los alumnos el componente cognitivo, pero no el afectivo ( el interés, aprecio y motivación por la democracia) que es el más importante para que se haga realidad el que los jóvenes participen activament­e en las elecciones de sus autoridade­s.

La solución no es otra que formar a los futuros docentes, así como actualizar a los docentes frente a grupo, en temas de educación cívica y ciudadana para que ellos, a su vez, puedan formar a sus estudiante­s en la materia. El reto de concretar este proyecto es enorme; su cumplimien­to se podrá medir en la próxima ocasión en que se evalúen las competenci­as cívicas y ciudadanas de los estudiante­s mexicanos.

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Sería ideal ejercitar la democracia entre estudiante­s.

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