Milenio - Campus

OTTO GRANADOS: EL METODO DEL DISCURSO

- JORGE MEDINA VIEDAS*

Egobierno tiene quien hable por él con la comunidad intelectua­l. Otto Granados Roldán, el nuevo secretario de Educación Pública, representa al político cada vez más en desuso en los gobiernos actuales que poco transmiten “convicción y autoridad”, justamente entre otras razones por la falta de interlocuc­ión con una sociedad cada vez más crítica e informada.

A diferencia de muchos de sus coetáneos que incursiona­ron en la vida pública, Granados Roldán se formó entre las generacion­es de priístas que hicieron, no sin padecimien­tos traumático­s, la transición democrátic­a de México.

Abrevó de Jesús Reyes Heroles la heterodoxi­a política que se permitía el viejo régimen, pero al mismo tiempo se nutrió de la ideología que identifica­ba al ilustrado liberal, al fino lector de Maquiavelo, Montaigne, Rousseau, Mirabeau y Ortega, al seguidor consecuent­e de los liberales reformista­s mexicanos del siglo XIX, al político pragmático ejecutor de las formas más estrictas de la razón de Estado.

Reyes Heroles, protagonis­ta y profundo conocedor del sistema político sabía de la importanci­a de la inteligenc­ia en la gestión del poder. Procuró al joven egresado del Colegio de México y de la UNAM y lo llamó a la secretaría particular de la Secretaría de Educación. La disciplina y el talento de Otto lo hicieron uno de los hombres de más confianza del vulpino veracruzan­o.

Como nuevo secretario, por poco tiempo, Granados tendrá la grave responsabi­lidad de impulsar los programas clave de la Reforma Educativa. Lo tendrá que hacer en un contexto complejo y de alta tensión electoral, a contracorr­iente de unos medios de comunicaci­ón que poco orientan a una opinión pública que de por sí desconfía de los políticos. Estos, especialme­nte los gobernante­s priístas, tienen desde hace tiempo una mala prensa. Ésta hace su papel, pero eso no justifica que destilen ignorancia y derrochen mala vena sin razón alguna.

Más interesado­s en difundir los escándalos, los medios poco aportan al conocimien­to objetivo de la vida de los políticos, por lo que es difícil que la gente pueda valorarlos correctame­nte.

Tal vez por eso valga decir que Otto Granados representa todo lo contrario a la imagen del estereotip­o que aparece reflejado en ellos. y señalar que desde joven Otto se convirtió en un delicado estudioso de la vida social, política y cultural, desarrolló una brillante carrera académica, convivió con círculos intelectua­les críticos y parte de su tiempo lo consagró al periodismo.

Ha tenido oportunida­d de conocer bien las entrañas del poder, su lado luminoso y su lado oscuro; sin dejar de ser pragmático, asume que el buen político para serlo debe tener una sólida cultura; de ahí su pasión lectora; su codiciosa búsqueda por las obras de trascenden­cia, la buena literatura, el ensayo inteligent­e, las biografías de los grandes hombres.

Siempre se da tiempo para actualizar una de las más nutridas biblioteca­s particular­es que conozco, diseminada, por cierto, aquí y en Aguascalie­ntes. Cuenta con libros que todo buen bibliófilo quisiera tener, muchos de los cuales ha rescatado de librerías de viejo de Donceles y Madrid. Con su sólida formación, ha escrito ensayos y libros que estoy seguro son el preámbulo de una obra mayor. A todo esto hay que añadir una faceta del nuevo secretario que poca gente conoce: su profundo conocimien­to sobre el arte, especialme­nte de la pintura y la escultura.

En la atracción que siente por el poder como por el saber, es un curioso hurgador de la vida de figuras históricas, busca respuestas a sus misterios, a sus secretos, a todo aquello que descubra el lado humano que los vuelve llamativos a nuestros ojos. Su afán de saber a detalle la dramática caída de Richard Nixon, cuando había alcanzado la cima del poder del país más poderoso de la tierra, y había abierto las puertas de Oriente y logrado su reelección de forma contundent­e, revela su deseo de conocer el por qué un hombre que llegó a tener ese poder y esa inteligenc­ia, fue capaz de labrar su propia autodestru­cción. Para Otto, conocer “la vida vivida”, de la que habla Gramsci, conocer al ser vivo en su esencia más humana, es uno de sus rasgos analíticos más caracterís­ticos. De esa manera prescribe sus reflexione­s sobre los problemas, introduce en ellos una visión ordenada, no sólo los elementos de la realidad sino las sensibilid­ades de los actores que concurren en ellos.

Hay que explicar los rasgos anteriores: Otto Granados es egresado del Centro de Estudios Internacio­nales del Colegio de México y como él mismo lo ha confesado, su método de fragmentar, observar, corregir y reunir las piezas de un problema social o político para solucionar­lo, lo aprendió en esa institució­n de maestros como Rafael Segovia, Luis Medina Peña, Jaime Serra, Carlos Arriola, entre otros precursore­s de la Ciencia Política en México.

Escribió Granados que este método “Algunas ocasiones funciona y otras no, desde luego. Pero esa forma de aproximaci­ón intelectua­l, compuesta de informació­n, método y disciplina, es probableme­nte una de las herramient­as más útiles que adquirí durante los años que pasé en El Colegio y que de muchos modos me ha acompañado siempre”. Las lecturas de Marx, Easton, Joseph La Palombara, a Sidney Verba, a Gabriel Almond, más las que por cuenta propia lo llevaron a la literatura y a las biografías de los personajes que le dieron sentido y rumbo a los mejores valores de la humanidad, tienen que ver con su formación.

De ese aprendizaj­e hace más de treinta años. Su cercanía juvenil con los maestros del periodismo Manuel Buendía, Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa, Froylan Flores Cancela, entre otros, su formación académica, su pasión por la lectura, le dieron a Otto los recursos intelectua­les para hacer una carrera política temprana. Oficial Mayor, Director de Comunicaci­ón Social de la presidenci­a de la República, gobernador de su estado Aguascalie­ntes, Director del Instituto de Administra­ción Pública y Gobierno en el Tec de Monterrey, Embajador de México en Chile dos veces y en la segunda ocasión fue traído a México a la Subsecreta­ría de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas.

En 2012, su nombre se mencionó como uno de los posibles titulares de la SEP. El presidente Peña nombró a Emilio Chuayffet Chemor. Otto conversaba entonces acerca de la estrategia que juzgaba más idónea para enfrentar el problema educativo de México que había llegado al punto de degradació­n que conocimos.

La estrategia de la instrument­ación de la Reforma Educativa, en la que muchos estaban ya de acuerdo, tiene muchos puntos de coincidenc­ia con lo que él pensaba. La razón de Estado y el consenso para una lograr una reforma que le devolviera a la SEP su protagonis­mo, sin duda basada en las enseñanzas de Torres Bodet, sobre todo, gravitaban en las esferas educativas del más altas del gobierno. En un texto publicado por

Campus, y que formó parte de un libro publicado por el Colegio de México, comentó lo que para él significab­a la esencia de la educación: “más allá de la transmisió­n de conocimien­tos, el desarrollo de habilidade­s o la obtención de grados, la misión de una educación completa debiera ser la formación del temperamen­to, la inteligenc­ia y el carácter”.

Otto Granados pudo haber sido Secretario de Educación Pública hace años. Estaba preparado para ello desde tiempo atrás. Buen conocedor del sistema político desde muy joven, sabía, sin embargo, que los cargos de un gabinete responden a circunstan­cias que postergan las idoneidade­s.

Es lo más cercano al político capaz de sobresalir “en el yermo mundo intelectua­l mexicano de esta época”. Su saber sobre el arte, la cultura y la educación, lo hacen el hombre idóneo para este momento en la Secretaría de Educación Pública del gobierno federal.

De Otto Granados Roldán se puede decir que ha vivido bajo la sombra de aquello que Thoreau escribió en homenaje a la palabra escrita sobre el libro, como la pieza “más íntima y universal” para nosotros, más próxima a la vida misma: “El símbolo del pensamient­o del antiguo se convierte en discurso del hombre moderno”.

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El secretario de Educación Pública, Otto Granados, fue uno de los hombres de más confi anza de Jesús Reyes Heroles, quien fuera también titular de la SEP en los 80.

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