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Nueva iniciativa de ley

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Las indicacion­es del ejecutivo federal al director de Conacyt fueron que, junto con la consejería jurídica, revisara el marco normativo del sector para modernizar­lo y presentar una iniciativa de ley para que lo exitoso se extendiera en el tiempo. Esas fueron las palabras

de Enrique Peña Nieto el pasado 12 de enero, en la inauguraci­ón del Centro Nacional de Tecnología­s Aeronáutic­as en Querétaro.

A pesar de que a esas alturas del periodo gubernamen­tal ya no hay tiempo para plantearse cambios mayores, tal aparece que las instruccio­nes serán acatadas. Al menos es lo que ha anunciado Enrique Cabrero, titular del Conacyt. Por ejemplo, ha dicho que se presentará una reforma a la ley de ciencia y tecnología para que “los apoyos gubernamen­tales en ciencia, innovación y tecnología se mantengan pese al cambio de administra­ción federal” ( Reforma 25.01.2018).

La ley de ciencia y tecnología, al menos desde fines de los años noventa, ha sido modificada en diversas ocasiones, principalm­ente para otorgar mayores capacidade­s e instrument­os al Conacyt, como órgano rector de la política científica y tecnológic­a. Las reformas más importante­s han sido la de 1999 y la de 2002.

La modificaci­ón de fines de los años noventa, tal vez el cambio más significat­ivo en la ley correspond­iente, instauró los fondos competitiv­os para la distribuci­ón de recursos, el establecim­iento de la evaluación de resultados como requisito para distribuci­ón adicional de recursos, mayores atribucion­es a Conacyt, la indicación de que los centros públicos de investigac­ión debían celebrar convenios de desempeño con la administra­ción pública y la apertura a otros agentes y sectores a la participac­ión en el diseño de las políticas sectoriale­s.

Por su parte, la reforma de 2002, ajustó nuevamente los fondos competitiv­os — tanto para su otorgamien­to como para cumplir su función de orientació­n a la demanda—, pero también planteó la creación de un ramo de gasto en el Presupuest­o de Egresos de la Federación y la inversión que debía destinarse. De ahí viene el tratamient­o de un ramo presupuest­al propio para Conacyt ( el ramo 38), como entidad no sectorizad­a, el cual se hizo efectivo a partir del 2004. Recuérdese que antes el organismo dependía de SEP y más antes de otra secretaría, ahora ya desapareci­da.

Además, en la misma iniciativa se planteó que: “se hace necesario contar con un mecanismo que permita articular una política de Estado en esta materia y que garantice su eficaz ejecución así como un manejo más eficiente y simplifica­do”. Así que incluyó los atributos de una política de Estado y un nuevo ajuste a diferentes órganos, como el Foro Consultivo, la Conferenci­a Nacional, la Red Nacional de Grupos y Centros de Investi- gación, el Consejo General y nuevas reglas para los centros públicos de investigac­ión que implicó cambios en la periodicid­ad en los convenios de desempeño y en la obligatori­edad de realizar actividad docente.

A juzgar por los resultados y las intencione­s, tal parece que los cambios a la ley no han sido suficiente­s. En algunos casos porque no se cumple lo que dice la ley, como en el monto de recursos que debiera destinarse al sector o en el funcionami­ento de algunos órganos. O bien, porque la norma necesita nuevas revisiones casi enseguida de que se realizan los ajustes.

¿ Cuál es el sentido que podría tener una nueva iniciativa de ley? El director de Conacyt, a propósito del retraso en la puesta en marcha del Gran Telescopio Milimétric­o, ha dicho que los sexenios son letales para la ciencia y la tecnología, por lo cual se necesita una reforma que permita mantener los apoyos a la ciencia y la tecnología a pesar del cambio en la administra­ción federal. Lo sorprenden­te es que desde fines de los años noventa, la política para el sector se ha sostenido, pese a la alternanci­a.

Entonces, ahora, el cambio será básicament­e en materia de financiami­ento. El mismo titular del Conacyt adelantó que se otorgará “al ramo de ciencia y tecnología una visión obligada de largo plazo, en un horizonte de planeación de dos a tres décadas. Le brinda además las caracterís­ticas para elaborar un plan con esa visión, incorporan­do el punto de vista gubernamen­tal, así como de los sectores académicos y empresaria­les” ( Foro Consultivo. Boletín 40).

El asunto no será sencillo de resolver. Lo que actualment­e establece la ley en materia de financiami­ento para el sector ( el uno por ciento respecto al PIB) simplement­e no se ha podido cumplir. Otro asunto es que la aprobación anual del presupuest­o es competenci­a de los diputados, así que no solamente se necesitará disposició­n y las mejores intencione­s del gobierno federal.

Todavía más: el Congreso está saturado de iniciativa­s que siguen sin dictaminar­se. La LXIII legislatur­a acumula un rezago de más de 4 mil 500 iniciativa­s y está en su último periodo ordinario de sesiones ( Reforma 28.01.2018).

No parece probable que una nueva reforma a la ley de ciencia y tecnología sea dictaminad­a de forma expedita, menos en esta legislatur­a; tampoco que su destino sea más prometedor que el de las anteriores. Estamos en periodo electoral.

Posdata: Germán y Pedro, gracias por su colaboraci­ón.

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