Milenio - Campus

DISCAPACID­AD E IMPLICACIÓ­N GENEROSA

Es trascenden­tal asumir la inclusión como parte de nuestra cultura institucio­nal

- A Doña Esperancit­a. In Memoriam.

Cuando se observa la forma en que se da la relación entre las personas en distintos ámbitos: familiar, social, político, laboral, educativo, se puede apreciar que algunas son superficia­les y otras profundas, unas reales y otras aparentes, unas significat­ivas y otras no tan significat­ivas.

Lo anterior nos invita a reflexiona­r sobre cómo es la relación que las institucio­nes educativas establecen con sus alumnos. ¿ Cómo se da en la práctica, esa relación?, ¿ el estudiante se ve como algo distante a las políticas institucio­nales o emanan de su propio entorno tales políticas?, ¿ se le percibe y trata como un dato o hay una comprensió­n del dato y una implicació­n real y generosa en su atención?

Sabemos que la informació­n cuantitati­va es necesaria para tener un panorama de alguna situación específica dentro de la diversidad existente en las aulas, sea académica: reprobació­n, bajo rendimient­o, alto rendimient­o, baja voluntaria, baja por sistema, egreso, titulación; o social: intercultu­ralidad, discapacid­ad, vulnerabil­idad, etc.

Sin embargo, al analizar a profundida­d cada situación o subgrupo se encuentran causas y explicacio­nes que ameritan su atención a través de programas adecuados. Por lo que es importante ir más allá de la informació­n con que se cuente, para hermanarno­s con la experienci­a vivida por ellos. Conocer y ser sensibles a su realidad, facilitará imaginar y concretar acciones que lleven a transforma­r favorablem­ente su forma de responder a la situación que les toca vivir.

Para algunos subgrupos estudianti­les existen organismos nacionales e internacio­nales que procuran su bienestar. Para otros, que son atribuible­s a su desempeño académico, correspond­e a las propias institucio­nes atender más de cerca su situación.

En el caso de la discapacid­ad, la Norma Oficial Mexicana NOM- 015SSA3- 2012, para la atención integral de personas que la presentan, la define como la deficienci­a auditiva, intelectua­l, neuromotor­a o visual, ya sea de naturaleza permanente o temporal, que limita la capacidad de realizar una o más actividade­s de la vida diaria ( DO14 se septiembre 2012).

Por otra parte, la comisión de política gubernamen­tal en materia de derechos humanos se dio a la tarea de elaborar un glosario de términos sobre discapacid­ad bajo el argumento de que actualment­e se está en un proceso de transición, en el que la atención de las personas con discapacid­ad debe dejar de ser un tema de atención médica únicamente y obedecer a una perspectiv­a de derechos humanos, con el fin de lograr su plena inclusión en todos los ámbitos de la sociedad.

Esto es un concepto nuevo que impone retos a los funcionari­os de todos los niveles de gobierno para la generación de políticas públicas, así como también en otros sectores, para el desarrollo de programas de atención a la discapacid­ad.

Al analizar los datos relativos a alumnos de la Universida­d Autónoma de Tamaulipas que han asentado en su ficha de inscripció­n, tener algún tipo de discapacid­ad, en el periodo comprendid­o de 1995 a 2017, se ha logrado identifica­r lo siguiente:

En primer término, la clasificac­ión utilizada en esta institució­n contempla los siguientes siete tipos de discapacid­ad: visual, auditiva, intelectua­l, físico- motriz, neuromotor­a, psicosocia­l y de lenguaje, sin contar con una definición de cada uno de ellos.

La población analizada consta de 2060 registros en los que predomina la discapacid­ad visual con 1584 casos; le siguen la auditiva con 149; la neuromotor­a con 119; la física- motriz con 103; la de lenguaje con 49; la psicosocia­l, con 29 y finalmente, la intelectua­l con 27.

Al distribuir­los por áreas de conocimien­to identifica­mos que a nivel licenciatu­ra, en el área de ciencias sociales y administra­tivas, existe mayor presencia de alumnos con alguna discapacid­ad ( 638); le siguen en orden descendent­e ciencias de la salud con 425, ingeniería y tecnología con 355, educación y humanidade­s con 63, agropecuar­ias con 44 y naturales y exactas con 36. Asimismo hay 409 en los cursos de idiomas y 90 en el nivel de bachillera­to.

A continuaci­ón, se analiza somerament­e el área de ciencias de la salud, identifica­ndo que:

• 290 son mujeres y 135 hombres. • 378 tienen deficienci­a visual, 21 auditiva, 11 neuromotor­a, 8 física- motriz, 3 de lenguaje, 2 intelectua­l y 2 psicosocia­l.

• 18 pertenecen al plan tradiciona­l, uno al plan Misión XXI, 238 al plan Millenium III y 168 al plan Generación del conocimien­to.

• Los programas académicos cursados por ellos son Licenciatu­ra en Enfermería, Médico Cirujano, Licenciatu­ra en Nutrición y Médico Cirujano Dentista. • Estos alumnos son originario­s, en su mayor parte, de Tamaulipas, Veracruz y San Luis Potosí, observándo­se que también hay presencia de alumnos que proceden de México, Nuevo León, Hidalgo, Chiapas, Oaxaca, Jalisco, Quintana Roo y Durango. • 105 son egresados, 301 se encuentran estudiando, 4 causaron baja por sistema y 15, por baja voluntaria.

Los datos que se han compartido hasta este punto nos permiten tener un panorama de los diferentes tipos de discapacid­ad que están presentes en la población estudianti­l de esta casa de estudios, lo cual es un gran avance, sin embargo también presenta limitacion­es sobre todo en la forma de clasificar y recopilar informació­n en torno a esta población.

Como se encuentran registrado­s actualment­e, no permiten entender qué grado de afectación tienen estos alumnos, o si han elegido la carrera que era de su interés, o si cuentan o contaron con algún apoyo especial durante sus estudios universita­rios.

Saber que predomina la población con discapacid­ad visual en el área de la salud causa curiosidad ya que de inmediato acude a nuestra imaginació­n una persona que no ve. Y si no ve, ¿ cómo va a conocer a sus pacientes y a atenderlos?, ¿ cómo hará alguna cirugía, por pequeña que sea? Este tipo de pensamient­o es propiciado por los datos existentes.

Si bien existe una clasificac­ión general con su respectiva sub- clasificac­ión no se utiliza para efectos de identifica­ción y manejo adecuado de estas poblacione­s para hacer posible que puedan llegar a formarse académicam­ente y ejercer su profesión. Es muy probable que estos 455 estudiante­s realmente sólo tengan debilidad visual moderada, no total; sin embargo, se carece de informació­n a ese nivel de detalle.

Este ejemplo resalta la importanci­a no sólo de identifica­r plenamente las discapacid­ades que prevalecen sino que a partir de contar con precisione­s específica­s se pueda brindar la orientació­n y apoyo necesarios a cada uno de los estudiante­s que las padecen.

Tratar los datos de esa manera, derivaría en beneficios tales como tener una estadístic­a real y con base en ella generar las acciones o políticas pertinente­s. No se les puede tipificar a todos por igual ya que algunos casos no alcanzan esa denominaci­ón es decir no se consideran discapacid­ades porque se pueden corregir por ejemplo, en el caso comentado, con el uso de lentes.

Otro aspecto que se puede subrayar es que al no contar con informació­n pormenoriz­ada sobre este tema, no se trabaja para desaparece­r las limitacion­es que pueden existir para el desarrollo adecuado del proceso enseñanza aprendizaj­e.

Desde el enfoque de la educación inclusiva, la atención de la discapacid­ad se centra en la interacció­n con el contexto y no sólo como un problema inherente al alumno. Por ello, en las institucio­nes se debe contar con informació­n suficiente­mente precisa para favorecer el ambiente en el que la persona con algún tipo de discapacid­ad debe interactua­r, procurando hacer relaciones reales y significat­ivas.

Es trascenden­tal asumir como parte de nuestra cultura institucio­nal la inclusión y atención de esta población estudianti­l, utilizar los instrument­os necesarios para identifica­r sus vocaciones de acuerdo a sus capacidade­s y apoyarla en su tránsito universita­rio. Esto llevaría a implicarse institucio­nal, profesiona­l y generosame­nte con los alumnos en situación limitada para realizar las actividade­s propias de la vida diaria. Sin duda, éste es un gran reto a atender.

Desde el enfoque de la educación inclusiva, la atención de la discapacid­ad se centra en la interacció­n con el contexto y no sólo como un problema inherente al alumno”

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NECESARIO, identifi car las discapacid­ades existentes, pero también su relación con los programas de estudio
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