El estallido/ III
El crecimiento de matrículas en las pocas universidades existentes, a partir de 1870, refl ejo del nuevo ciclo de prosperidad en que estaba el país, trajo la expedición de la llamada Ley Avellaneda en 1885. Con ella se regulaba a las casas de estudio que tenían el carácter de nacionales. La disposición, que fundamentalmente fi jaba las bases a que debían ajustarse aquellas en su régimen administrativo, dejaba un cierto margen para que las demás cuestiones — lo académico y el gobierno, entre otras— fuesen resueltas internamente. Esto fue aprovechado por la Universidad de Buenos Aires ( UBA) y la Universidad de la Plata ( ULP), mismas que realizaron pequeños pero signifi cativos cambios en aquellos temas. No así en la Universidad de Córdoba ( UC) cuya estructura conservadora, proveniente de un pasado clerical, no se modifi có un ápice. Si en la parte académica el evolucionismo y Darwin estaban proscritos, el lector podrá imaginar lo que sucedía en los otros espacios de la vida universitaria.
No obstante, aquellos “pequeños cambios” en la UBA y la ULP produjeron una diferencia patente respecto a la UC y ésta no pasó inadvertida para sus estudiantes, por lo menos para aquellos que simpatizaban con las ideas modernizadoras de la Unión Cívica Radical. Este partido había llevado a la Presidencia de la República a Hipólito Irigoyen en los primeros comicios de votación universal en el país. Ambos acontecimientos fueron un caldo de cultivo para el Movimiento de Córdoba que estalla en marzo de 1918.
Desde el año anterior, y motivados seguramente por aquellas comparaciones, grupos estudiantiles habían empezado a plantear la modificación de la UC en varios aspectos. Estos se resumen en dos: la autoridad y los programas de estudios. En cuanto a la primera, se cuestiona la legitimidad del rector y de los decanos ( directores de las tres facultades existentes), así como los anticuados reglamentos internos influidos por estas autoridades, quienes constituían la parte dominante del Consejo Superior de la Universidad. Por lo que toca a lo segundo, el reclamo se centraba en la necesidad de modificar, actualizándolos, los planes y programas de estudios. Esas peticiones fueron sistemáticamente rechazadas por las autoridades. Con ello, se fue acrecentando la percepción de que nada cambiaría en la UC si no se modificaba, a su vez, la estructura de la autoridad.
En diciembre de 1917, como ya se expuso en el capítulo II, se presenta la oportunidad. El Consejo Superior suprime el internado en el Hospital de Clínicas, fundamentando su decisión en razones de “economía y moralidad”. El Centro de Estudiantes de Medicina protesta por la medida y, aunque se estaba ya de vacaciones, se tenía la expectativa de que la autoridad recapacitara. En lugar de ello, ésta decide, a través del Consejo Superior “no tomar en cuenta ninguna solicitud estudiantil”.
Ante tales hechos, y todavía en vacaciones, el confl icto se escala rápidamente:
• El 10 de marzo se realiza la primera manifestación de protesta. Los estudiantes de derecho ser adhieren a la causa de los de medicina por lo sucedido con el internado.
• Se constituye el Comité Pro- reforma, integrado por alumnos de las tres facultades, con causas que trascienden la original de medicina, adentrándose en las de reforma universitaria.
• El 14 de marzo el Comité publica dos documentos. El primero de ellos contiene una crítica severa a las autoridades universitarias: a) se les llama “falsos apóstoles” que han desprestigiado a la UC; b) las califi ca de ineptas y enemigas de la cultura y el progreso; c) las denuncia por la inmoralidad de sus procedimientos utilizados.
El segundo documento contiene la convocatoria a una huelga para el primero de abril, día de la apertura ofi cial del año escolar. Tal llamamiento se justifi caba en función de haber tenido solo el silencio como una respuesta a sus peticiones y, en razón de ello se afi rmaba que, “se han agotado las vías pacífi cas y conciliatorias… para obtener la sanción de las reformas solicitadas por los diversos centros universitarios”.
Con todo esto, la huelga general era ya un hecho.
Nota: Este texto se ha basado en: J. C. Portantiero ( Estudiantes y política en América Latina), A. Solari (“Los movimientos estudiantiles universitarios en América Latina”), y M. E. Rodríguez (“La reforma universitaria de Córdobaen 1918”).