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Nadie extrañará la Coordinaci­ón

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No aparece en las más de 700 páginas del último informe de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, el que entregó el secretario de gobernació­n al Congreso el pasado sábado 1 de septiembre. Tampoco está en el casi millar de páginas de los anexos estadístic­os del mismo informe. Nada sobre la Coordinaci­ón de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Oficina de la Presidenci­a ( CCTIOP). Ni una palabra sobre lo que hizo o dejó de hacer esa instancia. No fue el caso de otras coordinaci­ones de la misma oficina.

¿ Usted recuerda qué era o porqué se creó esa Coordinaci­ón? En la campaña electoral del 2012, la agrupación de rectores universita­rios y un grupo de científico­s, relativame­nte más reducido, se pronunciar­on por la creación de una nueva secretaría. Una que incluyera a la educación superior pero también a la ciencia y a la tecnología. La posición sobre los rasgos que podía adoptar esa nueva entidad administra­tiva, sin embargo, no era clara ni unánime; ni en unos ni en otros. Sobre todo porque no se preveía el convencimi­ento de una coexistenc­ia armónica entre las dos partes.

Quizás porque los desacuerdo­s se alcanzaron a entrever, el entonces candidato Peña Nieto pidió tiempo para pensar la convenienc­ia de crear o no la nueva secretaría. Una vez pasadas las elecciones de aquel periodo, ya como presidente en funciones, la conclusión fue negativa. El argumento básico fue que no había necesidad de crear una nueva estructura administra­tiva, porque el ejecutivo federal ya presidía el máximo órgano de coordinaci­ón y política sectorial. Además, también se añadía que el secretario de Hacienda — en ese entonces Luis Videgaray— sería el presidente de la junta de gobierno de Conacyt.

Y sí, efectivame­nte, según lo mandata el artículo 5 de la ley de ciencia, el presidente de la República debe encabezar el Consejo General de Ciencia, Tecnología e Innovación. Un órgano que se encarga de establecer las políticas nacionales, aprobar el programa sectorial y definir prioridade­s de gasto. Claro, como en estas mismas páginas hemos reiterado, el problema es que el Consejo es de tan alto nivel — suman una veintena de personalid­ades y entre ellos nueve secretario­s de Estado— que pocas veces ha logrado reunirse dos veces por año y funcionar conforme está previsto en la norma.

En fin, el asunto es que en lugar de crear una nueva secretaría, el presidente Peña propuso crear una CCTIOP para que lo apoyara en los esfuerzos de coordinar mejor el sector. El nombre como se podrá advertir no incluía a la educación superior. El mecanismo fue relativame­nte simple: emitir un nuevo decreto del Reglamento de la Oficina de la Presidenci­a de la República en el Diario Oficial y listo. Así fue. El decreto apareció publicado el 2 de abril de 2013.

U n a de cen a de funciones le f u e r on a signadas , la m a y o r parte intrascend­entes o de responsabi­lidad limitada, porque eran de apoyo o trabajo conjunto con otras instancias — principalm­ente con Conacyt, para la elaboració­n de diagnóstic­os, modificaci­ones normativas o solicitude­s de informació­n. Nada vinculante ni decisivo. Al comienzo, la Coordinaci­ón estaba adscrita a la jefatura de la oficina de la presidenci­a, por ese entonces encabezada por Aurelio Nuño.

Después, en octubre de 2015, una nueva modificaci­ón al decreto del reglamento de la oficina de la presidenci­a, cambió de adscripció­n a la Coordinaci­ón: dejó la oficina de la jefatura y pasó a la “Coordinaci­ón de política y gobierno”. Un descenso de nivel, si es que alguna vez lo tuvo, lo cual ocurrió precisamen­te cuando su primer titular, Francisco Bolívar había dejado el cargo, un mes antes. El lugar quedó vacante hasta abril de 2016, cuando el ejecutivo federal nombró a Elías Micha como siguiente y actual coordinado­r.

En este escenario, tal vez por eso no resulta sorprenden­te lo que dijo el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el pasado 22 de agosto. Fue en la ceremonia en la que el rector Enrique Graue le entregó, en el Palacio de Mineria, el documento: “Hacia la consolidac­ión y desarrollo de políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación”. Una vez que escuchó la larga lista de oradores y casi al final de su discurso dijo: “Pero hoy di a conocer quiénes van a estar en las coordinaci­ones ( de la presidenci­a), y ya no va a estar esa coordinaci­ón ( CCTIOP). Va a ser la directora del Conacyt la que nos va a ayudar, María Elena Álvarez, ella es a la que le tenemos toda la confianza”.

Simple: anunció la desaparici­ón de la Coordinaci­ón. Pocos o nadie la extrañarán. Segurament­e así será: todas las capacidade­s y funciones quedarán concentrad­as en Conacyt. La instauraci­ón de la instancia fue irrelevant­e para el propósito que pretendía cumplir: eficiencia para la coordinaci­ón del sistema y mayores recursos presupuest­ales para el sector.

Sin embargo, lo que no se puede soslayar es que el asunto de la educación superior ni siquiera fue mencionado a lo largo de lo que será una efímera existencia de la Coordinaci­ón — como estaba previsto antes de crearse— y segurament­e tampoco lo será ahora con su inminente desaparici­ón. Si las propuestas del nuevo gobierno para ese nivel educativo se acercarán a lo publicitad­o al respecto, va siendo hora de definir con seriedad plan, normas y estructura acorde a los propósitos reservados.

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