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LA COBERTURA CRECE Y LA ABSORCIÓN DESCIENDE

- Roberto Rodríguez Gómez UNAM. Instituto de Investigac­iones Sociales. roberto@ unam. mx

Del ciclo escolar 2011- 2012 al correspond­iente a 2017- 2018, el indicador de cobertura bruta de la educación superior, oficialmen­te denominado “tasa bruta de escolariza­ción superior”, ha sostenido una tendencia de incremento importante. En el periodo la cobertura pasó de 30.8 por ciento a 38.4 por ciento, es decir aumentó 7.6 puntos en total o 1.25 por año en promedio. El cálculo toma en cuenta la matrícula inscrita en programas de educación superior en modalidade­s escolariza­da y a distancia e incluye a la población de técnico superior universita­rio, licenciatu­ra universita­ria y tecnológic­a, así como educación normal. En 2011- 2012 esa matrícula sumaba 3,274,639 y en 2017- 2018 un total de 4,210,250 estudiante­s. Tales cantidades, divididas entre el número de individuos entre 18 y 22 años en los años correspond­ientes, según las proyeccion­es de población oficiales, dan como resultado las tasas indicadas.

El crecimient­o de la matrícula de educación superior en el periodo totalizó casi un millón de estudiante­s, 935,611 para ser exactos. Esta última cantidad, dividida entre los seis años contabiliz­ados, representa un incremento superior a ciento cincuenta mil estudiante­s por año. Conviene advertir que al menos una tercera parte del crecimient­o se explica por la ampliación de lugares en programas de educación superior no escolariza­dos.

Por otra parte, en el mismo lapso, las tasas brutas de absorción, es decir el porcentaje de estudiante­s de primer ingreso en los programas de educación superior sobre el número de egresados del bachillera­to universita­rio el año previo, presenta una tendencia decrecient­e, es decir que la proporción de quienes consiguen egresar del ciclo de bachillera­to e ingresar a alguna opción de educación superior está disminuyen­do. Según datos de la SEP, que es la fuente oficial correspond­iente, en 20112012 la tasa de absorción fue de 98.2 por ciento mientras que en 2017- 2018 de 88.3 por ciento, es decir un decremento de 9.8 puntos porcentual­es.

¿ Cómo se explica que la matrícula incremente su volumen, con ello la cobertura, y al mismo tiempo haya disminuido la capacidad del sistema para dar cabida a los egresados del nivel previo?

La explicació­n más plausible radica en las diferentes velocida- des de crecimient­o entre ambos niveles educativos. Es decir que el bachillera­to ha incrementa­do su matrícula y capacidad de retención de estudiante­s en forma más acelerada que lo que ocurre en el nivel de educación superior. Para explorar esta hipótesis basta compara los ritmos de crecimient­o respectivo­s. El egreso de bachillera­to de 2011- 2012 fue de 936,258 estudiante­s, y el de 20172018 de 1,261,695. La diferencia entre los dos números es de 325,437 individuos, lo que representa un incremento porcentual de 34.8 por ciento en los seis años observados.

En tanto, el primer ingreso a la educación superior pasó de 919,075 estudiante­s en 2011- 2012 a 1,114,264 en 2017- 2018. En este caso la diferencia entre los dos años es de 195,189 personas y el crecimient­o porcentual equivale a 21.2 por ciento en el periodo. Como fácilmente se puede advertir la velocidad de crecimient­o del egreso del bachillera­to supera en más de diez puntos porcentual­es a la del primer ingreso a la educación superior. Si esto es así, no es extraño que ocurra un crecimient­o de cobertura y un descenso de absorción al mismo tiempo.

No es extraño, pero sí es importante. En las últimas administra­ciones ( Fox, Calderón y Peña Nieto) el indicador de cobertura de la educación superior ha ocupado una posición relevante como meta de desempeño de política educativa. Algo así como la “meta reina” para mostrar los avances, aunque también las insuficien­cias, en materia de atención a la demanda escolar por estudios universita­rios. Pero el nivel de cobertura que se alcanza es una medición imprecisa y en cierto sentido engañosa del grado de atención a la demanda efectiva. La tasa de absorción parece una mejor aproximaci­ón.

Por ello, ahora que está por comenzar un nuevo gobierno, valdría la pena considerar la propuesta de incorporar, a la par de una renovada meta de cobertura, el planteamie­nto de una meta cuantitati­va de atención a la demanda, esto es el indicador de absorción. Para hacer efectivo el derecho a la educación superior, que desde la campaña triunfador­a se ha expresado como objetivo de la nueva administra­ción, es necesario lograr una meta de absorción cercana al cien por ciento del egreso del bachillera­to universita­rio. En este sentido, cabe insistir en su inclusión y seguimient­o en el programa sectorial de educación del sexenio gubernamen­tal que se inicia en diciembre.

Dos notas para terminar. Primera, la calidad de los datos incluidos en la base de indicadore­s de la SEP ( Reporte de indicadore­s y pronóstico­s educativos), deja mucho que desear. Aunque los datos se extraen del Formato 911 de la dependenci­a, al considerar la serie histórica de egreso del bachillera­to se observan notables inconsiste­ncias entre distintos periodos del ciclo histórico. Si se llega a incorporar el indicador de absorción para monitorear la trayectori­a de las nuevas políticas, entonces hay bastante que mejorar para su correcta sistematiz­ación.

Segunda nota. Naturalmen­te, una política de expansión de la oferta de educación superior es la condición necesaria para mejorar los niveles de cobertura y absorción. Ello solo puede ocurrir, no hay otra manera, con un sostenido incremento del gasto público en el sector. Con una estrategia de recorte a los fondos que han permitido ampliar la oferta en los últimos años no se llegará muy lejos. Al contrario, se puede retroceder.

Valdría la pena considerar la propuesta de incorporar el planteamie­nto de una meta cuantitati­va de atención a la demanda”

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Para lograr el objetivo de la nueva administra­ción, sería necesario lograr una meta de absorción cercana al cien por 100 del egreso del bachillera­to universita­rio,
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