“Nube que a la noche esclarecía”
Contra mi costumbre, comencé a leer el libro de Alejandro Toledo — Instantáneas de la beatlemanía y otros apuntes sobre música y cul
tura— por el principio. Con cierta reserva, abordé el primer capítulo, titulado “Instantáneas de la beatlemanía”, y seguí leyendo y seguí leyendo. Me preguntaba si tendría sentido escribir más líneas acerca de los Beatles, la beatlemanía y los iluminadores ( y contradictorios) años sesenta. Después de tantas películas, documentales y de la insuperable Antología, ¿ habría algo por agregar a la historia de los Beatles? ¿ Tendría sentido escuchar a los Beatles en 2018? ¿ Cuál sería su mensaje? ¿ Cuáles serían las vibraciones que pulsarían en los jóvenes nacidos después de 2000? Y seguí leyendo y seguí leyendo.
La lectura me suscitaba algunas interrogantes y eso es muy valioso en el libro de Toledo: de manera cordial estimula la reflexión crítica. ¿ Con todo lo afectado que comporta el término, es clásica la música de los Beatles? ¿ Qué sentido tiene, hoy, la beatlemanía? ¿ Existe aún? Mientras escuchaba una lujosa recopilación de Dark Country & Southern Gothic, en Youtube, recordé que, hace sólo unas cuantas semanas, el Parlamento Europeo desechó una iniciativa — apoyada por sir Paul McCartney— para regular el material que suben los internautas a ciertas plataformas. Un áspero pleito, comercial y político, que involucra a las grandes corporaciones, a los usuarios de internet y a los derechos de todo mundo. El altercado no ha concluido. Y me llegó entonces el inevitable contrafáctico: ¿ qué hubieran opinado los Beatles? No pude evitar preguntarme de inmediato: ¿ se borrará la música de los Beatles en Youtube? Dejé de interrogarme y seguí leyendo.
En el muy interesante capítulo “Conformarse vende”, Toledo reitera la pertinencia del debate reflexivo. Al abrir la crítica a los autores del ingente Rebelarse vende: el negocio de la contracultura ( Taurus; 2005), Toledo recoge una fascinante polémica que está lejos de terminar. Yo la actualizo en el prosaico ámbito de internet. El lenguaje postmoderno, de raíces sesenteras y setenteras, proporcionó la retórica perfecta a la ultraderecha estadounidense y sus verdades alternativas. De adicional manera, el lenguaje postmoderno está presente en las novedosas estrategias comerciales por internet. Con esta envoltura las redes sociales han sido la gran trampa para que sus dueños se hagan multimillonarios vendiendo los datos de los usuarios, sus hábitos de navegación y buena parte de su intimidad. Esta controversia rubrica que, en efecto, la cultura de hoy no se entendería sin los años sesentas. Y seguí leyendo.
Así llegué al lado oscuro de la luna. Con Pink Floyd, por supuesto. A propósito, la famosa portada no contiene una pirámide: se trata del prisma de Newton descomponiendo la luz blanca en su espectro visible. Aún estremece el lado oscuro de Syd Barret y aún deslumbra la experimentación sónica, la fama, el dinero y el espectáculo teñido de preocupaciones sociales y filosóficas. ¿ Será también clásica la música de Pink Floyd? ¿ Puede ser clásico lo experimental?
En eso estaba cuando me asaltó una típica tentación sesentera: picarles el humor propio a los cansinos conspiranoicos. Aquí va: diversas misiones de países varios los han fotografiado. Ahí están los restos del Apolo XI, evidencia física irrefutable. No viene mucho al caso ¿ o quizá sí? Pero como dice el simpático personaje interpretado por Christoph Waltz — en esa ilustre escena de la película Django Unchained—, cuando mata al odioso terrateniente sureño: “No me pude resistir”. Bueno, son algunos ecos humorísticos de los lejanos/ cercanos años sesenta. Addenda: está comprobado que el LSD induce visiones, pero que no provoca sueños. La siniestra y sesentera historia del LSD daría para mu- cho blablá, pero no hay necesidad.
Y yo seguía leyendo: del boom latinoamericano, de la cantante islandesa Björk, del poeta Oliverio Girondo, de Mozart, de la nostalgia en la radio, de las canciones que sellan y jalonan la vida, de la vida a secas, de la psicodelia a secas, de la música viva en la cultura cotidiana, de la música viva en nuestras ficciones.
A pesar del título, Instantáneas de la beatlemanía y otros apuntes sobre música y cultura no es — parafraseando el famoso verso de Keats— un libro para viejitos, ni para jipis de la tercera edad ( Alejandro Toledo tenía sólo cuatro años cuando surgió el Verano del Amor y siete cumplidos cuando los Beatles se disolvieron como grupo): es un libro cordial, sumamente cordial. Con temas vivos en esta espiral de las décadas que nos configuran. Si usted lo lee, le garantizo varios momentos de relajante amenidad. Aborde el submarino amarillo y buen viaje hacia Bizancio.