Milenio - Campus

OGRAMA DE LECTURA

- JUAN DOMINGO ARGÜELLES

los libros y donde menciona que lee con sumo cuidado las obras de los autores que considera detestable­s: “para conocer bien al enemigo”, acota. Gray: “No existe cosa tal como un libro moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos”. El leguleyo creía haber acorralado a Wilde, y le soltó esta tontería: “¿ Entonces un libro bien escrito que sugiera puntos de vista perversos puede ser un buen libro?” A lo cual Wilde le respondió, con preciso razonamien­to: “Ninguna obra de arte sugiere puntos de vista. Los puntos de vista pertenecen a gente que no es artista”. Antes de condenar a Wilde a prisión, el abogado de la Corona, Charles Frederick Gill, interrogó del siguiente modo al escritor: “¿ Cuál es ‘ el amor que no osa decir su nombre’?” A lo cual el autor de Salomé respondió: “El amor que no osa decir su nombre, en este siglo, es el amor de un hombre maduro y un hombre joven, como el que existía entre David y Jonathan, tal como aquel que Platón usó como la verdadera base de su filosofía, y tal como el que se encuentra en los sonetos de Miguel Ángel y Shakespear­e”. Pero, claro, Wilde les daba cátedra de arte y literatura a quienes sólo entendían de moral y, especialme­nte, de una moral determinad­a.

Por ello es inconvenie­nte, y hasta peligroso, relacionar lectura con moral. El presidente se confunde: quizá quiera referirse a ética y no a moral. Los individuos libres, tal como Wilde, incluso en sociedad, defienden una “ética” ( conjunto de normas positivas adoptadas por propia elección, con conciencia y voluntad) y no una “moral” ( conjunto de normas establecid­as en el seno de la sociedad, que se impone, con su peso “virtuoso”, por influencia y vínculo, a cada uno de sus integrante­s). La “moral” cambia todo el tiempo, y no es lo mismo la moral cristiana que la moral protestant­e, así como no es lo mismo la moral entendida por Alfonso Reyes, en su Cartilla de 1944, que la moral entendida por André Comte- Sponville, en su Invitación a la filosofía, en 2000. Justamente, Comte- Sponville nos previene de no mirar al vecino cuando hablamos de “moral”; hay que mirarse a sí mismo, pues, citando a Alain, “la moral no es nunca para el vecino”. O, dicho de otro modo, por el propio Comte- Sponville: “Sólo tú sabes qué debes hacer, y nadie puede decidir por ti”. O, mejor aún, dicho por Rousseau: Ya que uno es libre, pero vive en sociedad, “busca tu bien con el menor daño posible para los demás”. Alfonso Reyes, en su Cartilla moral ( unas páginas que escribió por encargo) es moralista, pero aun suponiendo que es ético, esa moral sólo le viene bien a él. No leemos libros para hacernos morales; leemos libros para conversar especialme­nte con los difuntos, y para oír, con nuestros ojos, a los vivos, enriquecer nuestra expe- riencia, comprender a los otros y tratar de comprender­nos y, si acaso nos va bien, disfrutar las páginas que admiramos, las ideas que tomamos prestadas o que hacemos nuestras, para vivir un poco más o para tener incluso otra vida. ¿ Mejor? ¡ Ojalá! Pero no hay nadie que nos lo garantice. Ni el mejor libro puede hacer mejor a una persona, y, por cierto, no la hará peor, por el sólo hecho de leerlo. Y habría que preguntarn­os, siempre, qué entendemos por “mejor” y por “mejoría”.

¿ La lectura y la escritura producen siempre mejores personas? Esta pregunta la formulé a los lectores eminentes ( también escritores) con quienes conversé para mi libro Historias de lecturas y lectores. Ninguno de ellos dio una respuesta ingenua. El poeta Efraín Bartolomé dijo: “La lectura no te hace un ser humano mejor, sólo de hace un mejor lector: alguien que disfruta más de esta actividad típicament­e humana que se llama leer. Con la lectura puedes desarrolla­r una actitud fascista o una actitud humanista”. Fernando Escalante Gonzalbo respondió: “Sería lógico pensar que, a fuerza de leer, uno debería hacerse más tolerante, más abierto, humilde, es decir, eso que llamamos una mejor persona. El siglo XX, sin embargo, atestigua una historia diferente”. Julieta Fierro dijo: “La mejoría es un término muy relativo, pero de lo que sí estoy segura es de que las personas que leen pueden desarrolla­r mucho mejor sus habilidade­s, que aquellas que no lo hacen. El uso que les dé a esas habilidade­s ya es otro asunto”. Y luego Francisco Hinojosa: “La tendencia sería a que esto fuera así, pero no podemos olvidar de que incluso lecturas virtuosas y aun religiosas han dado muy malas personas. La cárcel está llena de gente que lee la Biblia. Y lo cierto es que la lectura no se puede calificar desde un punto de vista moral”. Y el español Carlos Mata: “Los libros no otorgan a nadie el salvocondu­cto de la rectitud. Esa virtud se gana con el comportami­ento, no depende de las lecturas”. Y también Carlos Monsiváis: “No. Producen mejores personas en quienes son mejores personas”. Y, finalmente, Elena Poniatowsk­a: “No, y esto representa, al menos para mí, un verdadero drama existencia­l”.

Poeta, ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus libros más recientes son Un instante en el paraíso: Antimanual para leer, comprender y apreciar poesía ( Universida­d Autónoma de Aguascalie­ntes/ Laberinto Ediciones, 2016), El libro de los disparates: 500 barbarismo­s y desbarres que decimos y escribimos en español ( Ediciones B, 2016), El último strike ( UJAT/ Laberinto Ediciones, 2016), En la boca del lobo: La verdadera historia de Caperucita Roja ( Fondo Editorial Estado de México, 2016), ¿ Qué leen los que no leen? ( Océano, 2017, nueva edición defi nitiva), Antología esencial de la poesía mexicana ( Océano/ Sanborns, 2017), Por una universida­d lectora y otras lecturas sobre la lectura en la escuela ( Laberinto, nueva edición defi nitiva, 2018), Las malas lenguas: Barbarismo­s, desbarres, palabros, redundanci­as, sinsentido­s y demás barrabasad­as ( Océano, 2018) y La lectura: Elogio del libro y alabanza del placer de leer ( Fondo Editorial del Estado de México, tercera edición, 2018).

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico