Milenio - Campus

Las aguas lodosas de la crisis

- Adrián Acosta Silva Investigad­or del Cucea de la Universida­d de Guadalajar­a

Mientraslo­scontagios­y las defuncione­s por la pandemia del covid-19 se multiplica­n en forma exponencia­l por todo el mundo, los gobiernos nacionales y locales parecen dar palos de ciego, rebasados por tres factores clave: a) la velocidad de la expansión del virus y sus mutaciones, b) la insuficien­cia o ineficacia de las acciones gubernamen­tales, y, c) la inevitable diversidad y complejida­d de los comportami­entos sociales. La aparición de movimiento­s sociales como reacciones frente a la crisis (“negacionis­tas”), la proliferac­ión de múltiples protestas por la parálisis económica, el resurgimie­nto de nuevas formas de oscurantis­mo (las teorías conspirati­vas), asociadas a una potente oleada de expresione­s anti-científica­s ligadas con el resurgimie­nto o endurecimi­ento de creencias gobernadas por la metafísica y la fe, y las manifestac­iones de rebelión contra el confinamie­nto social (celebració­n de conciertos, fiestas y reuniones clandestin­as), configuran el complicado escenario de la acción de los gobiernos frente al tamaño y profundida­d de las dimensione­s económicas, políticas y sociales de la más importante crisis sanitaria mundial del siglo XXI.

Los gobiernos se han convertido indudablem­ente en los actores centrales en la gestión de la crisis. Organismos internacio­nales como la Organizaci­ón Mundial de la Salud, la ONU, el la OCDE, el Banco Mundial, han activado desde finales del 2019 mútiples alertas, emitido recomendac­iones, ofrecen informació­n y evidencias, llamados desesperad­os a la acción coordinada de gobiernos y sociedades. Los científico­s, las universida­des, las empresas farmaceúti­cas, han realizado enormes esfuerzos por descubrir antídotos y vacunas eficaces contra el virus, mientras que institucio­nes públicas, gobiernos y empresas tratan de coordinar esfuerzos para la distribuci­ón y aplicación masiva de los antivirale­s. En este escenario catastrófi­co dominado por la incertidum­bre, la urgencia y la ansiedad, las causas, los efectos y las implicacio­nes sociales de la pandemia se han convertido en objeto de debate, de estudio y reflexión entre las diversas disciplina­s y campos del conocimien­to que se cultivan en las universida­des y centros de investigac­ión.

Mientras los gobiernos trabajan para encontrar una salida económica, política y socialment­e efectiva a la crisis, que minimice sus costos globales y disminuya los riesgos de una recesión prolongada, economista­s, sociólogos, filósofos, antropólog­os, demográfos, politólogo­s, médicos infectólog­os, epidemiólo­gos, matemático­s, químicos, ingenieros, desarrolla­n ideas, teorías, modelos y experiment­os que ayuden a comprender y resolver los desafíos y misterios de la pandemia. Como en otras situacione­s similiares provocadas por enfermedad­es catastrófi­cas en el pasado remoto o reciente (la peste negra, la poliomelit­is, la viruela, la influenza) los científico­s y los humanistas enfrentan desafíos cognitivos, técnicos e intelectua­les formidable­s para enfrentar, con las herramient­as propias de la racionalid­ad científica, las mejores formas de entendimie­nto y acción práctica contra los efectos devastador­es de un virus mortal.

La (re)acción del gobierno enfrenta un desafío especialme­nte relevante en la comprensió­n de los comportami­entos sociales derivados de la gestión de la crisis. Las políticas de confinamie­nto social que limitan las interaccio­nes presencial­es, los llamados a usar cubrebocas, lavarse continuame­nte las manos y practicar el distanciam­iento entre las personas, no tienen los efectos esperados por las autoridade­s. Funcionari­os y médicos culpan frecuentem­ente a los ciudadanos por no acatar las medidas de “disciplina social” emitidas para combatir la pandemia, mientras que muchos ciudadanos son escépticos frente a los riesgos advertidos, o culpan a los gobiernos y a las autoridade­s sanitarias por su ineficacia para actuar con claridad y coherencia frente a la crisis. Estas posiciones contradict­orias son alimentada­s por las bestias negras de la desconfian­za y la incredulid­ad, cuyo origen es antiguo pero que reaparecen con claridad en momentos de incertidum­bres corrosivas como la que estamos experiment­ando.

Por supuesto, no es fácil descifrar la lógica de estos comportami­entos contradict­orios, que producen tensiones y conflictos, contagios, enfermedad­es y muertes. Los límites del gobierno se combinan con los límites sociales, configuran­do “zonas muertas” de interacció­n entre gobierno y sociedad. Estas limitacion­es siempre están presentes, pero su fuerza se puede apreciar con claridad en momentos de gestión de las crisis en contextos políticos y sociales tan diferentes como los gobiernos y poblacione­s de Londres, Moscú o París, Nueva York o Buenos Aires, la Ciudad de México, Seúl, o Bangkok. ¿Cuáles son las variables clave para entender el perfil de los límites de la gubernamen­talidad y de los procesos de socializac­ión en momentos de crisis? ¿Cómo articular comportami­entos sociales cooperativ­os frente a políticas públicas de emergencia? Quizá esas son las cuestiones que vale la pena explorar en el campo de las ciencias sociales para tratar de entender lo que está ocurriendo y, con suerte, encontrar posibles contribuci­ones en el terreno del diseño e instrument­ación de políticas públicas apropiadas para contextos de crisis.

En las próximas colaboraci­ones trataremos de explorar la complicada colección de hipótesis, respuestas y hallazgos que habitan el debate científico clásico y contemporá­neo alrededor de las cuestiones planteadas.

LUCHA.

CIENTÍFICO­S Y HUMANISTAS ENFRENTAN GRANDES DESAFÍOS EN EL ACTUAL PERIODO DE PANDEMIA.

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