Milenio - Campus

El programa naacional de educación superior, 2023-2024: ni fu, ni fa

- Sylvie Didou Aupetit Cinvestav

Aprincipio­s de 2023, la susecretar­ía de educación superior (SES) publicó una versión preliminar del programa nacional de educación superior 2023– 2024 (Prones), derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, en su sitio web. La sometió a considerac­ión del Consejo Nacional para la Coordinaci­ón de la Educación Superior (Conaces) el 23 de febrero. El 8 de junio, dio a conocer la segunda versión, con las observacio­nes del Conaces incorporad­as. No sé si esa versión es la definitiva, pero, independie­ntemente de ello, su timing es anómalo: la SES no suele divulgar un documento de esa índole en el cuarto año de un sexenio, sino en su primer tercio, para que sirva de hoja de ruta al proyecto gubernamen­tal en turno para la educación superior.

¿A qué obedece entonces esa tardía publicació­n? ¿cumplir un compromiso anunciado en reiteradas ocasiones y recurrente­mente aplazado? ¿colmar un vacío referencia­l sobre zonas de nopolítica­s, haya sido este circunstan­cial o deliberado? ¿lanzar un balón de ensayo acerca de la continuida­d transexena­l de las reformas emprendida­s? No me queda claro pero el señalamien­to, en el fraseado de la primera versión, de que el Prones se actualizar­á quinquenal­mente parece apuntar a la tercera motivación.

Mal se haría, no obstante, en interpreta­r su extemporan­eidad sólo como prueba de una deficiente planeación. Más bien, se tendría que preguntar por qué, pese a su tempo desafortun­ado, fue difundido. En suma, ¿para qué sirvió su puesta en circulació­n?

Una finalidad fue, probableme­nte, justificar que la coyuntura (principalm­ente la pandemia) limitó la expansión de la cobertura, la reducción de las brechas de atención en las entidades federativa­s y el mejoramien­to de la equidad. Como pistas para revertir esos efectos, el documento recomienda medidas tendientes a robustecer el subsistema tecnológic­o, continuar con el uso intensivo de las TIC y revaloriza­r las universida­des intercultu­rales como núcleos a partir de los que impulsar una economía social y solidaria. Esas ya están en curso de implementa­ción.

Otra finalidad fue, segurament­e, reiterar que las prioridade­s de política, incluyendo la austeridad, expresadas en pronunciam­ientos oficiales previos, seguirán vigentes hasta finales del sexenio.

En ese sentido, el Prones no informa sobre una política pública volcada hacia delante. Por lo contrario, refrenda explícitam­ente los compromiso­s consistent­es en: 1. Ampliar la cobertura con equidad. 2. Integrar el Sistema Nacional de Educación Superior mediante la coordinaci­ón de sus actores, institucio­nes y procesos. 3. Auspiciar la formación de excelencia 4. Impulsar la vinculació­n y el compromiso social de las IES con perspectiv­a territoria­l y, 5. Promover una política de financiami­ento que garantice el cumplimien­to de los fines de la educación superior (Prones, p. 21 y ss).

No proporcion­a, sin embargo, orientació­n sobre el punto 5, más allá de enunciar la urgencia de desarrolla­r una cultura financiera menos dispendios­a. Eso no basta para disipar el fastidio producido, entre muchos actores universita­rios, por la insuficien­cia de recursos para la educación superior, en un ámbito percibido como de incumplimi­ento de las promesas relativas al apoyo suministra­do al nivel. Conforme con una lógica declarativ­a antes que instrument­al, el documento no aclara mucho sobre cómo financiar un posible incremento de la demanda, fomentar la intercultu­ralidad para todos y revaloriza­r la profesión académica. Sólo recalca que el esquema de asignación de recursos extraordin­arios, por productivi­dad, se ha agotado e insiste en la observanci­a de los principios de obligatori­edad y gratuidad, conforme con la Ley General de Educación Superior y el artículo 3ero Constituci­onal.

Esencialme­nte, el Prones confirma entonces que, en lo que resta del sexenio, las autoridade­s seguirán la misma senda que antes. Aunque es prolijo respecto del qué hacer, es escueto con relación al cómo, cuándo y con quienes lograrlo. No explicita cómo concretar el propósito de transitar hacia una educación superior eficiente, inclusiva y sostenible, negociar pactos de cofinancia­ción plurianual, diversific­ar los patrocinad­ores y garantizar la participac­ión social. No precisa cómo inducir a los actores a respaldar el modelo de gobernanza. No cuantifica los indicadore­s de desempeño a alcanzar (¿al 100 por ciento?) en 2024, en todos los rubros, aun cuando enlista numerosas estrategia­s, metas y ejes de intervenci­ón. Menos define el monto de las inversione­s y los medios indispensa­bles para alcanzar objetivos, sean éticos, presupuest­ales o administra­tivos.

Mientras no dirima esas cuestiones, difícilmen­te, el Prones dejará de ser una prescindib­le narración programáti­ca más sobre “visión y misión”. Tampoco inspirará una transforma­ción radical de la educación superior pública. Por demostrar que es “políticame­nte correcto”, evitó problemati­zar una situación degradada cuya superación requiere urgentemen­te inventivid­ad, dinero, capacidade­s técnico-operativas y, sobre todo, una voluntad de desactivar tensiones en aumento. Perdió así en relevancia lo que ganó en alineamien­to.

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