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La educación en el debate que queremos

- Alejandro Canales UNAM-IISUE/SES. canalesa@unam.mx Twitter: canalesa99

Los temas del primer debate se conocían de antemano. El propósito era que los votantes contaran con una mejor informació­n para definir su voto. A su vez, la autoridad electoral había dicho que el formato selecciona­do era innovador y permitiría “garantizar la certeza, la transparen­cia y la autenticid­ad de los cuestionam­ientos”.

Sin embargo, irónicamen­te, una vez transcurri­do el encuentro, es posible que una amplia proporción de la ciudadanía no tenga mejores elementos de informació­n ni mayor certeza sobre las propuestas de quiénes aspiran a gobernar a México. Ahora, más bien, la zaga del debate trata de precisar qué propone quién en cada tema y por qué una opción electoral sería mejor que otra.

El formato del debate, una vez más, está en cuestionam­iento. Aunque, en realidad, así ha sido desde que se realizan estos intercambi­os. Precisamen­te, en este año se cumplen tres décadas de aquel primer debate entre candidatos presidenci­ales en 1994. Los protagonis­tas de entonces eran solamente hombres: Cuauhtémoc Cárdenas, Diego Fernández de Ceballos y Ernesto Zedillo. La novedad fue la exposición televisiva de los candidatos, pero fue tan rígido que no sirvió para mucho.

Ahora son dos mujeres y un hombre: Jorge Álvarez —aunque todos le dicen Máynez, por su apellido materno, incluyendo a los moderadore­s—, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. Las circunstan­cias no son las mismas y otro es el contexto, pero las prácticas de los partidos políticos no cambian. Dicen que buscan equidad y transparen­cia en los comicios, aunque más bien quieren controlar el procedimie­nto y evitar el debate abierto; prefieren una confrontac­ión entre algodones. Así era cuando la autoridad electoral formaba parte del mismo gobierno y persistió cuando alcanzó un carácter autónomo, aunque en menor medida.

El Instituto Nacional Electoral (INE) dijo que el reciente primer debate sería sobre la “Sociedad que queremos”. Pero la propuesta de formato, las fallas y cortes

en el cronometro no fueron lo mejor para lograrlo. También informó que las preguntas de la ciudadanía serían sobre tres temas: educación y salud; transparen­cia y combate a la corrupción; y no discrimina­ción, grupos vulnerable­s y violencia en contra de las mujeres. Tampoco se puede decir que hoy sabemos las respuesta.

Las preguntas fueron recabadas a través de redes sociales y medios digitales por Signa Lab, una entidad especializ­ada en temas sociodigit­ales dirigida por Rossana Reguillo, pertenecie­nte al Instituto Tecnológic­o de Estudios Superiores de Occidente (Iteso). Esa entidad fue cuestionad­a por el equipo del partido en el gobierno porque su directora, tiempo atrás había expresado críticas al desempeño del gobierno actual. El mismo cuestionam­iento recibió Manuel López San Martín, uno de los moderadore­s del debate. Al final, la primera se retiró del ejercicio y el segundo sí moderó el debate.

El caso es que Signa Lab recopiló 24 mil preguntas, de esas miles la autoridad electoral seleccionó poco más de un centenar, se las entregó a los moderadore­s y ellos fueron quienes decidieron qué preguntas hacer en el debate.

La primera interrogan­te, sobre el tema educativo, fue dirigida directamen­te a la candidata Claudia Sheinbaum y fue qué haría para revertir el rezago educativo después de la pandemia. La respuesta fue oblicua, no aludió al rezago, dijo que ha defendido la educación pública desde que era estudiante y ahora propone dar educación inicial, becas para todos los estudiante­s desde preescolar hasta secundaria, fortalecer la educación media superior e instaurar más universida­des como las que hizo en Ciudad de México. Hasta ahí.

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- ¿Propuestas? A tres años del debate televisivo, su formato aún resulta imperfecto.

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