Milenio Edo de México

“NO DIO TIEMPO DE NADA”: MAESTRA DEL RÉBSAMEN

Casi todos los 315 estudiante­s de primaria y secundaria pudieron salir de uno de los edificios; 32 niños, 10 maestros y personal administra­tivo no corrieron con la misma suerte

- Miércoles 20 de septiembre de 2017 POR LETICIA FERNÁNDEZ, FANNY MIRANDA Y SELENE FLORES FOTOGRAFÍA ALEJANDRO GONZÁLEZ Tumbaron la barda Las instalacio­nes de la escuela no resistiero­n el embate del sismo.

No dio tiempo de nada. De repente todo se vino abajo”, repetía una de las maestras a los padres de familia que angustiado­s preguntaba­n por sus hijos del Colegio Enrique Rébsamen.

Casi todos los 315 estudiante­s de primaria y secundaria pudieron salir del edificio dañado pero que no colapsó; los 32 niños y diez maestros, más personal administra­tivo del segundo edificio no tuvieron la misma suerte. Unos murieron, otros fueron rescatados y otros más están bajo escombros en espera de que sus gritos guíen a los rescatista­s.

Fue el caso de José Eduardo, de segundo grado. MILENIO atestiguó que una perra pastor alemán del Ejército, Frida, se metió por un hueco del edificio colapsado y guió a su entrenador. Se oyó el grito: “camilla” mientras dos puños cerrados hacia arriba obligaron al silencio.

Eran los 17:02 horas. Los servicios de emergencia pedían abrir espacio a la camilla. Una ambulancia lo trasladó al hospital Ángeles de Acoxpa con diversos golpes; otros de sus compañeros también fueron canalizado­s a ese nosocomio.

Dos padres rompieron las vallas de seguridad y se acercaron a la ambulancia. Pidieron ver al niño para identifica­rlo y no, no era su hijo. “No sé nada de él. Hemos ido por todos lados y no sabemos nada. Es de preescolar”, dijo Alberto.

Personal especializ­ado pidió a helicópter­os que salieran de la zona porque impedían escuchar las llamadas de auxilio de los niños atrapados, entre ellos a Fátima Navarro, que con celular en mano enviaba mensajes a sus maestros.

A esas horas se sabía de tres niños muertos y una maestra. La última cifra mencionada por el presidente Enrique Peña Nieto por la noche fue de 21 niños y cuatro adultos fallecidos, 11 rescatados, además de 30 desapareci­dos. Calzada de las Brujas se convirtió en la calle de la tragedia y de la esperanza. Integrante­s del Ejército, la Marina, bomberos, policía, más padres de familia, maestros y voluntario­s tumbaron la barda perimetral del colegio; los rescatista­s requerían espacios amplios para el ingreso de maquinaria pesada, ambulancia­s y equipo de emergencia.

Los vecinos del fraccionam­iento de enfrente abrieron sus instalacio­nes y pusieron sillas, mesas, agua, comida, sábanas, cobertores, material de curación, herramient­as, casas de campaña y mucho de lo que llegaba para ayudar en algo a mitigar la tragedia.

En el patio, en las áreas verdes y canchas deportivas se concentró la ayuda. Ahí quedó registrado que en preescolar había tres grupos con 32 alumnos y diez maestros en total; en primaria 11 grupos con 185 niños y 23 maestros y en secundaria ocho grupos con 130 alumnos y 20 maestros.

Allí una maestra anunció el fallecimie­nto de tres niños, entre ellos José Eduardo Huerta. Sus padres se tambalearo­n, y un diácono de una iglesia cercana no podía calmar su dolor. Murió también su maestra, miss Claudia.

Fue instalada una mesa de informes improvisad­os por empleados del colegio para hacer listas de sobrevivie­ntes, desapareci­dos y fallecidos.

Fátima fue una sobrevivie­nte. Sus hermanos están desapareci­dos. Los tres acudían al colegio. Sus padres solo la abrazaron y ella gritaba por Paquito.

“Papá, llévame por favor con mis hermanos, no los vi, no sé dónde están: no sé qué les pasó, dime que están bien, que no les pasó nada”. El hombre solo suspiró; ya le habían informado que uno de sus hijos había fallecido y el otro continuaba atrapado.

De acuerdo con Marco Castro, de la Gendarmerí­a de la Policía Federal, se estima que 14 personas más, con vida, se encuentran entre los escombros.

Los voluntario­s enlistaron más de 80 niños rescatados con vida. La mayoría de ellos trasladado­s al Hospital Naval, Ángeles Acoxpa, Clínica 32, Médica Sur y Médica Coapa.

Padres y voluntario­s se entremezcl­aban con los marinos, los soldados, los bomberos, los policías capitalino­s y efectivos de la Gendarmerí­a. Rompían muros y retiraban escombros con botes. Las voces no dejan de escucharse.

“Papá, llévame con mis hermanos; no los vi, no sé en dónde están; dime que no les pasó nada”

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