Milenio Edo de México

ALUMNOS SE AFERRARON A SUS COMPAÑEROS, RELATA

“Los derrumbes provocaron lágrimas de quienes vivimos la angustia, el temor propio y ajeno de una ciudad generosa golpeada nuevamente por la tragedia”

- Parecía que el sismo nos quería tirar, narra el profesor. M

No pensé en nada. Sólo en salir del edificio, No sé si sentí miedo de morir o impotencia ante la fuerza de la naturaleza. Todavía se siente el temor de que se repita, pues no sabes qué hacer o en qué lugar protegerte”.

“La interrupci­ón de las comunicaci­ones aumentó la tensión en la Ciudad de México. Lo único que quería era regresar a Tultepec con mi familia”, narra Juan Rodríguez, de 35 años de edad, profesor de historia de escuela Conamap, ubicada en avenida Ignacio Zaragoza.

Un día después del sismo con magnitud de 7.1, originado en el límite estatal entre los estados Puebla y Morelos, a 12 kilómetros al sureste de Axochiapan, Morelos y a 120 kilómetros de la Ciudad de México, ante una aparente calma los habitantes retomaron sus actividade­s cotidianas.

Juan Rodríguez y Diana Menchaca, profesores de la institució­n privada rememoran que el fuerte movimiento parecía tirarlos. Aun así sacaron a los alumnos de las aulas y los colocaron en el patio, algunos vivieron crisis nerviosas.

La angustia incrementó con las fallas en la energía eléctrica y en las comunicaci­ones telefónica­s que imposibili­tó saber de nuestras familias, rememoró el profesor Rodríguez, con domicilio en el fraccionam­iento Joyas de Tultepec.

Durante el sismo, los libreros cayeron al suelo y bloquearon la puerta, esto provocó que alumnas entraran en crisis nerviosa lo que aumentó la tensión por segundos, tiempo que se convirtió en una eternidad, relató Diana Menchaca.

Finalmente levantaron los libreros y bajaron al patio. Cuando descendíam­os por las esclareas, nos topamos con algunos alumnos paralizado­s por el miedo, por lo que algunos alumnos prácticame­nte los bajaron cargando. Ellos se aferraron y no dejaron de abrazar a sus compañeros.

Entre los jaloneos del sismo, los tinacos de agua cayeron y el agua se derramó en el patio, relató el profesor. Parecía que el sismo nos quería tirar.

Con el restableci­miento del servicio de comunicaci­ones, conocí que la familia estaba bien.

Llegar a la casa fue otra angustia, la caída de algunos inmuebles entorpecie­ron el transporte. Había cientos de persona que se trasladaba­n a pie. Las escenas de los derrumbes provocaron lágrimas de quienes atestiguam­os y vivimos la angustia, el temor propio y ajeno de una ciudad generosas golpeada nuevamente por la naturaleza, relató el profesor.

“No sé si sentí miedo de morir o impotencia ante la fuerza de la naturaleza”

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