Milenio Edo de México

- Twitter: @vivircomor­eina Regina Reyes-Heroles C. m

No recuerdo el 19 de septiembre de 1985, tenía cuatro años, pero nunca olvidaré el 19 de septiembre de 2017. Me costó trabajo llegar a la columna y abrazarme a ella y, mientras, pensé lo mismo que usted, lector, y que todos los demás mexicanos que nos cimbramos. Después cerré los ojos dos segundos pidiendo que se acabara. No acabó, siguió.

Muchas horas más tarde logré abrazar a mis dos hijos y a mi esposo.

En 32 años mis hijos de cuatro y siete años no recordarán mucho este 19 de septiembre, quizá solo que me ayudaron a empacar algunas vendas, gasas y medicinas en bolsas… Pero los mexicanos que vi a partir del sismo cargando cajas, con palas y guantes, los que hicieron cadenas humanas, los que llevaron agua o tortas o jeringas, todos tenemos enfrente una realidad distinta, una nueva forma de vernos como ciudadanos de esta ciudad, Cuernavaca, Puebla, Juchitán o de Tonalá…

La vulnerabil­idad que sentimos, en el contexto de un desastre natural resulta en resilienci­a, en resistenci­a, en hacer frente. Pero debemos no solo pensar en cómo seguir ayudando, cómo relevar a los voluntario­s o hacer ahora donaciones online en las institucio­nes que podrán seguir llevando todo lo necesario a los lugares correctos, debemos pensar en lo que viene después y lo que vuelve a demostrar cada tragedia. ¿Se puede estar más listo?

En 1985 más de 757 edificios se colapsaron, según una declaració­n de Elías Miguel Mo

reno, ex titular de la Secretaría de Protección Civil de CdMx a El Universal. Esta vez, hasta el momento en que entregué este texto, iban 44.

Un ensayo de Dara Nix-Stevenson, de la Universida­d de Carolina del Norte, en Estados Unidos, analiza los desastres naturales bajo el lente social y sostiene que “el capital social es un factor clave en el camino hacia una cultura de prevención de desastres y decremento de riesgos; que el capital social puede generar las condicione­s necesarias para el apoyo y la asistencia mutua, así como los mecanismos para que las comunidade­s puedan influir en las políticas públicas”.

La solidarida­d y apoyo de los mexicanos ha sido evidente en este desastre, en los pasados y en los que vengan.

Pero hay que ir más allá. Confieso que no había forma de sentarme a escribir sobre dinero o finanzas personales, mis temas usuales en este espacio, sin recordar el martes. Eso me llevó al capital social y al texto de Nix-Stevenson y de ahí a pensar que al capital social todavía lo tenemos en las manos como ciudadanos. Está en sentirnos bien unos junto a los otros, en sentirnos bien con las diferencia­s, en sabernos parte de algo y en voltearnos y reconocer en el otro una identidad. Esa identidad es la que nos llevará a lo otro, a conseguir juntos una cultura de prevención de desastres e influir en las políticas públicas que nos permitan avanzar para estar mejor preparados.

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