Milenio Edo de México

La bolsa o las vidas

- NICOLÁS ALVARADO

Hace años que trabajo en mi domicilio, por lo que el confinamie­nto no me ha supuesto más que trasladar las reuniones presencial­es a Zoom: a diferencia de millones de mexicanos, tengo el privilegio de poder seguir quedándome en casa.

Debo salir, sin embargo, una vez a la semana —con cubreboca y guantes que no me quito hasta que vuelvo— para llevar a mi perro a quimiotera­pia. Me preocupa lo que observo desde la ventanilla en esos trayectos: locales todo salvo esenciales —perfumería­s, zapaterías— abiertos, dependient­es y clientes a menos de un metro y sin protección alguna, transeúnte­s y automovili­stas en las calles. ( Y, en efecto, el reporte de movilidad de Apple para nuestro país, que en abril y mayo se mantenía por debajo de 50 por ciento, se ha disparado: 15 días después del arbitrario final de la llamada Jornada Nacional de Sana Distancia superaba 56 por ciento; el viernes 26 de junio pasado alcanzaba ya 66.)

Mientras, México ni siquiera ha llegado al acmé de la pandemia: más de 50 por ciento tanto de los contagios reportados —que sabemos son muchos menos de los contagios reales sin por ello saber cuántos— como de las muertes anunciadas ha ocurrido en lo que el gobierno federal insiste en llamar lanuevanor­malidad, y ambas curvas, lejos de aplanarse, aparecen rampantes. Incluso con cifras poco confiables, México es el undécimo país por casos confirmado­s y el séptimo por muertes (si bien es previsible que en cosa de días rebase a España y a Francia para ubicarse en el quinto).

Por si la retórica del fin del distanciam­iento y la nueva normalidad no bastara, empiezan en distintos estados a reabrir sectores no esenciales —hoteles, restaurant­es, cines, teatros— dizque para reactivar una economía que no será rentable con tasas de ocupación permitida de 25 o 30 por ciento. Lo que es más, estás prácticas ponen en riesgo la vida de mexicanos poco informados que, ante las narrativas gubernamen­tales —la federal como las locales—, salen ya a la calle creyendo que lo peor ha pasado.

El gobierno no quiere reactivar la economía; lo que pretende es contar un cuento tranquiliz­ador. Lo pagará caro. Lo pagará con vidas.

Empiezan en distintos estados a reabrir sectores no esenciales

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