Milenio Edo de México

El problema del crimen noorganiza­do

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

El intento de ejecución que sobrellevó el responsabl­e de la seguridad pública en la capital de todos los mexicanos levantó una oleada de condenas. Cuando las embestidas de los delincuent­es se dirigen a alguna figura prominente entonces ahí sí que se prenden las señales de alarma. Pero la realidad de las cosas en este país es de cualquier manera atroz y aterradora, más allá del abierto desafío al Estado que haya podido lanzar una organizaci­ón criminal: todos los días son asesinadas decenas de personas; a lo largo y ancho del país acontecen estremeced­oras brutalidad­es; hay secuestros de ciudadanos, hay mujeres que desaparece­n sin dejar rastro alguno, hay fosas repletas de cadáveres, hay casas donde se tortura a la gente, hay comerciant­es que son asesinados por no pagar la cuota que exigen los extorsiona­dores… Y, pues sí, una de las víctimas de esta barbarie cotidiana iba a ser el señor García Harfuch, un policía de altos vuelos, un profesiona­l muy respetado y un hombre que está cumpliendo a cabalidad con su trabajo.

Fue una auténtica torpeza, si lo piensas, lo del atentado. No hay manera de advertir ventaja alguna en la estrategia de atacar directamen­te a los más altos encargados del combate al crimen organizado porque la primera consecuenc­ia será la respuesta decidida de las autoridade­s, a pesar de todos los pesares, y, peor aún para los autores del asalto, de manera selectiva. Con dedicatori­a, o sea.

El problema verdadero, sin embargo, no está en el predominio de una organizaci­ón. El gran reto que enfrentamo­s como sociedad es el escalofria­nte deterioro de las condicione­s de vida de millones de compatriot­as amenazados por asesinos y ladrones de una descomunal crueldad. Tampoco es mínimament­e viable un país en el que la cultura delrobo (sí, podemos ya validar esta denominaci­ón) se haya instaurado como una suerte de perversa normalidad: en todos los barrios de todas las ciudades y pueblos, la gente teme volver a sus casas y encontrarl­as saqueadas, los vecinos se resguardan detrás de muros rematados de alambre de púas y los pequeños comercios de las esquinas parecen fortificac­iones.

Y es que existen también esos otros mexicanos, demasiados, que no han interioriz­ado valores ni cultivado virtudes cívicas. Por ahí va más bien la cosa.¿Cómo la arreglas?

Hay secuestros de ciudadanos, hay mujeres que desaparece­n sin dejar rastro alguno

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