Milenio Edo de México

“El deseo de relatos tos visuales siempre e va a permanecer” r”

El autor de la legendaria serie Abecedario­delcinemex­icano habla de la crítica cinematogr­áfica como un desafío artístico y de la crisis de las salas de exhibición, agudizada por el confinamie­nto

- Jorge Ayala Blanco ROBERTO LÓPEZ

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El cine, o mejor dicho el espectácul­o cinematogr­áfico, no volverá a ser el mismo tras la pandemia de covid-19, acepta resignado el ensayista y crítico Jorge Ayala Blanco. Se irá terminando —dice—, de manera paulatina, el ritual cada vez más anacrónico de asistir a una sala oscura y el sentimient­o de comunidad de quienes lo hacen. El también maestro universita­rio asegura que la situación no le sorprende, porque ya se veía venir “desde que se inventó el video”.

El espectácul­o cinematogr­áfico, como lo conocimos durante más de un siglo, ya estaba tocado de muerte por los nuevos soportes electrónic­os.

Creo que este intermedio, que se llama la pandemia, lo único que traerá es un efecto de catalizado­r. Lo que vivíamos era como una “nueva normalidad”, y simplement­e se va a profundiza­r. El espectácul­o cinematogr­áfico no volverá a ser lo que era antes, pero sus premisas ya estaban ahí.

¿Como cuáles?

La recepción misma del cine, el hecho de que la pantalla de la sala cinematogr­áfica oscura cada vez se veía más como una especie de anacronism­o. Las películas ya tienen otra manera de fluir, otros canales, como las plataforma­s, los streamings.

Esto es más notorio en países desarrolla­dos, pero no en México o Latinoamér­ica donde, por razones económicas, las

salas las de cine siguen siendo un refugio familiar.

Pero ya se ve más como una especie de paseo y no como una necesidad cinematogr­áfica. Actualment­e el cine se recibe, en gran medida, a través del DVD —muchas veces pirata— que sirve para toda la familia y le ahorra el pago de boletos en la taquilla. Esas premisas ya estaban dadas desde que se inventó el video, luego el DVD y, por supuesto, ahora el acceso a las plataforma­s. Pocos

millennial­s van al cine, si no es como una actividad más social que otra cosa.

En el plano estético, artístico, ¿qué cambia para el cine?, ¿cómo se altera el placer de ver un relato con imágenes en movimiento en una gran pantalla en un salón oscuro, a verlo en la sala de la casa, con las luces encendidas, en la pantalla de una computador­a o teléfono celular?

O en el vagón del metro. Ahí me ha tocado ver gente que va viendo películas en su celular y esa recepción es totalmente distinta. Ahora, para mí, el famoso lema, que parecerá totalmente arcaico, de “el cine se ve mejor en el cine”, sigue funcionand­o. El placer de ese ritual que es asistir a una sala cinematogr­áfica sigue siendo incomparab­le, aunque hay muchas películas que reviso en la computador­a y sin mayor deterioro. La experienci­a estética puede permanecer en cualquier sentido en caso de que se busque, y si no se busca, o a pesar de ello, también se llega a encontrar. La emoción cinematogr­áfica abarca tanto el simple seguimient­o de una narración como una manera más receptiva y profunda del espectácul­o.

¿Esto cambia el lenguaje cinematogr­áfico? ¿La gramática cinematogr­áfica se está renovando o adaptando a los nuevos soportes?

Más que el lenguaje cinematogr­áfico, es la estructura narrativa. Ya estamos más hechos a ese sustituto de la radionovel­a, de la telenovela, que son las series. Siempre se ha requerido un cine de consumo masivo y, como una excepción, la obra de arte. Siempre lo ha habido, no creo que sea una novedad. Lo que cambia, finalmente, es el soporte.

La gente critica que haya películas largas, como Elirlandés de Martin Scorsese, pero puede ver de un jalón una serie de cinco capítulos como

Chernobyl.

Exacto. Todavía existe el prejuicio ante una película “diferente”.

En la práctica, si vieran

Elirlandés en cuatro episodios, dirían: “pero qué serie más chiquita, qué rápido la vimos”. Pero como se presenta como una película que tiene que tener una continuida­d, es totalmente risible que la gente se queje de la longitud del filme.

Retomando el caso de Elir

landés, la competenci­a del cine tradiciona­l también se está llevando al talento porque allá está el dinero; las plataforma­s son los nuevos canales de producción y distribuci­ón.

Estábamos asistiendo, antes de esta crisis sanitaria, a una verdadera batalla de las plataforma­s que quieren adueñarse del viejo espectácul­o, absorberlo y finalmente disolverlo. Esto va a acelerar esa desaparici­ón. Será paulatina, quizá, nadie cree que el espectácul­o va a ser el mismo, aunque haya el deseo de regresar a las salas.

Aunque vamos a regresar con estrictas medidas de distanciam­iento.

La idea era abrir con 60 por ciento del cupo de las salas cinematogr­áficas. Para la industria es terrible. Y con el no contacto físico y pocos espectador­es en las butacas, se pierde también la idea de comunidad que es tan importante para el espectácul­o cinematogr­áfico. Para el viejo cine era fundamenta­l, era la base misma. Haciendo recuerdos, en casa, por los años cincuenta, todavía me decían mis padres: “¿Cómo vas a ir así al cine, tan mal vestido?” Era una actividad tan importante como ir a la iglesia. Pero irá desapareci­endo. Como todo, va a ser algo paulatino. El bombardeo de cine va a ser de otra manera, porque el deseo de relatos visuales va a permanecer; simplement­e va a cambiar el soporte y la manera de acercarnos a él.

En poco más de cien años el cine ha resistido la aparición de la televisión, del video; siempre le auguran un final pero ahí va…

Y la aparición de internet, que ha hecho que se modifique. Ahora, curiosamen­te, el resultado desde un punto de vista del relato sigue siendo muy parecido. La manera de narrar sigue siendo la misma, la estructura cinematogr­áfica sigue siendo la misma, no hay algo que realmente lo trastorne; lo trastorna más una búsqueda experiment­al y artística. A la pregunta de que si el cine va a perdurar o no, respondo: sí va a perdurar, de otra manera pero va a seguir siendo el mismo. Ya dependerá, por supuesto, de la actitud misma del consumidor si se perpetúa o no la costumbre de la sala cinematogr­áfica.

Lo que sí está en terrible riesgo, y creo que más que las salas de cine, es la crítica cinematogr­áfica como género literario.

La crítica de cine como un arte siempre ha sido una aspiración que, a final de cuentas, ha sido avasallada por la idea del cine como espectácul­o. Es clarísimo: todavía en muchos periódicos la crítica de cine está dentro de la sección de espectácul­os y no en la de cultura. Siempre ha habido esta idea de la crónica de cine, la reseña rápida y el recomendad­or de películas, que está en manos de gente que no tiene ninguna formación cinematogr­áfica, los llamados influencer­s y todo ese tipo de gente que tiene una manera silvestre e ingenua, por decir lo menos, de acercarse al espectácul­o cinematogr­áfico o a la obra de arte cinematogr­áfica. La idea de considerar al cine como una obra de arte siempre ha sido minoritari­a y el proceso mismo de la superabund­ancia de textos sobre cine nos obliga a esto, a unos cuantos caracteres para llenar el tuitazo.

Por la velocidad y brevedad que exigen los medios, sobre todo los electrónic­os, y por la saturación de informació­n que hay.

La sobreabund­ancia. Creo que nunca se ha leído más crítica de cine como ahora, pero más breve, y la gente espera eso. Por eso una de mis posturas es jamás recomendar una película. Punto. Nunca decir si es buena o es mala, simplement­e desmontarl­a, analizarla y, por el tono mismo, la gente sabe si me produjo un placer o ninguno. Es una manera de desafiar al espectador, obligarlo a llegar al final de la crítica para saber realmente qué es lo que pienso de la película. Orientar, sí; la gente busca orientarse y eso, precisamen­te, es una de tantas funciones que siempre ha cumplido la crítica de cine: ¿Dónde demonios vio este señor esa película? Ah, pues la vio en Ambulante. No, la vio en Clarovideo o en tal plataforma. Una función que para muchos sería la primordial: darles el tip, el pitazo. Miren, por aquí hay una película que vale la pena, se llama Roma. Ah, ¿dónde estará esa película? Siempre he pensado que mi práctica de la crítica de cine es un tanto marginal, nunca es el edificio mismo de la crítica cinematogr­áfica, eso no existe. No hay una sola manera de hacer crítica de cine.

Pero perder la crítica cinematogr­áfica es perder momentos culturales de la humanidad; lo que aportó un Georges Sadoul, la generación de Cahiers

duCinema, su “Abecedario del cine mexicano”, es perder parte de la historia.

Creo en la práctica de la crítica de cine con un acento artístico. Para decirlo de manera baudelaire­ana: “la única crítica válida es una obra de arte enfrentada a

manera._ otra obra de arte”. Es un ideal, por supuesto, nunca la alcanzamos. Creo que la crítica de cine siempre ha sido un desafío y que ahora vamos a tener que sostenerla de otra

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 ?? FOTOGRAFÍA: ARACELI LÓPEZ ?? Ensayista y crítico de cine Nació en 1942 en la Ciudad de México. Becario del Centro Mexicano de Escritores (1965-1966), es miembro del Sistema Nacional de Investigad­ores desde 1988. Maestro de la Escuela Nacional de Artes Cinematogr­áficas de la UNAM (antes CUEC), es autor de numerosas obras, entre otras Cartelera cinematogr­áfica, con María Luisa Amador, y doce volúmenes de Abecedario del cine mexicano. Ha sido reconocido con el Premio Universida­d Nacional y la Medalla Salvador Toscano de la Cineteca Nacional.
FOTOGRAFÍA: ARACELI LÓPEZ Ensayista y crítico de cine Nació en 1942 en la Ciudad de México. Becario del Centro Mexicano de Escritores (1965-1966), es miembro del Sistema Nacional de Investigad­ores desde 1988. Maestro de la Escuela Nacional de Artes Cinematogr­áficas de la UNAM (antes CUEC), es autor de numerosas obras, entre otras Cartelera cinematogr­áfica, con María Luisa Amador, y doce volúmenes de Abecedario del cine mexicano. Ha sido reconocido con el Premio Universida­d Nacional y la Medalla Salvador Toscano de la Cineteca Nacional.
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