Naranja
Día 106 haciendo homeoffice,homehome, officeoffice o como sea que ahora deba llamarse. Como todos deseo mandar el asunto al averno y salir a que me dé el aire. Y aunque se anuncia el comienzo del fin de esta monserga, tengo mis dudas y bien fundadas. Me cuentan que ya comienzan a notarse visos de actividad. Que en unos días los semáforos irán cambiando de rojo a naranja y que gradualmente los negocios irán reabriendo.
No es por incordiar, pero me late que no estamos exponiendo y en serio. No hemos sido capaces de disminuir los índices de contagios, los casos sospechosos y los decesos por el maldito coronavirus y en esas condiciones resulta absurdo el regreso. Es cierto, a todos se nos queman las habas por andar del tingo al tango, por hacer lo nuestro como habitualmente sucedía, por estrecharnos, apretujarnos y restregarnos con los afectos, y por darle vuelo a la hilacha deshilachada.
Pero en un país como éste las cosas no operan como en otros sitios. Particularmente, porque una parte de sus habitantes se encarga de impedirlo. Si a las naciones del primer mundo les rebrota el virus a pesar de excederse en precauciones y su sistema de salud es privilegiado, qué esperar en un entorno donde a la gente le sigue importando un bledo salir sin cubrebocas.
Esa actitud vale gorro de muchos pobladores de esta geografía es la razón del riesgo latente. No es posible reabrir nada hasta que todos comprendamos la importancia de no salir y de cuidarnos. Por eso hubo necesidad de cerrar las calles céntricas de las ciudades, limitar la colocación de mercados sobre ruedas y los accesos a los fijos y restringir la entrada a comercios a aquellos necios que se niegan a cubrirse las vías aéreas.
La explicación es simple, si se deja al libre albedrío del parroquiano tenochca hará su santa voluntad sin importarle condición sanitaria alguna. “Total, de algo hay que morirse”, “no pasa nada”, “es puro invento de la gente”, o “quieren sanitizar para esparcir el virus”, sostienen los subnormales. Estamos como estamos porque somos como somos, dicen que dice el filósofo de Güemez.
Y para colmo la polarización social sigue su curso, porque el gobierno federal no acusa, luego de 18 meses, el liderazgo que se espera, en este y en tantos otros temas.
Esa actitud vale gorro de muchos pobladores de esta geografía es la razón del riesgo latente