La necesidad del escaparate
La
mesa cinco ya cuenta con un cintillo que expresa “mesa no disponible”, la siguiente se encuentra dividida a la mitad por una barrera plástica; en un área destinada para ciento cincuenta comensales, ahora solo se permitirá una tercera parte. Los meseros llevan, además de su ajuar cotidiano, cubrebocas, mascarilla y guantes de látex; en su mandil han improvisado un espacio para cargar gen antibacterial y un atomizador con agua y alcohol. En cuanto la hostess les indica la llegada de un nuevo comensal, limpian enfáticamente mesa y asiento, tomandeuncarritodeserviciocubre mesa desechable y un juego de cubiertos envueltos en una bolsa plástica; antes de sentarse se le ofrece al cliente más gel antibacterial o la posibilidad de acudir al sanitario para lavarse las manos. El menú ahora es un código QR que, gracias a los avances de la tecnología, es descargado desde cualquier teléfono inteligente.
A las afueras del restaurante la fila se puede calcular en cincuenta personas, de pieyconundistanciamientodeaproximadamente metro y medio. Junto a dicho establecimiento la escena es muy parecida, una tienda de ropa, donde hileras de gente espera su turno para probarse el último grito de la moda, a pesar de que no lo podrá lucir en el paseo dominical, ni en la plaza comercial, mucho menos en la oficina o en una noche de tragos con amigos. Sin embargo, la gente aguarda, mira su celular y se acomoda el cubrebocas.
Mientras que el restaurante puede ser justificado como una necesidad biológica, el resto de los comercios no cuentan con el mismo reconocimiento. Aunque, por el otro lado, se habla de la reactivación económica y los riesgos ante una crisis financiera. Aun así, la forzosa asistencia a un restaurante puede ser cuestionada, pues ya se cuenta con compañías dedicadas a la entrega de comida a domicilio o área de trabajo.
El fenómeno sigue su camino. Hace dos meses Francia permitía la reapertura de tiendas departamentales, y la gente se congrego en “interminables filas”; México, o, mejor dicho, los mexicanos, repiten el mismo patrón. Con esto se abre otro frente, el de la necesidad de ser vistos y atendidos, al menos fuera de las cuatro paredes de su propio hogar. En entregas pasadas se habló de cómo sería la Nueva Normalidad en los restaurantes y expendios de alimentos preparados, y se comentó lo exagerado que parecía, hoy es una realidad; pero, lo verdaderamente interesante será saber que tanto estamos dispuestos a acatar, con derecho a preguntar ¿qué tanto el intento del consumo local y apoyo a la comunidad tuvo impacto? O será que solo fue una moda pasajera, así como la reapertura de una tienda de ropa, donde adquirimos una prenda de temporada, desechable en el siguiente cambio de estación.