¿Gobernar con resentimientos?
resentimiento es una de las emociones que caracterizan a los hombres del poder y suele presentarse en algunos gobernantes. Conozco algunos gobernadores que hacen lo necesario para que sus antecesores no pisen suelo en sus estados, aunque éstos hayan contribuido a su ascenso político.
“Quiero llegar al poder para vengarme de lo que me hicieron a mí y a mi familia”, he escuchado decir a algunos.
Por fortuna no es el caso de mi estado, Guerrero, donde el gobernador Héctor Astudillo ha sido respetuoso y cordial con quienes le antecedimos.
¿Qué hubiera sucedido si en su reciente visita, el presidente Andrés Manuel López Obrador hubiera llegado a la Casa Blanca con un discurso confrontador, haciendo un recuento y reclamar recientes agravios por parte del presidente norteamericano?, ¿convenía a México revivir una relación de “vecinos distantes”?
El discurso de López Obrador ante Donald Trump no estuvo exento de señalamientos a desaveniencias en la relación bilateral, el tono que utilizó frente a un personaje impredecible fue firme sin llegar a la rispidez.
Pese a los malos augurios, la reunión salió avante y dio banderazo al tratado de libre comercio con nuestro cliente más importante.
Yo pienso que AMLO actuó con inteligencia política, porque tenemos claro que hoy lo que más necesitamos es comercio e inversión extranjera que generen nuevos empleos ante la severa crisis que atraviesa el país.
Así como mejorar el trato hacia nuestros paisanos migrantes que envían remesas a miles de familias en nuestro país.
En síntesis, negociar por la vía del conflicto no es buena táctica.
¿Se puede gobernar con resentimientos? Yo digo que no.
La ira es una emoción que si no se controla, puede llevar a la incapacidad de perdonar.
Me llevó varios años para ser gobernador y no me dediqué a sembrar discordia. Ocupé mi tiempo para convencer aquellos que no creyeron en mí. En todo caso: Aplicación estricta de la ley sí, venganza no. Cuando le preguntaron al Presidente si sentía miedo ante las amenazas del crimen organizado a raíz del atentado en contra de Omar García Harfuch, López Obrador reconoció que siente miedo, como todos los seres humanos, pero aclaró que no había cobardía o falta de valor para enfrentar situaciones difíciles.
Y recordé un episodio que me tocó vivir cuando me informaron que el Ejército Popular Revolucionario había sembrado explosivos en un tramo de la carretera por donde yo transitaría, por lo que tomé precauciones. Fue una información falsa.
En otra ocasión, mi esposa Laura del Rocío se encontraba en Igualapa y me alertaron que el evento estaba rodeado de integrantes de este mismo grupo. Concluyó el acto y mi esposa salió sin ningún contratiempo.
Llegué a la conclusión que el EPR dio acuse del diálogo que ofrecí, a pesar de que el gobierno de Ernesto Zedillo no estaba de acuerdo. Él había clasificado a las guerrillas como buenas y malas.
Las dos veces que fui gobernador no faltaron los oficiosos que sugerían aniquilar o encarcelar a mis adversarios políticos, a lo que siempre me negué.
La maestra Gisela Rubach plantea una pregunta muy importante en uno de sus seminarios, dirigida a quienes inician su periodo de gobierno: ¿Cómo quieres que te recuerden al terminar tu mandato? Tener claridad en la respuesta, evitaría a muchos cometer errores.
Detentar el poder conlleva a la par, una gran responsabilidad.
Para no tropezar, las emociones de un gobernante deben ir de la mano de los ideales que lo motivaron a incursionar en política.
Me llevó varios años para ser gobernador y no me dediqué a sembrar discordia