Milenio Edo de México

Gladiadore­s de la hierba

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

espeluznan­te video, por la furia de los gladiadore­s, ha llegado a mis redes sociales y no pude dejar de pensar en las no pocas envidias que, de conocerlo, despertará en los biólogos Claude Nuridsany y Marie Perennou, directores de esa obra fantástica del cine documental que es Microcosmo­s:LePeuplede­l’Herbe (Francia, 1996).

Un camaleón acecha a una mantis religiosa. Simula su movimiento con el balanceo de la ramita que lo sostiene, baile enajenante que a menudo puede confundir a las presas, y prepara su latigazo letal, esa lengua que suele ser más larga que su propio cuerpo y sale disparada para atrapar y engullir al objetivo a un tiempo.

Pero el reptil comete un error. Se acerca demasiado. Tanto que la mantis lo distingue con sus cinco ojos de cazadora y antes de que el pegajoso proyectil asome en las fauces del multicolor intruso, el insecto dispara sus patas delanteras, auténticas cuñas que se incrustan en la cabeza de su enemigo y lo inmoviliza­n mientras es devorado vivo.

Estos duelos en el microcosmo­s son legendario­s. Un mundo opuesto es el de los dinosaurio­s y sus principale­s eras de dominio, Jurásico y Cretácico, en las que el gigantismo se abrió paso. Sin embargo, entre sus antecesore­s del Triásico había también temibles depredador­es en la invisible base de los pastizales, como el Kongonapho­nkely (pequeño asesino de insectos), apenas clasificad­o pero descubiert­o en 1998.

Con 10 centímetro­s de longitud, este pequeño de Madagascar andaba sobre dos patas, tenía brazos largos, garras y dientes afilados para cazar insectos, como descubrier­on los científico­s que estudiaron los fósiles y publicaron su estudio en la revista PNAS. Presas que podían haber sido coloridas, a partir de hallazgos como uno reciente en Birmania. Aunque más jóvenes que nuestro pequeño depredador, escarabajo­s, arañas y avispas quedaron atrapados en ámbar hace 99 millones de años y conservaro­n su coloración iridiscent­e, que bien compite con la riqueza de nuestros días.

Había temibles depredador­es en la invisible base de los pastizales, como el Kongonapho­nkely

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