Milenarios bosques en la entidad envuelven tradiciones y cultura
Desde bosques históricos hasta ahuehuetes con cientos de años, la entidad mexiquense tiene historia y raíces de tradición transmitida en varias generaciones
Enclavado en el centro de la meseta central, entre los dos mil y los tres mil quinientos metros de altura y clima templado, el Estado de México cuenta con el territorio propicio para el crecimiento de todas las versiones posibles de bosque, desde los templados húmedos, pasando por las selvas caducifolias, hasta los de zonas áridas.
Un millón 65 mil 366 hectáreas, que cubren menos de la mitad (47.1 por ciento) de la extensión total del territorio estatal; una masa forestal que lo convierte en el principal recurso natural desde los tiempos prehispánicos. Famosos son los relatos de del Cerro de Tetzcotzingo, cerca de Texcoco, donde Nezahualcóyotl instaló su palacio, creando jardines, cascadas, estanques y baños excavados en la roca, alrededor de un bosque, conformado por gigantescos cedros, que ahora ya no existen y solo podemos imaginar, narra el ingeniero agrónomo Lauro Ponce Castillo, de la Universidad de Chapingo
El primer encuentro entre mexicas y españoles en 1519 se dio en el paso entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, el llamado Ilhualco, daba paso a un continuo y denso bosque de pino y encino en Amecameca, permitiendo ver a los españoles conquistadores la extraordinaria imagen de los lagos del Valle de México, por primera vez, dice.
El violento siglo XIX mexicano volvió escenarios de sangrientas batallas a los bosques de pino, cedros y robles, tan famosos como el de Las Cruces, ubicado entre el municipio de Lerma y Ciudad de México, cercano a La Marquesa, donde se dio una de las luchas más memorables de la Independencia mexicana; ochenta mil hombres encabezados por Miguel Hidalgo se enfrentaron y derrotaron a las fuerzas realistas del teniente coronel Torcuato Trujillo en 1810, sin embargo, Hidalgo decide no avanzar hacia la Ciudad de México, capital del virreinato, dice experto.
Para Lauro Ponce, el crecimiento incontrolado de la población en las periferias urbanas del país y, particularmente, en el Estado de México, ha provocado una gran degradación de los recursos naturales.
Los herederos de los bosques de las palomas
Los herederos de los bosques milenarios se aferran a evitar el colapso cultural y social de sus grupos indígenas que, a pesar de vivir en pobreza extrema, defienden con la fuerza de sus tradiciones la subsistencia. Desde tiempos ancestrales los indígenas se transformaron en vigilantes de las “palomas”, como nombran a la mariposa monarca, que para ellos anuncia el retorno “de las almas de los muertos que auguran la buena cosecha”.
Decretada en el año 2000 Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca para la hibernación de la mariposa monarca, este santuario con más de 56 mil hectáreas, ubicado en la sierra del Campanario, enclavado en el Eje Volcánico del Valle de Toluca, es también una de las principales generadoras de agua destinada al consumo de los habitantes del área metropolitana de Ciudad de México, dice el ingeniero agrónomo, Lauro Ponce Castillo , .
“Cuando se descubrió el fenómeno de migración, los bosques de oyamel y pino cubrían más de 150 mil hectáreas que se extendían en los estados vecinos de Michoacán y el Estado de México”, dice.
Ahuehuete en Chalma
El municipio de Ocuilan cuenta con un vigilante que los supervisa desde hace casi un milenio. El ahuehuete ubicado en la comunidad de Chalma ha sido mudo
Más de un millón 65 mil hectáreas sirven de sustento a sus habitantes
testigo del paso de culturas prehispánicas, muestras religiosas e incluso epidemias.
Su nombre es de origen náhuatl y está compuesto por los vocablos “atl” que significa “agua” y “huehue”, traducido como “viejo”, explicó el cronista del municipio, Jesús López. “De lo que tenemos noticia es que son árboles milenarios y prácticamente este ya se acerca al milenio, tiene poco más de 900 años de vida, prácticamente es un viejo del agua“.
Un poco de historia
Por su ubicación y los vestigios encontrados en el municipio, Ocuilan etimológicamente significa: “Lugar donde abundan los gusanos” y es uno de los primeros lugares en los que hubo asentamientos humanos en la entidad mexiquense, calculando por lo menos 500 años después de cristo.
Aquí es donde reposa este árbol de casi 40 metros de altura, que está protegido con una cerca de acero y se ha vuelto en un punto de reunión importante para visitantes y locales, además de que forma parte obligada para los turistas de tipo religioso, ya que es una tradición pasar junto al árbol cuando se dirigen a las principales fiestas en el Santuario del Señor de Chalma, ubicado a unos 10 minutos.
A pesar de que no hay datos precisos de quién pudo haber sembrado el árbol o cómo fue que llegó a crecer en esta zona, hoy día se le ve vivo, ya que este ejemplar tan robusto todo el año es verde. Asimismo, tiene en su raíz la característica de embellecer el lugar con un cuerpo de agua que brota desde su raíz y que actualmente fue acondicionado como un atractivo turístico.
“De sus raíces brota un manantial… es un camino prehispánico muy antiguo que conducía desde el altiplano central, desde el horizonte clásico teotihuacano hasta lo que hoy son las costas de Guerrero, Oaxaca y Michoacán”.
El árbol fue testigo del paso de Ahuitzol, cuando fue a someter a los pueblos del hoy actual estado de Guerrero; también fue territorio de los Xalmecas e incluso transitó el primer obispo de la Diócesis de México, Juan de Zumárraga.
Abierto a visitantes
Actualmente el sitio es protegido por los ciudadanos y no se cierran a la oportunidad de que cada día haya más visitantes a uno de los centros religiosos más importantes de la entidad mexiquense, en especial cuando la crisis sanitaria sea superada.
“Este árbol se ha considerado como un árbol sagrado probablemente desde antes de la llegada de los españoles, porque ya va para el milenio”. Para llegar a este municipio y visitar esta pieza de la naturaleza hay rutas que van desde CdMx atravesando por municipios del sur que cuentan con un clima cálido y paisajes boscosos típicos de la región.
En Ocuilan, el árbol fue testigo del tránsito del primer obispo en México