El enemigo está afuera
Ymata. Al momento de escribir esto, ha cobrado ya cuando menos 34 mil 730 vidas mexicanas. Para cuando sea publicado, serán más. Y, de seguir así, han de sumarse más cada día. El objetivo prioritario no debería ser, pues, ganar las próximas elecciones, ver la propia popularidad incrementar o la de los adversarios mermar, encontrar culpables. Tendría que ser salvar vidas.
Ni siquiera lo pongo en términos morales. En los términos más pragmáticos posibles no hay carisma, no hay proyecto, no hay programa, no hay transformación que resistan el dolor y el rencor derivados de ver a un ser querido morir, o la propia subsistencia económica ponerse en entredicho ante la indolencia del Estado. Urge corregir el rumbo, replantear el manejo de la pandemia desde todos los frentes.
A estas alturas ha quedado claro ya —y lo ha admitido incluso el gobierno federal, si no en voz del Presidente siquiera en la del funcionario responsable de la política de emergencia sanitaria— que estamos lejos de llegar al fin de los contagios masivos. Cierto, tenemos que aprender a vivir con el virus, y ello pasa por la reactivación de una economía que no puede permanecer cerrada por tiempo indefinido. Habrá entonces que abrir… pero no a tontas y locas.
Urge una estrategia vigorosa y resuelta que comunique a la población la imperiosa necesidad de no salir más que para lo esencial, de portar siempre cubrebocas fuera de casa —y no hay para ello mejor comunicación que el ejemplo—, de evitar las aglomeraciones. El trabajo a distancia debe mantenerse siempre que sea posible. Deben abrir los giros que precisen la presencia en centros de trabajo —los industriales— y velar porque en ellos se observen los protocolos sanitarios. Bien está que haya apoyos directos a la economía informal: deben multiplicarse. Urgen mecanismos —facilidades fiscales, créditos blandos, apoyos directos— para apuntalar otros que no deberían estar abiertos (restaurantes, cines, teatros, comercios no esenciales) por entrañar su dinámica de operación un riesgo innecesario de contagio.
Cuidar las vidas de los mexicanos debería ser un imperativo moral. Hoy, además, es uno político.
Cuidar las vidas de los mexicanos debería ser un imperativo moral