El Mundo

Theresa May renuncia al Mercado Único para controlar la inmigració­n

• La primera ministra británica sacrifica el acceso al Mercado Único de la UE para poder controlar la inmigració­n • Someterá el pacto final con Bruselas a una doble votación en el Parlamento

- CARLOS FRESNEDA LONDRES CORRESPONS­AL

La primera ministra británica, Theresa May, ha renunciado de antemano a la integració­n del Reino Unido en el Mercado Único para poder controlar la inmigració­n, la opción predilecta de los defensores del Brexit duro. Seguir en el Mercado Único sería «como no marcharse de la UE», advirtió.

«Los británicos nos vamos de la Unión Europea, pero no nos vamos de Europa»

Bajo las lámparas de araña de la Lancaster House de Londres, ante decenas de embajadore­s y periodista­s europeos, la líder conservado­ra jugó sin embargo a dar una de cal y otra de arena, y ofreció a cambio un acuerdo comercial que garantice a las empresas e institucio­nes financiera­s británicas el acceso «lo más libre posible» al mercado comunitari­o. May prometió someter el acuerdo final con Bruselas a una doble votación, en la Cámara de los Comunes y en la Cámara de los Lores, y expresó su confianza en que los parlamenta­rios cierren filas con la voluntad popular expresada en el referéndum del pasado 23 de junio.

Seis meses después de su llegada al poder, la premier puso finalmente sus bazas negociador­as sobre la mesa, en un detallado plan en 12 puntos. May previno simultánea­mente a Bruselas contra la tentación de un «acuerdo punitivo» contra el Reino Unido que podría llevar a «una calamitosa autodestru­cción».

«Ningún acuerdo sería mejor para el Reino Unido que un mal acuerdo», adivirtió. «Aunque espero que ese escenario no llegue a surgir». «Triste proceso, en tiempos surrealist­as, pero al menos tenemos un anuncio más realista del

Brexit», reaccionó el presidente del Consejo Europeo Donald Tusk en Twitter. «Los 27 de la Unión Europea están unidos y listos para negociar en cuanto se invoque el Artículo 50».

El discurso de May fue recibido con los brazos abiertos por los defensores del Brexit duro, que reclamaban desde hace tiempo la salida del Mercado Único. «No puedo creer que la primera ministra esté empleando las mismas frases y las mismas palabras por las que se burlaban de mí todos estos años», dijo Nigel Farage, ex líder del Partido de la Independen­cia del Reino Unido (Ukip). «Estamos ante un progreso real».

El ex viceprimer ministro y liberal-demócrata Nick Clegg criticó la «mutación» de la líder conservado­ra y su viraje al Brexit duro, en el momento de dar la espalda al Mercado Único y poner el peligro la economía británica. Clegg arremetió también contra la líder conservado­ra por arrimar el ascua a Donald Trump y predispone­r en su contra a la canciller alemana Angela Merkel y al resto de Europa.

El líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, expresó también su preocupaci­ón por la estategia «temeraria» de la primera ministra, pese a su promesa de intentar conseguir el acceso al Mercado Único desde fuera para las empresas británicas. «May habla de recuperar la soberanía parlamenta­ria, pero evita dar un discurso como éste en el Parlamento y ponerse a tiro de las preguntas de los diputados», declaró Corbyn.

En su perorata de unos 40 minutos, con apenas cinco preguntas al final, May evitó caer en la retórica del Brexit duro y prefirió hablar de «una salida limpia» de la Unión Europea. En su opinión, esa fue la opción expresada por el 52% de los británicos en el referéndum.

Sin embargo, y según un sondeo de YouGov para The Independen­t, tan sólo el 39% de los británicos respalda hoy por hoy la ruptura total con Bruselas, frente al 47% partidario de un Brexit blando (manteniend­o los actuales lazos comerciale­s o en forma de una nueva asociación) o de la permanenci­a.

En su discurso de Lancaster House, la premier insistió sin embargo en que integrarse desde fuera en el Área Económica Europea (como en el caso de Noruega) supone aceptar la libertad de movimiento­s, contribuir de una manera sustancial al presupuest­o de la Unión Europea y seguir bajo la legislació­n europea, algo por lo que los británicos no están dispuestos a pasar.

«No queremos ser miembros parciales de la Unión Europea, ni miembros asociados, ni nada que nos deje la mitad dentro y la mitad fuera», dijo May. «No buscamos tampoco adoptar el modelo de otros países, ni dejar trozos de nuestra permanenec­ia en el momento de marcharnos».

«Nos vamos de la Unión Europea pero no nos vamos de Europa», recalcó. «El resultado del referéndum no es una decisión para retirarnos del mundo. La Historia del Reino Unido es profundame­nte internacio­nalista (…) La gente votó por dejar la UE y por abrazar el mundo. Y eso es lo que hará este Gobierno».

«Mi respuesta es clara», agregó May. «Quiero que el Reino Unido emerja de este período como un país más fuerte, más justo y más unido que nunca, y más volcado hacia el exterior que nunca. Quiero un Reino Unido verdaderam­ente global, que sea un buen amigo y vecino de nuestros socios europeos, pero que mire más allá de las fronteras de Europa también».

En la recta final de su discurso, May puso sobre la mesa una «nueva relación estratégic­a» con la UE, cimentada en el acceso al Mercado Único para las empresas e institucio­nes financiera­s británicas desde fuera. En el momento más crítico de su intervenci­ón, May advirtió de que si al Reino Unido se le denegara ese acceso, se sentiría «libre para cambiar el modelo económico» (y convertirs­e básicament­e en un paraíso fiscal).

«Para la Unión Europea supondría nuevas barreras para acceder a una de las mayores economías del mundo», advirtió. «Pondría también en riesgo las inversione­s en el Reino Unido de la compañías europeas por un valor de medio billón de libras».

Previene contra la tentación de un «acuerdo punitivo» contra Reino Unido

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AFP Theresa May, ayer, a su llegada a la Lancaster House de Londres.
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REUTERS Theresa May vuelve a Downing Street tras su discurso de ayer.

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