Milenio Hidalgo

“A MÍ LOS AÑOS NO ME PESAN”, ASEGURA JAVIER DÍAZ DUEÑAS

El actor, quien recibirá un homenaje por su trayectori­a en el teatro Fernando Solana, habla de cómo los vetos le ayudaron a descubrir facetas, de la plenitud con la que recibe la tercera edad y de los histriones que lo inspiraron

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Aescasa media hora de la tercera llamada en el teatro Fernando Solana, del Centro Social Veracruzan­o, Javier Díaz Dueñas se “apodera” del escenario. Se sienta en el sillón que está colocado al centro del foro y que forma parte de la escenograf­ía de la obra Lecciones para una muerte

feliz. Y ahí empieza a compartir las vivencias que ha escrito en 50 años de carrera, motivo suficiente para que esta tarde le rindan un homenaje en el mismo sitio, durante la función que comparte con Susana Alexander, Sophie Alexander Katz y Mariana Garza.

De entrada, el actor recuerda que fue “el 5 de mayo de 1967”, cuando inició su carrera con Germán Dehesa como director y con compañeros muy queridos que, incluso ya no están, pero que fueron actores de toda la vida, Miguel Couturier y Arturo Laphan, quien dio vida al carismátic­o personaje Pistachón Zigzag y aún sigue en la actuación, “juntos empezamos en esta aventura”. Cumplir 50 años es un buen motivo de celebrar, ¿no? Sí y la mejor manera de celebrar es poder decir: Llego a estos 50 años con salud, con bien, en una magnífica obra como es esta (Instruccio­nes para una muerte feliz), y que Susana me haga el honor de celebrarme. ¿Qué ha sido lo más difícil en su carrera? Pues he tenido vetos de las empresas en las que he trabajado. Televisa me vetó, la primera vez en 1985, luego tuve oportunida­d de trabajar en el 89. En Televisa tienen costumbre de vetarte por lo que sea. Porque hiciste algo que no les gustó, porque trabajaste fuera de la empresa y de manera definitiva me separé de ella en 1996. Pensé que iba a sufrir enormement­e, pero no fue así, porque las veces que me han cerrado el camino, primero Televisa y posteriorm­ente Azteca y Ocesa, que es Morris Gilbert, quien nunca me dio oportunida­d, a pesar de que yo venía haciendo casi todas las comedias musicales. .. (La jaula

de las locas, Eivta, Cats, etc). “Te decía, pensé que iba a ser difícil, pero ahora tengo mucho que agradecerl­es a ellos, porque me obligaron a buscar en otros sitios, a que no me diera por vencido; me di cuenta de que el mundo era mucho más grande que Televisa, que Azteca, que Ocesa. Dejé de hacer comedias musicales; de hecho, yo nunca hubiera experiment­ado mi faceta de actor dramático, yo seguiría haciendo comedias, y la gente diría: Es Javier Díaz Dueñas, el que hace comedias musicales. Y no, ahora la gente me ve y ve la diversidad de personajes que puedo crear”. A veces los malos momentos los retan e incluso uno descubre cosas de uno mismo que no conocía, ¿fue su caso? Sí, hay ese libro que conoce mucha gente que se tituló: ¿Dónde está

mi queso?, Uno se acostumbra y dice: ‘Yo soy actor de Televisa, o yo soy actor de Azteca, o luego yo soy actor de comedias musicales’, pero cuando te cierran la puerta, dices: ‘Y ahora qué voy hacer’. Entonces, descubres que tienes capacidade­s para desarrolla­rte en otras cuestiones, en perfomance, en espectácul­os, en hacer otras cosas como tus propias produccion­es.

“Susana (Alexander) es un ejemplo de eso. Ella nunca ha dependido de la televisión, hace sus propios espectácul­os, es la productora, hace las obras que le gustan y tiene una vida cómoda; no diría de lujo, pero sí con enorme dignidad. Es una gente honesta, reconocida por todo el púbico, y creo que ese es el camino. Uno es el que debe procurarse el trabajo, no esperar a que te lo den, Azteca, Televisa… El mundo es más que eso, y hoy más, porque la televisión se abrió mucho a todos lados, a Netflix, a HBO, en fin”. Después de 50 años, ¿sigue habiendo sueños por lograr?, ¿ahora cuáles son sus objetivos?, ¿hay cosas que han faltado? Siempre hay cosas por hacer, la vida te enseña cada día que hay nuevos obstáculos por vencer, que hay nuevas metas que alcanzar; quiero seguir pintando, lo había dejado mucho tiempo, también quiero seguir haciendo escultura, quiero seguir componiend­o música, que lo hice durante mucho tiempo y luego lo dejé. Quiero seguir escribiend­o libros. Me he puesto la meta de

escribir uno por año. Escribí el de

Memorias gráficas, hace ya dos años, el año pasado escribí otro, que se llama El crepúsculo de mi vida, este año estoy redactando

Reflexione­s; antes hice obras de teatro, hice más de 2 mil 500 horas de televisión, entre telenovela­s, programas infantiles, programas de concurso, siempre hay algo nuevo. Tengo muchas ganas de hacer más series, como XY, que en Canal 11 fue un gran éxito, de hacer cine (en ese medio participó en La hija del caníbal, El búfalo de

la noche y Crímenes de la lujuría), creo que siempre hay un personaje nuevo, sobre todo en esta edad.

“Yo estoy entrando a la tercera edad, y con mucha dignidad; a mí no me molestan las canas, no me molestan las arrugas, me da gusto, porque son los trofeos que muestran lo que ha sido mi vida. Esa vida de esfuerzo, de entrega total, y cada arruga y cada cana es muestra de estos años. A mí los años no me pesan. Al contrario”. A veces no vivimos la etapa en que estamos en la vida, y por eso no la disfrutamo­s, ¿a qué lo atribuye? Es una manera equivocada de ver la vida. Cada etapa tiene sus cosas maravillos­as, ser joven es maravillos­o, es una etapa de descubrimi­ento, de grandes retos, de audacia; luego, la madurez te lleva a una etapa de más calma, de ver las cosas con mucha más sensatez y haces las cosas que responden a eso. Y cuando llega la tercera edad, efectivame­nte, si hay un reto. Cuando pasa uno de los 60 años, se resiste a entrar en esa etapa, en la que has perdido muchas capacidade­s físicas… Porque cuando uno es joven puedes escalar las montañas y tienes toda la fuerza y ese vigor, pero cuando uno llega a la tercera edad ya no. Aunque tienes la capacidad de reflexiona­r, de sentarte en lo alto de la montaña y ver la vida con más paz, con más calma.

“Yo, en esta etapa de mi vida, lejos de no tener trabajo, tengo la suerte de que aún hay algo para mí, porque como actor tienes la maravilla de que en las historias siempre hay alguien viejo, de la tercera edad, además la gente que ve la televisión, curiosamen­te, es mayor de 50 años; entonces, se identifica­n más con los papeles de viejo, no que dejen de gustarte los jóvenes protagonis­tas hermosos o la mujeres preciosas, pero los hombres de carácter, de personalid­ad, son los que le dan fuerza a las historias, son un sustento importante.

“Y en este momento ya no compito con tanta gente, porque se han muerto, se han salido de la carrera, y entonces compito con menos personas y siempre tengo mayores oportunida­des de hacer una serie, una película, una obra de teatro. No me está siendo tan difícil como cuando era joven, que la lucha era con cientos de personas”. ¿Cuáles son sus referentes, cuando era joven a quién admiraba? Admiraba muchísimo a Enrique Rambal, quien vivía muy cerca de mi casa; a José Gálvez, a Carlos Ancira, ahora sigo admirando mucho a actores como Héctor Bonilla, José Alonso, son gente a la que conozco, hice una obra con ellos, se llamó Éxito a cualquier

precio y fue una delicia. Admiraba muchísimo a Ofelia Guilmáin con Susana Alexander siempre quise trabajar, para mí fue una sorpresa muy grande que me llamara, y es un honor poder trabajar a su lado. Como maestro, ¿a quién admira de la gente a la que le ha compartido sus conocimien­tos en las diversas escuelas (CEA, Cefal, Casa Azul) en que ha trabajado? Hay mucha gente que estudió conmigo, que incluso ya son estrellas como el caso de Fernando Colunga, Silvia Navarro, Bárbara Mori, Arath de la Torre o Julio Bracho. Entonces, ¿fue buen maestro? Tuve la oportunida­d de estar donde estaban ellos y ser una guía para que cada uno. Afortunada­mente han triunfado. También hay otros más jóvenes como Caro Miranda, que acaba de salir y ya trabajó en

Señora acero. Creo que he tenido la gran oportunida­d de ser su maestro y verlos triunfar. Incluso hay quien ya me ha dirigido, como Fabián Corres.

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ALFONSO MANZANO Ha sido maestro de Fernando Colunga, Silvia Navarro y Bárbara Mori.

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