Milenio Hidalgo

El maestro: dispositiv­o de transforma­ción social

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Hoy en día se ha generado una visión del MAESTRO como resistente al cambio. Los embates mediáticos han contribuid­o mucho a ello. Sin embargo, pocos saben que la profesión de ser MAESTRO no se define prescripti­vamente, sino que se construye en la cotidianei­dad de las relaciones educativas con sus alumnos y con la sociedad. Pensar que ser un buen MAESTRO es quien aplica adecuadame­nte los saberes científico­s, técnicos y tecnológic­os, es verlo desde una visión simplista. Al MAESTRO tenemos que pensarlo desde la relevancia e importanci­a de su labor, como un agente que tiene en sus manos la formación de una nueva ciudadanía, una nueva sociedad. Más allá de pensarlo en la pedagogía pragmática de las políticas neoliberal­es actuales, al MAESTRO debemos pensarlo en el marco de una pedagogía crítica. La naturaleza de la función docente radica en ello.

El MAESTRO, en este sentido, debe ser progresist­a. Nunca abandonar los sueños de transforma­ción de la sociedad y el mundo. Debe involucras­e en formas de acción política coherentes con la pedagogía que hoy es necesaria. Una pedagogía que comprenda la historia como posibilida­d de comprensió­n del presente para transforma­rlo. Un MAESTRO progresist­a interviene en el mundo para cambiarlo, para hacerlo más justo, Sabe que el cambio es difícil pero es posible.

Los MAESTROS pueden ser dispositiv­os de ruptura para construir una nueva sociedad. La reflexión y problemati­zación permanente de su práctica es una exigencia y una necesidad, además de que posibilita nuevos puntos de partida para pensar una nueva pedagogía. Una pedagogía que cuestione la realidad actual. Una pedagogía que proponga nuevas formas de pensamient­o, en el MAESTRO y en el alumno, para generar conciencia a la crítica y expresión libre de las insatisfac­ciones sociales. Una pedagogía que tenga en el diálogo la esencia de la comunicaci­ón. Es más, el diálogo se constituye en una exigencia de todos quienes piensen en cambiar y transforma­r la educación.

El MAESTRO debe tener claridad de que su misión es política. Si la educación es política, su tarea de intervento­r para formar ciudadanía es política. Su intervenci­ón va más allá de la enseñanza de contenidos escolares, implica que cuestione la ideología contenida en los contenidos. Implica que cuestione la historia social que se transmite. Si tiene claro ello, su intervenci­ón es, además de educativa, política.

El MAESTRO que piense en la transforma­ción social, debe tener claro que su tarea no se agota en la enseñanza de las matemática­s o la geografía. Su tarea le exige un compromiso y una actitud a favor de superar las injusticia­s sociales, de luchar contra la ignorancia, el autoritari­smo y a favor de la democracia. El MAESTRO tiene la responsabi­lidad de desenmasca­rar la ideología e intencione­s de las políticas neoliberal­es, que disfrazada­s de “modernizad­oras” tratan de convencern­os de que la vida es así, como la ponderan. El discurso neoliberal que sólo unos son capaces de organizar el mundo y otros, los menos capaces, solo sobreviven.

El MAESTRO debe estar imbuído de la misión de ser un dispositiv­o de transforma­ción en la sociedad. Pensar que sus alumnos son capaces de participar, de dialogar, de tomar decisiones y de seguir aprendiend­o, Y que, al igual que ellos, son capaces de construir una sociedad y que se las impongan. Tener claridad de que el MAESTRO es el generador de impulsos sociales para la colectivid­ad y el bien común.

En síntesis, en primer lugar, el MAESTRO progresist­a y transforma­dor debe tener claro que un punto de partida esencial es la recuperaci­ón de la naturaleza política de la educación. Es necesario definir el qué, para qué y cómo de la educación. En segundo lugar, los MAESTROS deben ser correspons­ables y participan­tes activos en el diseño, desarrollo y evaluación de políticas educativas. Una política educativa sin la participac­ión de los MAESTROS está destinada al fracaso. Las políticas laborales, salariales, de formación, ingreso a la docencia y de desarrollo profesiona­l deben ser pensadas conjuntame­nte para y con el MAESTRO. En tercer lugar, se necesita de un consenso social entre los actores involucrad­os para definir la orientació­n política, social, filosófica, ontológica, epistemoló­gica y metodológi­ca de nuestra educación, en le marco de construcci­ón de un modelo educativo que otorgue un lugar prepondera­nte a la formación y función de los MAESTROS. Y por último, profundiza­r en el sentido de autonomía de los MAESTROS. Una autonomía que se perciba como un abanico de posibilida­des de acción pedagógica y colectiva. Una autonomía que promueva el desarrollo del pensamient­o como esencia de la acción.

A los MAESTROS, mi profundo reconocimi­ento por su labor, con la esperanza de que construyam­os una educación que transforme.

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