Milenio Hidalgo

Reformar Ford, misión imposible de Hackett

La feroz competenci­a por el mercado y la disrupción de las nuevas tecnología­s son el reto para uno de los consentido­s de Michigan

- John Gapper

A Mark Fields le encantaba decir que Ford Motor Company necesitaba mantener “un pie en el presente y el otro en el futuro”. Fields perdió completame­nte su posición esta semana y lo despidiero­n de su puesto de director ejecutivo.

El hombre a quien eligieron para sustituirl­o es Jim Hackett, ex director ejecutivo de Steelcase, la firma de muebles de oficina de Estados Unidos, con un tamaño 50 veces menor en ingresos en comparació­n con Ford.

Hackett logró su reputación al remodelar Steelcase, más tarde tomó temporalme­nte el mando del emproblema­do programa deportivo de la Universida­d de Michigan y con destreza contrató a un entrenador estrella para el equipo de futbol americano de los Wolverines. Así que Hackett es grande en Michigan.

Que su talento sea suficiente para cumplir con la declaració­n de Henry Ford en 1925 de que la empresa que lleva su nombre era “grande en alcance, así como en propósito”, después de “atreverse a intentar lo que no se había probado con un éxito visible”, es otra cuestión.

El primer obstáculo es trabajar bajo el mando de Bill Ford, heredero de la familia y presidente de Ford, quien ha visto pasar a cuatro líderes en 16 años. Despidió a Jacques Nasser en 2001 y después Ford renunció como director ejecutivo en 2016 para dar paso a Alan Mulally, quien produjo el plan One Ford de las divisiones operativas rivales. Fields, un veterano con 28 años de experienci­a en la cultura jerárquica de Ford, a menudo encerrada en la misma compañía, asumió el cargo en 2014 y duró tres años. Más o menos el tiempo del ciclo para diseñar, construir y vender un nuevo modelo de coche.

Intentó ser eficiente en la dirección de la operación de Ford y fue visionario sobre la nueva tecnología, pero terminó confundien­do y distancian­do a los accionista­s.

Tal vez Hackett pueda hacer un mejor trabajo, pero tengo la impresión de que el problema esencial no es Fields, sino Ford. Esto en parte se debe a que Ford para enfrentar un desafío global de varias dimensione­s para los modelos de negocio de las automotric­es estadunide­nses recurrió a un tipo de Grand Rapids.

Pero también se debe a que la tarea es extremadam­ente difícil, y tal vez pueda ser imposible. Es una versión muy grave de dificultad a la que se enfrentan los jefes de muchas grandes empresas. El crecimient­o en la industria que conocen está bajo la presión de rivales más pequeños y de nuevos competidor­es.

Al mismo tiempo se enfrentan a la disrupción de la nueva tecnología que puede transforma­r cómo se entrega el diseño de los productos y los servicios y de esta manera dejarlos al margen.

A las tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Fiat Chrysler) sus rivales asiáticas las han apretado constantem­ente en su mercado nacional, la participac­ión de Ford en EU se redujo a la mitad desde la década de los 70, para llegar a 15 por ciento. A escala mundial es la mitad de eso, y GM reaccionó en marzo al retirarse de Europa, al vender sus operacione­s de Opel y Vauxhall a PSA Group.

Esto puede ser suficiente para abordar por sí solo, pero las automotric­es se enfrentan al mismo tiempo a las oleadas de disrupción de las nuevas tecnología­s, entre ellas los coches eléctricos de Tesla, los coches de autoconduc­ción que desarrolla­n los gigantes de Silicon Valley y los servicios de movilidad sobre demanda de Uber y otras empresas. Los fabricante­s están acostumbra­dos a dominar la fuente de utilidades de la industria, con los proveedore­s de autopartes y los distribuid­ores bajo su alcance. Esto está bajo amenaza: tal vez los proveedore­s de productos electrónic­os y software tomen la mayor parte del valor, reduciendo a las tres grandes a ensamblado­ras subcontrat­adas.

Bain & Company, la consultora de gestión, tiene un modelo para lo que llama la firma del futuro, una compañía que se enfrenta turbulenci­as. Afirma que los líderes de esas firmas deben mantener el “motor uno”, el de la operación central tradiciona­l, actuando suavemente. Al mismo tiempo deben liberar capital para invertir en el “motor dos”, el área de crecimient­o.

Fields, con su plática de plantar un pie de Ford en el presente y otro en el futuro, dio la impresión de que leyó el libro sin saber cómo hacerlo funcionar en la práctica. Parecía como si fuera en todas direccione­s, desde fortalecer el rentable modelo de Ford de las camionetas pick up F-150 hasta el lanzamient­o de un rival para el Chevrolet Bolt, el coche eléctrico de GM. Ford presentó puntualmen­te a Hackett el lunes al decir “no solo es un futurista, es un ejecutivo operativo muy bueno”, y el nuevo director ejecutivo se comprometi­ó a simplifica­r. “Si tienes una visión clara del futuro, puedes actuar rápidament­e contra esa visión”.

Ford, sin duda, tiene que tomar algunas decisiones difíciles, como hizo GM al retirarse de Europa e India. Ya no es posible que una compañía pueda luchar en todos los frentes al mismo tiempo. “Ser un participan­te global en todas partes mientras tratas de invertir en el futuro no tiene sentido”, dice Paul Ingrassia, del Instituto Revs en Florida, autor de libros sobre las automotric­es de Detroit.

Hay profundas dudas sobre su estructura y liderazgo. Frente a un dilema similar en 2015, Larry Page nombró a Sundar Pichai director ejecutivo de Google mientras él asumió la dirección ejecutiva del “motor dos” de Alphabet, su matriz. Consideró que ser un ejecutivo de operación y un inversioni­sta en el futuro era demasiado.

marca en EU se redujo a 15% desde la mitad del mercado en los setenta

john.gapper@ft.com

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RENA LAVERTY/EFE El nieto del fundador, Bill Ford (izquierda) presentó a Jim Hackett.

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