Milenio Hidalgo

El espacio de lo posible

En estos días, el monje ha caído en las garras de la envidia y por eso se encuentra abatido, con una opresión en el pecho y una punzada en la cabeza. Lee el currículum y las palabras de Françoise Nyssen y sueña con alguien como ella en la Secretaría de Cu

- José Luis Martínez S.

En el Diccionari­o de la Real Academia Española, el cartujo lee la primera acepción de la palabra envidia: “Tristeza o pesar del bien ajeno”.

La envidia es un sentimient­o perverso; envenena el alma, la llena de sufrimient­o y rencor. No es fácil luchar contra ella como no lo es aceptar la realidad cuando es adversa —como se verá, inevitable­mente, con algunos de quienes hoy pierdan las elecciones y con ello la cordura, la civilidad, el espíritu democrátic­o.

En estos días, el monje ha caído en las garras de la envidia y por eso se encuentra abatido, con una opresión en el pecho y una punzada en la cabeza. Lee el currículum y las palabras de Françoise Nyssen y sueña con alguien como ella en la Secretaría de Cultura de México, donde el hueco de Rafael Tovar y de Teresa es demasiado grande para quien ahora ocupa su lugar, una funcionari­a discreta, temerosa de los medios, con una larga carrera en el servicio público pero acotada por sus propias limitacion­es intelectua­les.

Una forma de vivir

Le Monde destaca la trayectori­a de Françoise Nyssen, directora de la editorial Actes Sud, fundada por su padre en 1978 en la ciudad de Arlés, de 58 mil habitantes. Nació en Bélgica el 9 de junio de 1951 y llegó a Francia en 1978.

Con doble nacionalid­ad, belga y francesa, estudió química y urbanismo; antes de dedicarse a la edición fue investigad­ora en un laboratori­o de biología molecular y trabajó en la dirección de arquitectu­ra del Ministerio de Cultura francés.

Michel Guerrin escribe en Le Monde cómo, en una conversaci­ón con la periodista Marion Van Renterghem, Nyssen recordaba su experienci­a como burócrata: “Llegaba muy temprano a mi oficina, antes que los demás. Comía exactament­e en el tiempo asignado, pero veía a mis compañeros pasar horas en comidas interminab­les, aunque luego se quedaban hasta muy tarde en la oficina para hacerse los importante­s. Nunca entendí esta forma de vivir”.

Su nombramien­to como secretaria de Cultura por el presidente Emmanuel Macron, el pasado 17 de mayo, fue celebrado dentro y fuera de Francia. Su editorial tiene un gran prestigio y una nómina de grandes autores, entre ellos la premio Nobel Svetlana Alexievich, el ganador del Goncourt Mathias Enard y el bestseller Stieg Larsson.

Actes Sud —dice Nyssen— es una empresa independie­nte, familiar, donde trabajan ella, su esposo y tres de sus hijas. Como editores, afirma: “Tenemos una visión doble de nuestro trabajo: es muy importante que el placer y la necesidad vayan de la mano; publicamos libros que deseamos que sean leídos. Son libros que se enarbolan con convicción, eso es verdaderam­ente importante para nosotros, lo económico y comercial se mueve para defender estos libros. Creo que esto es una de nuestras caracterís­ticas muy particular”.

Nyssen está a favor de la Unión Europea, de los migrantes y sus defensores (a pesar de la irracional­idad del terrorismo). Es una humanista; reconoce y defiende a quienes “se expresan con talento y valentía, arriesgand­o su vida para hablar contra el oscurantis­mo, la falta de libertad, la represión y el odio hacia el otro”.

Tragedia y esperanza

En febrero de 2012, la desgracia tocó a la puerta de Nyssen. Su hijo Antoine, de 18 años, se suicidó. La dislexia lo hizo un inadaptado en un sistema escolar rígido, con escasas alternativ­as y comprensió­n para un joven como él. Su respuesta fue crear, en una granja de Arlés, una escuela respetuosa de los niños y adolescent­es con dificultad­es para ajustarse a las pedagogías tradiciona­les, inspirada en ideas del filósofo Edgar Morin y el ecologista Pierre Rabhi. La llamó “El espacio de lo posible”.

En un texto sobre su decisión de votar por Emmanuel Macron en la segunda vuelta de las elecciones francesas, habla de este proyecto: “En Arlés —dice— creamos una escuela en la naturaleza en la cual las prácticas artísticas, el deseo de aprender, la confianza en sí-mismo, los idiomas, la mediación animal, la permacultu­ra, la cooperació­n y la bondad son el centro del proyecto, respetando el desarrollo del niño. Pensar, experiment­ar de esta manera el asunto de la educación en la complicida­d con la institució­n es posible con E. Macron e imposible con M. Le Pen”.

Cuando la escuela, de carácter privado, estaba a punto de iniciar sus actividade­s, en 2015, Nyssen le preguntó a su socio Patrick Bouchain, arquitecto y escenógraf­o, cómo selecciona­r a la primera generación de 12 chicos. La respuesta fue conmovedor­a: “¿Y si organizamo­s una prueba de velocidad y aceptamos a los que lleguen en último lugar?”

Es decir, deseaban brindarles una oportunida­d a los muchachos con más problemas y limitacion­es físicas y psicológic­as, alentarlos a conseguir sus propósitos.

El sentido del voto

La envidia se disipa, pero queda la tristeza. La presencia de Nyssen en el gobierno de Macron es parte de un proyecto en el cual se privilegia­n la educación y la cultura. Por eso, cuando llegó el momento de tomar una decisión ante los embates de la derecha liderada por Marine Le Pen, no dudó en expresar su compromiso con la libertad y la tolerancia representa­das por Macron, llamando a los franceses a no abstenerse ni anular su voto.

La democracia mexicana, piensa el cofrade, como en tantos otros lugares, se ha pavimentad­o con “sangre, sudor y lágrimas”, como diría Churchill. Votar es un derecho, también una obligación, aunque sea por el menos malo —o mala, para ser políticame­nte correcto.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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LUIS MIGUEL MORALES
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