VOTO CON CAGUAMA
El sol cae a plomo sobre las casillas instaladas en Ciudad Netzahualcóyotl. Aquí, las mesas y las urnas están a pie de calle, sobre la banqueta, solamente cubiertas por una lona de plástico blanca mal amarrada a dos palos. Los funcionarios de casilla bromean entre sí y se reparten agua embotellada. Una mujer que asiste a la casilla 3503 nos dice que la participación ciudadana fue nutrida en la mañana, pero a la una de la tarde, cuando el calor está a todo lo que da, no se ve ni un alma. Frente a la casilla 3487 hay una paletería y los representantes del IEEM se rotan para ir a comprar helados de vainilla. En el puesto frente la casilla te regalan el consomé de barbacoa (sin tacos, especifica) si muestras tu pulgar marcado.
A pesar de que los partidos estaban obligados a retirar toda su propaganda política antes del domingo, muchas casas de esta zona muestran lonas en apoyo a Zepeda. Una de ellas está abierta, con un hombre de edad avanzada en la puerta. Le pregunto: —¿Usted ya votó? —No. —¡Pero la casilla está enfrente! —Orita que baje el sol. Más adelante, frente al palacio municipal, hay una casilla especial de votación que se ve más animada. La gente hace fila para votar. Comentan que escucharon que en la avenida Zaragoza detuvieron algunos camiones con acarreados. “Pero aquí no hay incidentes”, me dice una chica que ayuda con el tránsito.
La situación en Chimalhuacán es diferente. La casilla 1221 está cerca del tianguis de las Torres que lo mismo vende piratería que tacos de carnitas. Aquí la ley seca no aplica: hace tanto calor bajo las lonas rojas, que los vendedores toman caguamones sin importar que estén en la vía pública. La casilla está instalada junto a un mercado, y la participación es mayor: por lo menos tienen tres urnas con votos para gobernador que están a 80 por ciento de su capacidad. Muchos ancianos están sentados alrededor de la instalación, vigilando que todo se cumpla: uno de ellos me pregunta qué hago ahí. Cuando le explico que soy un simple curioso electoral, me dice que en la mañana estuvieron repartiendo volantes. “¿Tiene uno?” “No, pero decían que los ciudadanos tenían que marcar la casilla del PT y de Morena para apoyar a Delfina y eso no está bien joven, por eso vinimos a verificar”.
Me voy a otra casilla cercana. Un joven con playera sin tirantes va a votar con su hija pequeña. La niña llora porque a ella no le pusieron tinta en el dedo y los funcionarios le marcan el pulgar. No se ven incidentes en esta zona y después de un rato camino por las calles alrededor del Guerrero Chimalli. Diez minutos después, dentro de una tienda, reconozco al joven votante que se quita la tinta con el hielo que envuelve su cerveza, riéndose. “Ahí está su tinta indeleble”, dice.