Milenio Hidalgo

BAJO LA ARCILLA

Las lluvias y ráfagas de viento generadas por y Calvin afectaron por 15 días la sierra sur oaxaqueña, lo que dejó casas sepultadas y carreteras intransita­bles

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EEl 1 de junio la tormenta Beatriz llegó a Oaxaca. Durante dos días, ráfagas de viento y lluvias obligaron a los habitantes de 80 municipios a encerrarse en sus casas de adobe.

Calvin llegó 13 días después. Al igual que Beatriz, permaneció en la zona 48 horas. Para ese entonces los albergues de 113 comunidade­s estaban saturados y las carreteras Pinotepa-Puerto Escondido, Miahuatlan-Huatulco, Oaxaca-Tehuantepe­c y Salina Cruz-Huatulco estaban bloqueadas por toneladas de tierra y árboles caídos.

Según cifras del sexto batallón de infantería de la Sedena, 102 mil 825 habitantes resultaron afectados tras el paso de las tormentas.

Santa María Ozolotepec fue uno de esos municipios. Aquí hubo estragos en seis de cada 10 hogares. Los taludes sepultaron todo.

“El jueves que empezó a llover, eché café y azúcar a mi bolsa, me tapé con un plástico y me fui a la casa de ladrillo de mi prima. Regresé dos días después, cuando la lluvia y el viento cesaron. Las calles estaban destruidas y mi cocina estaba enterrada bajo la arcilla”, cuenta Isidora Sánchez.

Ella mide 1.60 metros, pero su cuerpo encorvado la hace parecer más bajita. Enviudó hace cuatro años y vive sola, pues sus hijos se casaron y se fueron a la capital de Oaxaca. Su casa tiene dos cuartos fabricados con tierra. La recámara sigue todavía en pie, pero su cocina quedó sepultada.

Llora mientras observa a soldados de la Sedena extraer el lodo de su hogar. “La lluvia destruyó mi patrimonio, se llevó mi anafre, comal, mesa y cazuelas. Qué voy a hacer si mi esposo ya no está conmigo. Lo he perdido todo”.

En Santa María no hay internet ni señal de telefonía móvil. Al igual que otros municipios, la energía eléctrica se suspende cuando la lluvia arrecia. El 90 por ciento de las casas es de adobe. Para llegar a esta comunidad solo hay una carretera, que estuvo bloqueada hasta el 14 de junio, cuando los soldados llegaron con víveres.

Esteban Jiménez, de 55 años, vio cómo las ráfagas levantaron el techo de la casa de su hija.

“Desde hace 20 años no veíamos algo parecido. Tuvimos miedo. Mi familia y yo nos metimos a la cocina, la zona más segura. Escuchábam­os truenos y cómo caían árboles y postes. Escuché un crujido, me asomé y descubrí que el viento se había llevado el techo de mi casa”. Aplicación del Plan DNIII.

Al menos 100 casas resultaron dañadas en 60 por ciento. Los pobladores de la sierra sur aún tienen que lidiar con los remanentes de las tormentas: escuelas cerradas y enfermedad­es estomacale­s.

“Vivimos en un cerro. Cuando la tierra se moja, se deslava. No hubo muertos porque la gente buscó lugares seguros”, dice un hombre.

En Santa María solo hay campesinos, pero desde hace 15 días ninguno ha visitado sus tierras por los daños a carreteras y por miedo a dejar a sus familias solas.

A pesar de los esfuerzos de la Sedena, que implementó el plan DN-III desde el paso de Beatriz, los trabajos no han sido sencillos.

La constante lluvia y la neblina hacen más complicada­s las labores de rescate, ya sea por aire o tierra. Hasta hoy, 168 personas han sido evacuadas de la zona de alto riesgo, donde 4 mil 580 metros cúbicos de tierra y lodo ha sido removidos de carreteras y otros 10 mil de las casas. M

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