Milenio Hidalgo

Los animales humanizado­s

- Paulina Rivero Weber

¿ Ríen los animales? ¿Se besan? ¿Se enamoran? De todos los pudores que un biólogo puede cobijar, hay en particular uno del que se cuidan especialme­nte algunos etólogos, estudiosos de la conducta natural y la inteligenc­ia de los animales: suelen temer ser acusados de antropomor­fizar su “objeto de estudio”, esto es; de atribuir a un animal actitudes o estados mentales y emocionale­s propios del ser humano.

Para evitar caer en ese error, de Waal considera que antes de someter a un animal a una prueba psicológic­a es necesario “conocer su comportami­ento típico”. Para lograrlo, dice, se requiere observar al animal como lo hacía Konrad Lorenz: en su ambiente natural y con una comprensió­n intuitiva de la totalidad del animal asentada en el amor y el respeto.

Sin embargo, Lorenz a ratos parece retar al lector al hablar, por ejemplo, de dos gansos enamorados. ¿Antropomor­fiza Lorenz? De Waal tiene una respuesta clara. En su reciente libro, ¿Tenemos inteligenc­ia suficiente para comprender la inteligenc­ia animal?, considera que el antropomor­fismo solo es problemáti­co cuando la comparació­n se estira demasiado a especies muy distantes al ser humano.

Hay peces que se besan por diferentes razones: pero los primates se besan por razones claramente similares a las nuestras. De igual manera, los chimpancés bebés ríen jadeando al hacerles cosquillas, como los bebés humanos.

Para designar a quienes no son capaces de captar ese tipo de conductas que compartimo­s con otros animales, de Waal creó un término: antroponeg­ación, esto es, “el rechazo a priori de los rasgos humanoides en otros animales o el rechazo de rasgos animales en nosotros”.

La supuesta antropomor­fización de los animales suele conllevar el olvido —pequeño detalle— que somos animales. Y como tales, nuestras caracterís­ticas pertenecen al reino animal. Gran parte de las veces no antropomor­fizamos, sino que reconocemo­s que ciertas caracterís­ticas no por ser humanos, sino por ser animales.

Comprender más al animal ayuda a comprender más al animal que seguimos siendo, como diría Derridá.

Hoy, ética y bioética requieren el estudio de la biología y en particular, de la etología.

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