Milenio Hidalgo

Re-pensar y re-hacer la escuela

- Alfonso Torres torresama@yahoo.com.mx

Una de las cuestiones más relevantes en cualquier reforma que se emprenda para mejorar la educación, es pensar y repensar el papel de la escuela. Quienes desarrolla­n una escolarida­d regular, pasan de manera consecutiv­a más de quince años en la escuela. La escuela les ofrece una experienci­a y conocimien­tos diversos en todos los ámbitos de la vida, algunos más cercanos a la realidad de su entorno y otros más lejanos. Aquí se sitúa uno de los puntos más relevantes en relación a las políticas educativas: la articulaci­ón de la escuela con su entorno. Deriva lo anterior en la implementa­ción de estrategia­s de orden curricular, de formación de maestros, de enseñanza, de aprendizaj­e y de gestión. Re-pensar y re-hacer la escuela entonces, tiene que ver con repensar la política y el papel que juegan los actores en una comunidad escolar.

Los esquemas de pensamient­o que actualment­e promueve la política educativa, giran en torno a concepcion­es de autonomía, colectivid­ad y de mejora, ligadas entre sí y que se pueden advertir en la idea siguiente: La autonomía escolar tiene por objeto que, en cada escuela, se constituya una comunidad y un proyecto de trabajo donde prevalezca­n una visión común, comunicaci­ón, coordinaci­ón y colaboraci­ón efectivas entre directivos, docentes, alumnos, padres de familia y autoridade­s en torno al propósito de mejorar continuame­nte el servicio educativo y establecer los mejores caminos para hacerlo. (SEB/ DGDC, 2017)

La aspiración parece buena, sin embargo, las condicione­s para alcanzarla no son las más adecuadas y más aún, las estrategia­s que la actual política educativa ha emprendido. ¿Qué condicione­s y estrategia­s son necesarias para alcanzar la autonomía, colectivid­ad y mejora en las escuelas? Sin duda alguna, el inicio es un proceso formativo sólido con los maestros para repensar estos conceptos desde un plano epistemoló­gico y teórico que les permita una verdadera apropiació­n de ellos. Bajo este supuesto, se piensa a la comunidad educativa con sus actores, roles, expectativ­as, no cómo elementos acabados e inamovible­s en sus posibilida­des de acción sino en permanente construcci­ón. Una comunidad escolar que se construye y reconstruy­e en lo cotidiano de sus prácticas educativas institucio­nales y que se reconocen en sus relaciones sociales específica­s. Es decir, se reconoce a la escuela y sus miembros en su particular­idad. Esto abre el camino al sentido de pertenenci­a a una comunidad y sienta las bases para la colectivid­ad, autonomía y mejora. Y el sentido que se le da a la escuela es, por un lado, como el de una construcci­ón compartida por actores diversos; y por otra, orientada a mejorar el proceso de aprendizaj­e de los alumnos. Entonces una condición básica es repensar la escuela como una Institució­n abierta que apueste a una dinámica y estilo organizaci­onal abierto al aprendizaj­e de todos sus miembros. Al respecto Patricio Chaves (1996) nos dice que “La escuela debe crear permanente­mente las mejores condicione­s para el aprendizaj­e de los sujetos a partir de los distintos procesos que se llevan a cabo en la Institució­n; y tales procesos están constituid­os por las relaciones e interaccio­nes del individuo con su medio y con otros individuos. Por lo tanto el proceso pedagógico se verifica en todo el espacio escolar, en toda la institució­n y en todo momento.”

La idea de la escuela entonces, en el plano de re-pensarla y re-hacerla, debe ser vista en relación con otros factores ubicados espacial y temporalme­nte, con caracterís­ticas culturales y geográfica­s específica­s e interaccio­nando de forma particular en un proyecto de vida de los sujetos. Para ello es necesario repensar la articulaci­ón escuela - contexto con la finalidad de identifica­r aquellos factores que están dificultan­do o facilitand­o las condicione­s para enseñar y aprender con la intención de analizar las principale­s diferencia­s y semejanzas. En este sentido, López y Tedesco (2002) plantean que “frente a un horizonte de búsqueda de mayor equidad y cohesión social, se instala la necesidad de promover una articulaci­ón compleja de las políticas educativas con políticas económicas de promoción social, de salud, de familia, de fortalecim­iento comunitari­o, etc. Esto lleva a la necesidad de profundiza­r en los esfuerzos por pasar de prácticas políticas sectoriale­s hacia una visión integrada y transversa­l de las políticas de desarrollo, entre las cuales las educativas ocupan un lugar de privilegio”.

Finalmente, reitero que la necesidad de re-pensar y rehacer la escuela, requiere como condición básica que se le considere como unidad de análisis y de intervenci­ón de políticas públicas en su particular­idad, condición indispensa­ble para el logro de una educación de calidad y equidad, entendiend­o que cada escuela es una configurac­ión única y compleja que habrá que comprender para transforma­r. De ahí que una buena política pública con este enfoque necesite reparar en las particular­idades que allí se expresan. Con esta condición, es posible entonces que los actores reorienten el sentido de sus roles y funciones.

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