Impunidad
A los delincuentes no se les puede arrestar dentro de las instalaciones de la UNAM, tal y como lo ha dicho el rector, solo afuera, ¿y si entran a vender drogas y se quedan dentro?, pues como decía el filósofo: atásquense que hay lodo. ¿Cómo la ven? Sin la
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leyó en su periódico El Universal las declaraciones del rector Enrique Graue en las cuales afirma que el narcomenudeo en los circuitos universitarios “es innegable” y añadió que la UNAM nunca será “un lugar de impunidades”: “la Universidad Nacional ha sido y será un espacio abierto a la tolerancia, pluralidad y libertad y nunca un lugar de impunidades”. Según la nota de Teresa Moreno de su periódico El Universal, el rector detalló que desde hace casi un año se inició una serie de investigaciones “para detener, siempre fuera de las instalaciones, a vendedores y distribuidores de estupefacientes. Y lo seguiremos haciendo”.
Un momento, señor rector, si Gil ha entendido algo, cosa improbable, cuando los vendedores entran a CU se encuentran en una especie de territorio libre y plural, pues ningún maldito policía puede entrar a la Ciudad Universitaria, así sea para detener a una banda de delincuentes. Gamés no quiere ponerse pesado, pero junto con el fuero hay otro asunto insostenible en estos tiempos: la autonomía universitaria, esa cosa entendida como un paraíso para quienes huyen de la policía.
Mientras le lanzan jitomatazos a Gilga, convengamos en que a los delincuentes no se les puede arrestar dentro de las instalaciones de la universidad, tal y como lo ha dicho el rector Graue, solo afuera, ¿y si entran a vender drogas y se quedan dentro?, pues como decía el filósofo: atásquense que hay lodo. ¿Cómo la ven? Sin la menor intención de un albur bajo la lluvia.
Afuera
Dice el rector Graue: “Las procuradurías General de la República y de la Ciudad de México, así como el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, desestimaron la versión de que en Ciudad Universitaria opera un cártel de la droga”. Correcto, pero vamos a suponer que el jefe de Gobierno y el fiscal federal se ponen la pila y dicen: allá vamos con nuestras fuerzas, sabemos que esas células del cártel de Tláhuac operan afuera de la Facultad de Medicina y en las inmediaciones de Filosofía y Letras (médicos, filósofos y escritores: pachecos). Los arrestaremos en unas cuantas horas, doctor Graue. ¡Nooo! El grito traspasaría los muros de todas las facultades. Arréstenlos, sí, pero fuera de las instalaciones de la Ciudad Universitaria. ¿No es un poco demasiado? El rector le reclama a la autoridad y le exige que le pongan el guante encima a los delincuentes, pero fuera de la UNAM, aunque se sabe que muy probablemente algunos de ellos viven en Ciudad Universitaria.
Gilga regresa armado del azadón de la necedad: ¿el rector Graue no se ha preguntado qué hay dentro de las instalaciones del ex Che Guevara, ex Justo Sierra y ex auditorio universitario? Gamés se lo va a decir al rector: dentro de ese auditorio hay un pudridero que no excluye la venta de drogas. Oh, sí. Por desgracia y contrario a lo que dice el rector, en la UNAM sí cabe la impunidad, con la pena. Gamés no tiene que ser un policía para entender que si no se ha desmantelado a los vendedores es porque ahí en CU tienen su casa, una casa inmune, una casa con fuero, una casa autónoma. El doctor Graue tiene un problema heredado, pero no por eso menos real e importante: se llama auditorio Justo Sierra y lo que contiene. Gamés supone: dentro hay producción y distribución de drogas y mil cosas más.
Experimentos
La verdad sea dicha (muletilla patrocinada por Liópez y Morena), detrás de las puertas selladas de ese auditorio universitario se experimenta con pequeños ratones, con perros y gatos. Eso es lo que le contaron a Gilga. Es un decir, pero un decir muy decir pues llevan 17 años viviendo allá adentro. Todos son hermanos, o todos son sus propios padres, en fon, no importa, nada más faltaba. Así se descomponen las cosas: un día, unos asaltantes jóvenes invadieron unas instalaciones de la UNAM. Gil quiere el segundo piso de Rectoría, ¿se puede? A cambio Gilga ofrece mantecados y pan salado. Resumen: déjenlos, regálenles otro pedazo. En fon.
Todo es muy raro, caracho, como diría Sófocles: Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo.