El muro de Trump… en Roma
Nunca imaginé que hasta en una ópera clásica me iba a enfrentar con la visión de un país adolorido y ofendido como México
Roma. La percepción internacional sobre las agresiones de Donald Trump contra México y el clima de violencia imperante en nuestro país se han extendido hasta el exclusivo mundo de la ópera.
El miércoles asistí a la primera representación de la temporada veraniega de Carmen, con una singular puesta en escena en las Termas de Caracalla.
La directora, Valentina Carrasco, trocó el lugar y el tiempo de la obra de Georges Bizet: la Sevilla de principios del siglo XIX se convirtió en un actual pueblo fronterizo de México con Estados Unidos.
En el primer acto, a lo largo del escenario, erigieron un gran muro metálico, en el que fueron fijados dos monigotes de trapo tratando de saltar la barda.
“Gringos cabrones”, escribieron en el muro. Otra pinta dice “muerte”, al lado del slogan de Donald Trump: “America
first”. Así, agentes de la migra estadunidense entregan en la garita mexicana el cadáver de un migrante envuelto en una bolsa blanca, junto con varios deportados que bajan de un camión. Al otro lado del muro, como contrapunto, un letrero en inglés da la cordial bienvenida: Welcome to the United States of America.
La directora argentina convirtió la ópera Carmen en un presunto instrumento de denuncia contra agresiones a los migrantes, feminicidios, corrupción de funcionarios, violencia de narcotraficantes y fanatismo religioso.
Así, durante la obra, se suceden varias escenas realistas: se escucha un noticiario de la radio mexicana en el que la Secretaría de Relaciones Exteriores desmiente a Trump sobre que México sea el segundo país más violento del mundo, Carmen es detenida por romper una banderita de papel de Estados Unidos, un agente del FBI (que supongo debería ser de la DEA) recibe dinero a cambio de permitir el contrabando de drogas,
narcos enseñan a un grupo de niños a disparar armas y feligreses mexicanos veneran la imagen de la santa muerte en el Día de los Muertos, cuando sabemos que ese culto pagano solo lo practican algunos criminales.
La música y los personajes siguen siendo los mismos del libreto original, pero ¿qué tienen que ver Carmen, la libre y fogosa gitana, y don José, el cabo enamorado que defecciona del ejército para convertirse en delincuente, con la realidad mexicana de hoy?
En un artículo intitulado “Carmen, la libertad o la muerte”, la directora argentina dice que escogió como escenario la frontera entre México y Estados Unidos para subrayar una particular actualidad ya que, escribió, muchos aspectos de la historia de Carmen son todavía válidos, con sus diferencias y limitaciones.
Aunque efectivamente, el amor y la libertad son características humanas universales que trascienden épocas y fronteras, la intuición de Valentina Carrasco no logró adaptar el espíritu epicúreo de la novela de Prosper Mérimée, en la que se basa el libreto de Carmen, a la realidad social, cultural y religiosa de México.
En el segundo acto, originalmente situado en la sevillana taberna de Lillas Pastia, la cigarrera Carmen, ejemplo de emancipación femenina, acabó de vulgar “teibolera”, bailando en un tubo, manoseada por parroquianos, en un antro fronterizo llamado “El último trago”, en lugar de haber construido un personaje auténtico de mujer independiente y admirable.
En relación con el vestuario, detalles que podrían parecer anecdóticos pero que reflejan descuido, se ve un mariachi pulsando sin sonido una guitarra eléctrica, mientras que la mayoría de los miembros del coro usaban ponchos sudamericanos, no jorongos, y portaban sombreros con bolitas colgando del ala, al estilo de las películas de Hollywood.
En el cuarto acto, la plaza de toros se transformó en un cuadrilátero, como si fuera un ring de boxeo, haciendo honor a la visión inglesa de la tauromaquia como
bullfighting. El “toreador” Escamillo, en lugar de ser un valiente y garboso matador, eso sí vestido de luces, daba pases sin ton ni son con la muleta, pues más bien parecía espantar moscas con un trapo rojo, y al final degolló al toro con su espada como si fuera un hacha, al mismo tiempo que Carmen es acuchillada por don José. Sublime obviedad.
La intención fue buena pero falló el resultado. Refleja que la directora, el diseñador del vestuario y el escenógrafo recurrieron a estereotipos y mostraron desconocer la cultura mexicana.
En general, la adaptación se nota artificial, con una serie de lugares comunes, como en la película Spectre de James Bond, y de detalles grotescos que quizá para un extranjero le parecerían folclóricos, de gran colorido, pero para un mexicano es una mala caricatura.
Para adaptar con éxito cualquier obra artística es necesario comprender plenamente tanto el espíritu original como el del destino final. No bastan intuiciones u ocurrencias.
Al terminar la representación, sin embargo, prevaleció la inmarcesible belleza de la música de Bizet y el majestuoso marco arqueológico romano, pero nunca imaginé que hasta en una ópera clásica me iba a enfrentar con la visión de un país adolorido y ofendido como México.
Posdata
Muchas felicidades al poeta Alberto Blanco por haber ganado el premio Xavier Villaurrutia, por su libro El canto y el vuelo, que consolida su vasta obra poética. La presea fue entregada el martes pasado en Bellas Artes.