Milenio Hidalgo

METINIDES,

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Enrique Metinides pertenece a una era en la que la certeza de haber tomado la mejor foto se confirmaba, si acaso, horas más tarde. Lo digital y las redes sociales no caben en su realidad. “Pues yo la verdad he oído mucho, pero desconozco, ahora es totalmente diferente. Si se refiere a que todo mundo está tomando fotos, pues entonces ahorita hay en el mundo millones de reporteros, sobre todo de fotos y de videos”.

Debido a las bondades de la tecnología y que cualquier persona puede registrar una imagen del acontecer diario, Metinides no es optimista sobre la figura del fotógrafo como lo conocemos. “El fotógrafo de los periódicos ya casi no existe. Ahora cualquier persona toma una foto y la sube a internet. Y de ahí se agarra. Es más, usted ve en un periódico una nota de un crimen, es la misma foto que está publicada en tres, cuatro periódicos, pero no la tomó el fotógrafo del periódico. Entonces, así, al rato, va a desaparece­r el fotógrafo de periódico”.

Sorprendid­o de la vertiginos­idad de la circulació­n de informació­n, el niño Metinides prefiere una cámara análoga. “Tengo tres cámaras digitales y tomo mucha fotos familiares, pero me gustaba más el negativo, sobre todo el de blanco y negro, es que salían unas fotos increíbles, aparte, yo le metía filtros que nadie lo hacía, por ejemplo yo iba a incendios grandes al Popocatepe­tl, le metía al lente de la cámara un filtro amarillo y me quedaban retocadas las llamas y las nubes. Yo tenía la lente llena de filtros y de lupas. Un día, en una escuela, a más de 40 gentes las atacan abejas y yo tomé una foto de una abeja que ya estaba muerta pero no estaba deshecha, fue la primera plana la abeja, grandotota la foto de la abeja asesina”.

Metinides es un conversado­r, lo trae en la sangre. Al recordar el cúmulo de anécdotas, parece revivir el instante. No podía ser de otro modo, su memoria es fotográfic­a. Echa de menos el tiempo en que reporteros y fotógrafos trabajan de la mano con la policía y la Cruz Roja. “Era seguir el caso. Yo buscaba en la foto que no se viera el cuerpo. Fui el único fotógrafo que conseguía fotos de las personas en vida que habían muerto hasta en un accidente aéreo, para no publicar las fotos de los cuerpos, eso me da más reconocimi­ento a mí, por eso me han hecho hasta la película (documental El hombre que vio demasiado de Trisha Ziff) porque mis fotos son diferentes. Usted va a cualquier escuela de periodismo del país y saben de mi trabajo, va a Francia, a Inglaterra, y saben de mí. Pero no me tienen catalogado como fotógrafo que tomaba fotos de muertos”.

En cada respuesta de Metinides, hay una lección de fotografía. Asegura que no le gusta el flash, que prefiere la luz ambiente y que, por ello, también gustaba de usar lentes gran angular y normal. “Porque yo era el representa­nte del lector. Yo llevo al lector al lugar del accidente, por eso mis fotos eran muy conocidas, porque con una foto que se publicara, haga de cuenta que la gente estuvo en lugar de los hechos. Cuando era muy cerca, con gran angular, yo trataba que fuera diferente. Le tenía mucho respeto a los familiares. Yo hablaba con la familia para que me prestaran una foto en vida y les prometía y les juraba que no se iba a publicar la foto del cuerpo”.

No obstante que no se menospreci­a el instinto, acaso como sucede con los reporteros, la suerte juega a favor de los grandes fotógrafos para estar en el instante y el sitio precisos. “De lo que siempre dije ¿cómo no estuve? Es del 9/11. Estoy seguro de que me hubiera muerto ahí porque yo sí me hubiera subido al edificio a tomar fotos porque yo eso hacía. Cuando volteaban o me buscaban, yo estaba con los bomberos adentro de donde estaba más fuerte el incendio”.

La charla no podría dejar pasar dos temas: las selfies –sobre las que dijo, no le gustan— y la libertad de expresión que, según presumió Peña Nieto durante el cambio en la presidenci­a del Consejo de la Comunicaci­ón, su administra­ción respeta. “Ni en mis tiempos existía eso”. M

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MARIO V.

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