Milenio Hidalgo

Mataron al diario La Jornada

- RICARDO ALEMÁN

No, no murió de muerte natural; la mataron.

Y es que los dueños de La Jornada podrán presumir su maestría en el arte del esquirolaj­e, podrán burlar a trabajador­es y empleados que se fueron a huelga, y hasta podrán ser y hacer hoy todo lo que criticaron a los 20… pero lo cierto es que La Jornada ha muerto. Y no murió de muerte natural, la mataron. Mataron al mejor diario independie­nte del México de los años 80, referente de la izquierda democrátic­a, que dio voz a los que no tenían voz y fue capaz de abrir los ojos y las mentes a los más vigorosos cauces de la alternanci­a en el poder, cuando pocos creían en alternanci­a y democracia.

Mataron al emblema del periodismo para el ciudadano de la calle, periodismo que antes que empresa mercantil fue un delicado equilibrio entre la empresa, la responsabi­lidad social y la más saludable competenci­a de las ideas.

Mataron a la más perfecta maquinaria para mostrar la verdad social y política, para producir la más apabullant­e pluralidad de ideas y estimular la tolerancia entre la diversidad; mataron a la fábrica del mejor periodismo que se hizo en años y mataron la mejor escuela de periodismo del último cuarto de siglo.

A La Jornada la mató una camarilla de ambiciosos sin límite, con Carmen Lira a la cabeza, quien desde 1996 convirtió al diario en casa y causa del periodismo militante y quien hizo una trinchera partidista con la línea editorial.

Y si dudan, quebrada La Jornada, AMLO respalda a su comadre, Carmen Lira, y deja en la calle a los trabajador­es. Homenaje de cuerpo completo al gran José Emilio

Pacheco. Y es que La Jornada, sus dueños y beneficiar­ios —como AMLO— “son todo aquello que criticaron a los 20 años”. Esquiroles sin pena y patrones sin vergüenza.

Mataron a La Jornada con periodismo panfletari­o, militante y rencoroso como el del 3 de octubre de 2017, cuando olvidaron una sola línea a la muerte del gran Luis González de Alba.

Así lo dijimos: “Para esa brillante prensa que milita, cuyo periodismo es de causa y consigna, la muerte no existe si ellos no publican que la muerte llegó por tal o cual; no importa si fundó ese diario; si fue amigo entrañable del director fundador, si ayudó a muchos que hoy no se atreven a reportear su muerte o recordar su vida.

“Prensa de consigna y mezquindad dictatoria­l, de venganza, que obedeció la consigna de no mencionar la muerte de uno de sus pilares fundadores.

“Prensa que hizo el mejor favor posible a Luis

González de Alba —al no reportear su muerte y no recordar su vida—, porque con esa soez omisión le dan la razón al gran Luis, que seguro vuelve a morir, de risa, con un socarrón: ‘¡Se los dije!’”. Y al brillante periodismo de Carlos Payán y

Carmen Lira solo faltó una Rayuela con la consigna. “¡Falso..! ¡No murió Luis González de Alba!”

Podrán publicar La Jornada. Pero La Jornada está muerta. La mataron.

Al tiempo.

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ARACELI LÓPEZ AMLO respalda a su comadre Carmen Lira.
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