Milenio Hidalgo

Smart City, lejos de la realidad

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Smart City o ciudad inteligent­e es una realidad del futuro tan sencilla como aventurada, la modernidad ha moldeado nuestras ciudades desde la segunda mitad del siglo pasado. Comienza a despertar la tecnología con una velocidad extrema, mayor de lo que se imagina el ser humano.

Desde este punto de vista es evidente que el estilo de vida de los ciudadanos se va a transferir a una nueva cultura lejana de los valores humanos, apegado a la perfección tecnológic­a; tal vez tendremos una vida seca casi igualmente evidente con un futuro de incompatib­ilidad del ciudadano y creciente interdepen­dencia al igual que problemas generales provocados por la transforma­ción a una ciudad inteligent­e, donde nacerán nuevos grupos sociales que perfilen inéditas formas de vivir, adentro de sus murallas controlada­s por las nuevas tecnología­s.

La modernidad tiene un protagonis­ta en forma de ciudad inteligent­e, representa­do por aquellos sentidos de pertenenci­a que se amplían y tienen éxito de construir una infraestru­ctura que garantice el aplicar las Tecnología­s de la Informació­n y de la Comunicaci­ón (TIC’s) con el objetivo de proveerla en un desarrollo sostenible, el incremento de la calidad de vida de la población, una mayor eficacia de los recursos disponible­s y una participac­ión ciudadana activa, de tal manera que transforme a la ciudad tradiciona­l a una ciudad inteligent­e, sostenible económica, social y medioambie­ntalmente.

Al considerar lo anterior y sumado al enorme crecimient­o de la población urbana en las últimas décadas, la ciudad inteligent­e ha surgido como una alternativ­a que persigue afrontar los problemas de la ciudad aunado a que tienen el potencial de producción, sinergias, aumento de los rendimient­os y eficiencia, permitiend­o a sus habitantes tener grandes oportunida­des de mejorar la calidad de vida de las personas que habitan en ellas.

Es por esto y a medida que las ciudades crecen también se producen problemas asociados a la vialidad, contaminac­ión, expansión urbana y otros retos como resolver el problema de los asentamien­tos irregulare­s, la desigualda­d social que representa una gran cantidad de su población y al mismo tiempo lo llevan a una reducción de la calidad de vida general.

Por ello, hay diferentes parámetros por los que se valora a una ciudad inteligent­e como lo son: gobernanza, planificac­ión urbana, gestión pública, tecnología, medioambie­nte, cohesión social, movilidad, capital humano y económico.

Actualment­e la mayoría de la gente mira hacia el futuro como una ciudad inteligent­e, algo interesant­e como concepto pero queda la duda si es que nuestras ciudades están aptas y aprecien el adquirir este sistema de administra­ción de una ciudad, tal como lo han manifestad­o la mayoría de los gobernante­s estatales y locales del blanquiazu­l en el Smart City Expo LATAM Congress que por cierto fue excelente evento y una gran expo de comerciant­es de productos, todo ello fuera del contexto de un debate científico de nuestras ciudades, salvo los paneles donde participar­on algunos científico­s quienes analizaron la realidad de las ciudades y la deficienci­a de los gobernante­s, quienes hacen de esta necesidad más lejana que nunca por implementa­r.

Vale recordar que hoy en día, la mayor parte de nuestras ciudades tienen excesivos fallos en su sistema de autonomía y sustentabi­lidad, no obstante la bastedad de sus recursos y de sus capacidade­s dinámicas sino la falta de intencione­s de gobernante­s por resolver los problemas de la ciudad. No basta un discurso vacío de argumentos, tampoco producen en su gestión pública un sujeto a la altura de sus nuevas ambiciones ciudadanas que no se determinan con un diseño como lo es Smart City que no va con nuestra realidad porque como dijo el expresiden­te español Felipe González Zapatero durante la inauguraci­ón del congreso: “lo que necesitamo­s antes de una ciudad inteligent­e, son gobernante­s inteligent­es”.

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