Smart City, lejos de la realidad
Smart City o ciudad inteligente es una realidad del futuro tan sencilla como aventurada, la modernidad ha moldeado nuestras ciudades desde la segunda mitad del siglo pasado. Comienza a despertar la tecnología con una velocidad extrema, mayor de lo que se imagina el ser humano.
Desde este punto de vista es evidente que el estilo de vida de los ciudadanos se va a transferir a una nueva cultura lejana de los valores humanos, apegado a la perfección tecnológica; tal vez tendremos una vida seca casi igualmente evidente con un futuro de incompatibilidad del ciudadano y creciente interdependencia al igual que problemas generales provocados por la transformación a una ciudad inteligente, donde nacerán nuevos grupos sociales que perfilen inéditas formas de vivir, adentro de sus murallas controladas por las nuevas tecnologías.
La modernidad tiene un protagonista en forma de ciudad inteligente, representado por aquellos sentidos de pertenencia que se amplían y tienen éxito de construir una infraestructura que garantice el aplicar las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC’s) con el objetivo de proveerla en un desarrollo sostenible, el incremento de la calidad de vida de la población, una mayor eficacia de los recursos disponibles y una participación ciudadana activa, de tal manera que transforme a la ciudad tradicional a una ciudad inteligente, sostenible económica, social y medioambientalmente.
Al considerar lo anterior y sumado al enorme crecimiento de la población urbana en las últimas décadas, la ciudad inteligente ha surgido como una alternativa que persigue afrontar los problemas de la ciudad aunado a que tienen el potencial de producción, sinergias, aumento de los rendimientos y eficiencia, permitiendo a sus habitantes tener grandes oportunidades de mejorar la calidad de vida de las personas que habitan en ellas.
Es por esto y a medida que las ciudades crecen también se producen problemas asociados a la vialidad, contaminación, expansión urbana y otros retos como resolver el problema de los asentamientos irregulares, la desigualdad social que representa una gran cantidad de su población y al mismo tiempo lo llevan a una reducción de la calidad de vida general.
Por ello, hay diferentes parámetros por los que se valora a una ciudad inteligente como lo son: gobernanza, planificación urbana, gestión pública, tecnología, medioambiente, cohesión social, movilidad, capital humano y económico.
Actualmente la mayoría de la gente mira hacia el futuro como una ciudad inteligente, algo interesante como concepto pero queda la duda si es que nuestras ciudades están aptas y aprecien el adquirir este sistema de administración de una ciudad, tal como lo han manifestado la mayoría de los gobernantes estatales y locales del blanquiazul en el Smart City Expo LATAM Congress que por cierto fue excelente evento y una gran expo de comerciantes de productos, todo ello fuera del contexto de un debate científico de nuestras ciudades, salvo los paneles donde participaron algunos científicos quienes analizaron la realidad de las ciudades y la deficiencia de los gobernantes, quienes hacen de esta necesidad más lejana que nunca por implementar.
Vale recordar que hoy en día, la mayor parte de nuestras ciudades tienen excesivos fallos en su sistema de autonomía y sustentabilidad, no obstante la bastedad de sus recursos y de sus capacidades dinámicas sino la falta de intenciones de gobernantes por resolver los problemas de la ciudad. No basta un discurso vacío de argumentos, tampoco producen en su gestión pública un sujeto a la altura de sus nuevas ambiciones ciudadanas que no se determinan con un diseño como lo es Smart City que no va con nuestra realidad porque como dijo el expresidente español Felipe González Zapatero durante la inauguración del congreso: “lo que necesitamos antes de una ciudad inteligente, son gobernantes inteligentes”.