Nuevo modelo educativo ¿mismas condiciones?
La publicación del Modelo Educativo para la Educación Obligatoria. Educar para
la libertad y la creatividad en el Diario Oficial de la Federación el pasado 28 de junio de 2017, expresa un punto de cierre para el discurso de política educativa y punto de partida para el debate sobre las aspiraciones de la educación mexicana en los próximos años. El Modelo propone la restructuración del sistema educativo a través de cinco grandes ejes: El planteamiento curricular; Las escuelas al centro del sistema educativo; Formación y desarrollo profesional docente; Inclusión y equidad; y la gobernanza del sistema educativo, que buscan situar a los niños y jóvenes como centro de todos los esfuerzos. La “construcción” de este Modelo y los planes y programas de estudio para la educación básica llevó alrededor de un año, lo que expresa el apresuramiento de la política educativa (y los funcionarios y políticos) para cumplir las metas establecidas pero no para resolver los problemas educativos. El punto de partida para “construir” estos dispositivos fueron foros y consulta, asignándole a una institución (CIDE), lejana del conocimiento educativo, la sistematización e integración de las opiniones, dejando fuera a instituciones con mayor conocimiento (UPN, UNAM, UAM, Normales, DIE). Esta estrategia solo deja en claro dos grandes vacíos: la ausencia de una evaluación de políticas y la carencia de un diagnóstico integral, así como el desprecio a lo educativo y pedagógico.
La necedad de los políticos y funcionarios de no evaluar las políticas ha llevado a que en México, los puntos de partida para el diseño de políticas sean las “ideas iluminadas” de los funcionarios en turno que creen poseer “la varita mágica“para resolver los problemas educativos. En agosto de 2011, se estableció, mediante el Acuerdo 592, la articulación de la educación básica, que trajo consigo un nuevo planteamiento curricular. ¿Qué evaluación se hizo en el 2014 de la primera generación de preescolar y secundaria que desarrollaron estos planes y programas de estudio? ¿Qué evaluación se hizo de la primera generación de educación primaria que saldrá en este 2017? ¿Qué evaluación se hizo de las políticas de formación y desarrollo profesional en los últimos seis años? ¿Qué evaluación se hizo de la función y desempeño de los docentes, directores, supervisores y asesores técnicos pedagógicos en el marco de la articulación de la educación básica? ¿Qué evaluación se hizo del proceso de articulación? Y evidentemente me refiero a evaluaciones serias, sistemáticas y metodológicamente sólidas. Ninguna, no se hizo ninguna evaluación, y sin embargo, hoy se tiene un “nuevo Modelo” y “nuevos planes y programas de estudio”. La evaluación de políticas sería la proveedora principal de la construcción de un diagnóstico integral que permitiera identificar entonces los puntos débiles, los vacíos, las fortalezas y el rumbo por el que debía transitar nuestra educación.
Hoy en día se plantea “educar para la libertad y creatividad”, también se busca que los niños y jóvenes “desarrollen pensamientos complejos, críticos, creativos, reflexivos y flexibles, y resuelvan problemas de manera innovadora” (DOF, 2017), y uno no deja de preguntarse: ¿Cómo? ¿En las mismas condiciones institucionales de grupos de más de 35 alumnos? ¿En las mismas aulas limitadas en su mobiliario y equipamiento? ¿Con las mismas carencias de formación por parte de los maestros? ¿Con las mismas debilidades en la formación en gestión de los directores y supervisores? ¿Con los mismos esquemas de corporativismo sindical? ¿Con el mismo rezago salarial? ¿Con el mismo esquema de formación continua para los docentes? ¿Con los mismos esquemas de evaluación para el ingreso y permanencia, descontextualizados, punitivos y limitados?
La implementación de un “nuevo Modelo” implica la mejora de las condiciones institucionales, entre otras las siguientes: La SEP debe mirar hacia la mejora de las condiciones de infraestructura y equipamiento de las escuelas, y establecer estrategias alejadas del burocratismo y desvío de recursos, que solo encarece los costos y beneficia a unos cuantos. La SEP debe mirar a las condiciones para desarrollar la práctica educativa y docente, replantear el número máximo de alumnos por docente, su formación continua y la asignación de técnicos docentes de apoyo a la escuela. La SEP debe mirar al origen de la formación inicial y superación profesional docente. Fortalecer la educación normal y las Unidades de la UPN constituye un imperativo de política bien pensada e integral. No se puede pensar en la implementación de un nuevo Modelo sin docentes carentes de formación sólida y pertinente. Educar para libertad y creatividad, implica docentes con pensamiento libre y creativo, y para ello necesitan desde sus inicios una formación filosófica (por cierto, una cuestión ausente en el currículum de la educación obligatoria) y formación para el desarrollo del pensamiento. Así que la siguiente pregunta es válida: ¿La implementación del nuevo Modelo educativo y los nuevos planes y programas de estudio está acompañada de nuevas y mejores condiciones para la práctica educativa y docente ó serán las mismas condiciones con las que se ha convivido durante casi medio siglo?