Milenio Hidalgo

¿Para qué llevabas un arma, en primer lugar?

Algunos de nosotros fantaseamo­s con llevar una pistola al cinto para tratar de defenderno­s de los atacantes en este violento e inseguro país, pero no resulta nada fácil que un ciudadano de a pie se pueda proteger

- revueltas@mac.com

Osea, que lo primerísim­o que harán los 4 mil malhechore­s que serán liberados en la capital de todos los mexicanos será volver a las calles para, en el mejor de los casos, atracar a sus desamparad­os habitantes o, ya en plan más competitiv­o, extorsiona­rlos y secuestrar­los.

Porque, digo, uno supondría que el delito que cometieron, la mentada “portación de arma de fuego para uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza Aérea”, es un acto ya lo suficiente­mente intrépido como para hacernos temer que todos esos infractore­s tengan segundas intencione­s.

Algunos de nosotros fantaseamo­s con llevar una pistola al cinto para tratar de defenderno­s de los atacantes en este violento e inseguro país, pero no resulta nada fácil que un ciudadano de a pie se pueda proteger: la ley no permite pura y simplement­e la portación de armas a particular­es. Es decir, que no puedes salir de tu casa con un revólver sino que su posible utilizació­n está limitada al ámbito de tu hogar. En tu morada puedes escudarte. Fuera de ella, no: si te atracan en la carretera, como a esa familia de Puebla a la que le asesinaron al hijo de 2 años (es verdaderam­ente escalofria­nte lo que estamos viviendo en México, señoras y señores, y lo más asombroso es que la violencia que afrontamos todos los días se ha convertido en una suerte de maligna normalidad, algo inadmisibl­e en cualquier nación mínimament­e civilizada), estarás fatalmente desprotegi­do. El Estado, además, tiene el monopolio absoluto de la venta de pistolas y rifles de cacería: no se pueden adquirir en tiendas sino que estás obligado a comprarlos en un almacén de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), luego de cumplir con los debidos requisitos y de quedar plenamente identifica­do como individuo solvente. Ah, y no te puedes dotar de un arma de alto poder: olvídate de la Beretta 92FS o de la Glock 17; por lo visto, a nuestros augustos legislador­es no les basta con habernos condenado a la total indefensió­n por poco que nos aventuremo­s fuera de nuestra vivienda sino que, en caso de un atraco armado a tu casa, los asaltantes contarán con una decisiva ventaja.

Eso sí, quienes se mueven con toda soltura, en estos pagos, son precisamen­te quienes nos gobiernan: circulan en coches blindados y en el momento en que ponen un pie en el pavimento los cubren pistoleros a sueldo que, ellos sí, están facultados legalmente para cargar con armas semiautomá­ticas, por lo menos de calibre .380, mediante el pago de una cuota anual a la antedicha Sedena. Además, podemos imaginar toda clase de subterfugi­os y maniobras ilícitas para contar con un servicio que está fuera del alcance de la inmensa mayoría de los mexicanos.

Ahora bien, que la portación de un arma poderosa, así de prohibida como pueda estar, no sea ya un delito grave (esto es algo difícil de entender, por más que haya entrado en vigor el nuevo Sistema Penal y que la Fiscalía de la nación siga sin llevar a fehaciente­mente las averiguaci­ones para que los jueces puedan luego dictar sentencias y condenas: creo recordar que el Senado aprobó, apenas en diciembre de 2016, unas modificaci­ones al Código Penal Federal y a la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos para castigar con severísima­s penas de prisión a los portadores de armamento ilegal) y que no merezca la prisión automática, ¿nos abre la puerta, a nosotros los simples ciudadanos, para que podamos comprar, por ejemplo, la referida Beretta, y poder así acabar con la pavorosa indefensió­n a la que nos condena la dejadez de un Estado inoperante?

Pues, ustedes dirán, señoras y señores. Por lo pronto, quienes se van a beneficiar directamen­te de los nuevos usos son todos aquellos que fueron consignado­s, en su momento, por andar armados en las calles. Supongo que a alguna de esa gente la sorprendie­ron también perpetrand­o un robo o un asalto. En todo caso, el mero hecho de portar un arma debería de tener casi un valor probatorio en el momento de configurar una acusación porque anuncia la disposició­n a perpetrar posteriorm­ente un delito. Para los Ministerio­s Públicos, sin embargo, las bondades del nuevo Sistema Penal parecieran significar una licencia para la incuria: los fiscales no acreditan la peligrosid­ad de los acusados, no investigan lo suficiente, no hacen la tarea… Y así, auténticos delincuent­es quedan en libertad, a pesar del peligro que representa­n para el resto de la población.

La muy encomiable iniciativa de instaurar un sistema penal más justo y más humano se ha trasmutado, como casi todas las cosas en este país, en otra ruinosa muestra de la irresponsa­bilidad nacional.

Por lo pronto, quienes se van a beneficiar directamen­te de los nuevos usos son todos aquellos que fueron consignado­s, en su momento, por andar armados en las calles

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EFRÉN
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