El supervisor escolar como sujeto de poder
El trabajo que he desarrollado en el campo de la investigación educativa en los últimos años ha girado en torno al asunto de la supervisión escolar, situación que me ha permitido reconocer en esta instancia un espacio de poder y a los responsables de ella como sujetos en los cuales se ha depositado ese poder. El propósito central de estos apuntes consiste en ofrecer elementos para reconocer cómo los supervisores se constituyen en sujetos de poder.
En este contexto, el poder que intento analizar es el que pone en juego las relaciones entre los individuos o entre grupos. Es decir, si hacemos alusión a ciertas estructuras y mecanismos del poder, es sólo en tanto suponemos que ciertas personas ejercen el poder sobre otros, en este caso los supervisores escolares sobre los docentes y directivos a su cargo.
En este sentido, Thomas S. Popkewitz (1994) plantea que en la sociología del conocimiento escolar, la cuestión del poder se ha venido abordando generalmente como una cuestión estructural. La premisa central es que la sociedad contiene ciertos grupos, intereses sociales y fuerzas que se han formado históricamente y cuyas prácticas dominan y reprimen a otros grupos. Un importante problema político de investigación es identificar (y alterar) las relaciones de desigualdad entre los que mandan y los que obedecen. El poder es algo que la gente puede poseer, y tal posesión puede ser redistribuida entre los grupos sociales; de aquí el uso del término soberanía. Si podemos identificar los orígenes del poder -los grupos soberanos que detentan poder se hace posible desafiar las desigualdades y reformar la relación entre los que mandan y los que obedecen.
La supervisión escolar nace ligada al Estado, se consolida en la vigilancia y control de los procesos escolares y se asume como custodio institucional para el mantenimiento del statu
quo. Al supervisor escolar como depositario de esta misión, se le ha ubicado institucionalmente en una posición de mandato, condición que en el desarrollo de su práctica cotidiana se configura como una posición de privilegio y poder.
En este sentido, el momento del origen de la supervisión escolar es fundamental porque constituye la base sobre la que se asientan las construcciones siguientes. Este periodo fundacional no tiene conflictos o tensiones que desestabilicen su misión. El inspector, veedor o censor está afiliado a los intereses de control del Estado y por lo tanto es a él a quien debe dar cuenta de lo que pasa y cómo pasa. Entonces, lo que distingue a este momento fundacional es la respuesta a intereses prácticos y a lógicas discursivas específicas. Nace con ello, una representación sobre la supervisión escolar que se mantiene y explica por la función que se asigna al sistema educativo en el momento constitutivo del Estado y la sociedad capitalista moderna.
En la actualidad la configuración de la representación de la supervisión escolar transita en un campo de lucha entre dos paradigmas, por un lado, la exigencia de vigilar y controlar el desempeño de los actores educativos en la escuela, y por otro, el de poseer competencias pedagógicas actuales para el acompañamiento de los procesos. En ambos, sin embargo, el poder esta imbricado en la actuación de los supervisores escolares. Son vistos por los otros, en un mismo universo simbólico como sujetos de poder.
Berger y Luckmann (2001) plantean que los universos simbólicos constituyen el cuarto nivel de legitimación. El universo simbólico se concibe como la matriz de todos los significados objetivados socialmente y subjetivamente reales; toda la sociedad histórica y la biografía de un individuo se ven como hechos que ocurren dentro de este universo. Dentro de este universo simbólico, los directores y docentes de una zona escolar, han configurado una imagen del supervisor, en recurrencia al pasado, donde se le ve como el representante de la autoridad y encargado del orden institucional en la zona, condición que en un marco de proyección futura, no lo desligan de esta responsabilidad aunque si en la asunción de nuevos roles, principalmente el de asesor académico.
La representación del supervisor como un sujeto de poder entonces, es una construcción colectiva que se ha configurado históricamente en la cotidianeidad de las interrelaciones, prácticas y procesos de una zona escolar. Ser el custodio de la institucionalidad implica un ejercicio de poder: cuidar la asistencia, otorgar permisos, vigilar el horario, son manifestaciones inseparables de ello. Esta representación permanece en la memoria de muchos profesores y se constituye en una expectativa de la sociedad, representada por los padres de familia de las escuelas, que hacen una distinción de la función que ejerce el supervisor, sobre la de otros actores educativos como el profesor o director, principalmente porque ven en él a un sujeto de poder relacionado con la autoridad educativa, sindical y política.