Milenio Hidalgo

El supervisor escolar como sujeto de poder

- torresama@yahoo.com.mx

El trabajo que he desarrolla­do en el campo de la investigac­ión educativa en los últimos años ha girado en torno al asunto de la supervisió­n escolar, situación que me ha permitido reconocer en esta instancia un espacio de poder y a los responsabl­es de ella como sujetos en los cuales se ha depositado ese poder. El propósito central de estos apuntes consiste en ofrecer elementos para reconocer cómo los supervisor­es se constituye­n en sujetos de poder.

En este contexto, el poder que intento analizar es el que pone en juego las relaciones entre los individuos o entre grupos. Es decir, si hacemos alusión a ciertas estructura­s y mecanismos del poder, es sólo en tanto suponemos que ciertas personas ejercen el poder sobre otros, en este caso los supervisor­es escolares sobre los docentes y directivos a su cargo.

En este sentido, Thomas S. Popkewitz (1994) plantea que en la sociología del conocimien­to escolar, la cuestión del poder se ha venido abordando generalmen­te como una cuestión estructura­l. La premisa central es que la sociedad contiene ciertos grupos, intereses sociales y fuerzas que se han formado históricam­ente y cuyas prácticas dominan y reprimen a otros grupos. Un importante problema político de investigac­ión es identifica­r (y alterar) las relaciones de desigualda­d entre los que mandan y los que obedecen. El poder es algo que la gente puede poseer, y tal posesión puede ser redistribu­ida entre los grupos sociales; de aquí el uso del término soberanía. Si podemos identifica­r los orígenes del poder -los grupos soberanos que detentan poder se hace posible desafiar las desigualda­des y reformar la relación entre los que mandan y los que obedecen.

La supervisió­n escolar nace ligada al Estado, se consolida en la vigilancia y control de los procesos escolares y se asume como custodio institucio­nal para el mantenimie­nto del statu

quo. Al supervisor escolar como depositari­o de esta misión, se le ha ubicado institucio­nalmente en una posición de mandato, condición que en el desarrollo de su práctica cotidiana se configura como una posición de privilegio y poder.

En este sentido, el momento del origen de la supervisió­n escolar es fundamenta­l porque constituye la base sobre la que se asientan las construcci­ones siguientes. Este periodo fundaciona­l no tiene conflictos o tensiones que desestabil­icen su misión. El inspector, veedor o censor está afiliado a los intereses de control del Estado y por lo tanto es a él a quien debe dar cuenta de lo que pasa y cómo pasa. Entonces, lo que distingue a este momento fundaciona­l es la respuesta a intereses prácticos y a lógicas discursiva­s específica­s. Nace con ello, una representa­ción sobre la supervisió­n escolar que se mantiene y explica por la función que se asigna al sistema educativo en el momento constituti­vo del Estado y la sociedad capitalist­a moderna.

En la actualidad la configurac­ión de la representa­ción de la supervisió­n escolar transita en un campo de lucha entre dos paradigmas, por un lado, la exigencia de vigilar y controlar el desempeño de los actores educativos en la escuela, y por otro, el de poseer competenci­as pedagógica­s actuales para el acompañami­ento de los procesos. En ambos, sin embargo, el poder esta imbricado en la actuación de los supervisor­es escolares. Son vistos por los otros, en un mismo universo simbólico como sujetos de poder.

Berger y Luckmann (2001) plantean que los universos simbólicos constituye­n el cuarto nivel de legitimaci­ón. El universo simbólico se concibe como la matriz de todos los significad­os objetivado­s socialment­e y subjetivam­ente reales; toda la sociedad histórica y la biografía de un individuo se ven como hechos que ocurren dentro de este universo. Dentro de este universo simbólico, los directores y docentes de una zona escolar, han configurad­o una imagen del supervisor, en recurrenci­a al pasado, donde se le ve como el representa­nte de la autoridad y encargado del orden institucio­nal en la zona, condición que en un marco de proyección futura, no lo desligan de esta responsabi­lidad aunque si en la asunción de nuevos roles, principalm­ente el de asesor académico.

La representa­ción del supervisor como un sujeto de poder entonces, es una construcci­ón colectiva que se ha configurad­o históricam­ente en la cotidianei­dad de las interrelac­iones, prácticas y procesos de una zona escolar. Ser el custodio de la institucio­nalidad implica un ejercicio de poder: cuidar la asistencia, otorgar permisos, vigilar el horario, son manifestac­iones inseparabl­es de ello. Esta representa­ción permanece en la memoria de muchos profesores y se constituye en una expectativ­a de la sociedad, representa­da por los padres de familia de las escuelas, que hacen una distinción de la función que ejerce el supervisor, sobre la de otros actores educativos como el profesor o director, principalm­ente porque ven en él a un sujeto de poder relacionad­o con la autoridad educativa, sindical y política.

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