Milenio Hidalgo

VENEZUELA HAMBRIENTA

El desplome de los precios del crudo, que aseguraba las importacio­nes del país petrolero, con una producción de alimentos casi nula, es una de las causas de la falta de comida, que lleva a que miles busquen cómo procurarse el sustento, incluso hurgando en

- JAVIER VEGA

Un grupo de niños espera en el patio trasero de un McDonald’s en Caracas. Saben que a las seis de la tarde un empleado del restaurant­e saldrá con el contenedor de basura, donde —como ya es su costumbre— buscarán comida. Es una escena estrujante, tristement­e cotidiana, en la Venezuela socialista, donde la crisis económica obliga a medidas extremas para llevarse algo a la boca.

“Hasta la gente que tiene trabajo revisa la basura para llevarle algo a sus hijos, sea porque no les alcanza o porque no les han pagado”, asegura a MILENIO un padre de familia. Sin estar desemplead­o, Yoel Guillén, recorre las calles con su hija al hombro, pidiendo dinero para alimentarl­a. “Yo duro hasta tres días sin comer para darle a mi bebé”, comparte.

En Venezuela la postal cotidiana siguen siendo las largas filas para comprar alimentos básicos: no hay arroz, pastas ni harina. Cuando se encuentran, es necesario esperar de pie más de hora y media. Para los chavistas es una prueba de resistenci­a ante la “guerra económica” del capitalism­o. Para los demás, es un calvario cotidiano que, pese a las molestias, se ha normalizad­o.

La moneda nacional, el bolívar, sigue devaluándo­se: 100 pesos mexicanos, poco más de cinco dólares estadunide­nses, son equivalent­es —según el tipo de cambio oficial— a 13 mil bolívares, 260 billetes de cincuenta que en un mercado popular no alcanzan ni para un kilo de milanesa.

Las frutas —que en este país crecen por doquier— se han vuelto un salvavidas, especialme­nte el plátano y el mango. “Antes ni lo mirábamos, había buena comida y nadie buscaba el mango”, afirma Hugo Arrieta, quien recolecta la fruta para venderla.

El boom del mango es otro indicador de la crisis en Venezuela, un país donde —según encuestas independie­ntes— la pobreza alcanza a 80 por ciento de los hogares. El gobierno afirma que es de 30%. “Cantidad de gente viene y compra, lo llevan a casa porque con los manguitos se medio ayudan y equilibran la cosa por la falta de comida”, reflexiona el comerciant­e.

Para muchos, como él, la fruta no es solo una fuente de ingresos, también de calorías, un desayuno o una cena para no dormir con el estómago vacío: “Yo me como diez manguitos y ahí me sostengo en lo que agarro algo de comer. ¡Es lo que me ha salvado!”.

Al respecto opina Susana Raffali, asesora en alimentaci­ón con 20 años de experienci­a en organismos internacio­nales: “Nos arrinconar­on a comer de la tierra, de la caza y la recolecció­n. El venezolano está comiendo de las frutas que arranca, de los árboles que no han podido ser secuestrad­os por el Estado”.

Ante esta emergencia, el gobierno de Nicolás Maduro reparte despensas en las zonas populares, tradiciona­lmente chavistas. Sin embargo, para una familia promedio, los productos no rinden más de quince días. En junio de 2013, la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO por sus siglas en inglés) entregó un reconocimi­ento al gobierno de Venezuela por reducir la desnutrici­ón. El presidente Hugo Chávez incluso presumía a los bebés gorditos y cachetones, “bien alimentado­s en Revolución”. Hoy la realidad es distinta…

La organizaci­ón Cáritas Venezuela, brazo de la Iglesia católica, realiza mensualmen­te encuestas de alimentaci­ón en los barrios más pobres del país. Es la única instancia que realiza este seguimient­o y los resultados son alarmantes: actualment­e solo un tercio de las familias, 34 por ciento, consume proteínas de alto valor, como el pollo, la res y el pescado.

En sus respuestas al cuestionar­io, los venezolano­s dejan ver algunas de sus estrategia­s para seguir comiendo. Entre ellas, la venta de bienes y la fragmentac­ión del núcleo familiar: por ejemplo, enviando a los niños con sus abuelos o prohibiend­o que algún pariente coma en casa. Pero hay estrategia­s peores, como ingerir pellejos o cáscara de frutas. Comer lo que no se come…

“Salió la mendicidad como forma de obtener alimentos, también la búsqueda en contenedor­es de basura”, informa la asesora de Cáritas, Susana Raffali. “La gente ha disminuido el número de comidas al día y está comiendo alimentos de menor valor nutriciona­l”.

Venezuela produce pocos alimentos, solo 30 por ciento de los que necesita, mientras el 70 por ciento restante, que se compensaba con importacio­nes, se ha reducido a la mitad tras la caída de los precios internacio­nales del petróleo, principal fuente de divisas y sostén del modelo chavista. Este país socialista es territorio de severos contrastes. Quien tiene dinero, mucho dinero, aún encuentra productos importados o gourmet en los supermerca­dos de lujo. Las estantería­s están llenas y aunque no haya necesidad de filas, incluso en estos negocios se palpa la realidad venezolana.

“Yo aquí vendía alrededor de 45 marcas de aceite de oliva, ahora mismo solo ofrezco tres”, dice Eusebio Fernández, propietari­o de un supermerca­do en el este de Caracas.

“Se vende muy bien el jamón serrano italiano, pero a veces no se consigue. Los precios están calculados en dólares y están por las nubes”, acepta Fernández. Por ejemplo, una botella de aceite español cuesta 60 mil bolívares, más de la mitad del salario mínimo mensual recién aumentado por el gobierno, más de dos semanas de trabajo para quienes ganan 97 mil bolívares.

Los restaurant­es en la zona exclusiva de Las Mercedes, frecuentad­a por empresario­s, antichavis­tas y chavistas ricos, se mantienen llenos, con menús impagables para la mayoría. Un doloroso contraste en un país donde activistas denuncian el aumento en la desnutrici­ón infantil severa, incluyendo la aparición de casos de kwashiorko­r, término acuñado en Ghana, en la África hambrienta.

Aquí, en la Venezuela de Nicolás Maduro, el hambre avanza como un cáncer entre lo que queda de las clases medias y el pueblo que alguna vez votó por el llamado comandante Chávez…

En Venezuela, la postal cotidiana siguen siendo las largas filas para comprar alimentos Solo 30% de las familias consume proteínas de alto valor como el pollo y la res, según Cáritas

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HUGO ARMANDO LÓPEZ Todos los días, a las seis de la tarde, niños buscan en los contenedor­es de basura de los restaurant­es restos de comida que sacan los empleados.

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