Milenio Hidalgo

Esto tiene que parar. El espectácul­o de Javidú

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Ayer fuimos espectador­es del espec- táculo que a veces confundimo­s con justicia. Rodeado de cámaras, seguimient­o minuto a minuto, Javier Duarte salió de su prisión en Guatemala y llegó a una prisión mexicana. Arrancará ahora el largo camino procesal donde se probará si los investigad­ores mexicanos, federales y del estado de Veracruz, tuvieron la habilidad para desentraña­r la red —que debe ser complicada— de dineros desviados y convertirl­o en delitos perseguibl­es y punibles. Eso va para largo. Viendo el show, sin embargo, pensaba que de muchas maneras el daño está hecho —basta preguntar a los habitantes del estado— y que durante los seis años del gobierno de Duarte hubo suficiente­s señales y advertenci­as, y al final, hechos concretos, que revelaban el desastre. Desde el avión con efectivo, hace seis años y medio. Esto lo sabían en los gobiernos (el de Calderón y el de Peña) y no se hizo absolutame­nte nada.

Pienso que, como tantas cosas en el país y en especial con los gobernador­es, es un problema, por supuesto que político y de voluntad, pero sobre todo estructura­l. Después de todo Duarte vivió, como todos los gobernador­es, con Congreso a modo, contralore­s a modo, fiscal a modo. Si eso no cambia, volverá a suceder. Por eso es tan valioso el posicionam­iento de ayer de las organizaci­ones de la sociedad civil frente a la clase política obstaculiz­ando el Sistema Nacional Anticorrup­ción.

Como dijeron: “Hay grupos de políticos y funcionari­os que se oponen al cambio, y otros que son incapaces de construir de la mano de la ciudadanía a la que dicen servir o representa­r. Queremos vivir en un país justo y libre de corrupción.

“Durante este año, hemos identifica­do renuencia de algunos de los congresos locales a trabajar con las organizaci­ones civiles y académicas de los estados mediante la figura de Parlamento Abierto; hemos visto indiferenc­ia hacia mejores prácticas al momento de hacer nombramien­tos tanto del Sistema Anticorrup­ción, como de sus espejos en los estados; y, hemos atestiguad­o flagrantes atentados contra el derecho a la privacidad y libertad de expresión de periodista­s, activistas y defensores de derechos humanos. Esto tiene que parar”. Es cierto. Esto tiene que parar. Si no, solo nos quedará esperar el próximo

Javidú. Y otro, y otro y así. Puro espectácul­o.

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