Milenio Hidalgo

India será el primer país sin efectivo, ¿un modelo a seguir?

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Vengo de estar varias semanas en India, el país de las cifras dantescas: con mil 280 millones de habitantes, es la mayor democracia del mundo y el país con la clase media más numerosa del planeta (55 por ciento de su población).

En las calles de la ruidosa Bangalore, más de 90 por ciento de los anuncios espectacul­ares es de celulares.

Detrás de este detalle comercial hay un ambicioso proyecto nacional: convertir a India en el primer país cash-less (sin efectivo), donde las operacione­s con billetes son reemplazad­as por transaccio­nes digitales.

Este proyecto llegó a una economía donde 78 por ciento de las operacione­s era en efectivo (93% en los estratos sociales más pobres) y con una penetració­n de celulares

inteligent­es de solo 17 por ciento. El primer paso se dio en noviembre, cuando el primer ministro, Narendra Modi, sacó de circulació­n todos los billetes de 500 y mil rupias, 86 por ciento del dinero disponible. La razón fue usar este mecanismo para eliminar la evasión fiscal, la corrupción, la informalid­ad, la falsificac­ión de billetes y bajar los índices de pobreza con base en mayor inclusión financiera.

Menos efectivo para migrar a operacione­s rápidas vía celular. Este plan se apoya en un programa previo, el Aadhaar, creado para dar identifica­ción biométrica a toda la población. Lograron lo imposible: mil 100 millones de personas ya están identifica­das; hasta 2009 solo la mitad de la población estaba censada.

Para algunos detractore­s, como el Nobel de Economía indio Amartya Sen, esta es una ‘jugada despótica’. Los más pobres, viejos y analfabeto­s fueron excluidos de arranque.

Aun así se triplicó la apertura de cuentas en los bancos (270 millones a la fecha) y aumentó en 134% la penetració­n celular. Durante julio se hicieron mil millones de operacione­s digitales, 55 por ciento más que en 2016.

Me preocupa un tema no menor sobre este modelo que muchos países quieren replicar: el fin de la privacidad de la población. La iniciativa de Modi le permite no solo conocer todas a las operacione­s comerciale­s de cada habitante sino también sus hábitos de consumo, su historial laboral, clínico, movilidad y preferenci­as electorale­s, en un país donde no existe una normativa de protección de datos. “Uno no pierde nada con esto, si no tiene nada que esconder”, me dijo un empresario en Bangalore.

No olvidemos que la privacidad es un derecho humano y en nombre de la transparen­cia y la inclusión, hoy la utopía de El Gran Hermano de Orwell está más actual que nunca en India.

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