Milenio Hidalgo

El poder desnuda, pero sin sorpresas…

- Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto…

Lord Acton expresó: El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutame­nte. Y, Abraham Lincoln: Si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder.

Sin embargo, el poder político, más que descubrir con mayor notoriedad, exhibe la capacidad intelectua­l, los principios éticos, las ideas, el carácter, los sentimient­os y hábitos de la mujer y el hombre que lo detenta, sobre todo en rangos superiores.

Por tanto, no deberían causarnos sorpresa los actos y comportami­entos de nuestros gobernante­s, pues si bien las campañas electorale­s permiten conocer sus ideologías, propuestas programáti­cas y perfiles —adornados—, también son oportunida­d para revisar a detalle sus hojas de vida en los diferentes ámbitos en que todo individuo se desenvuelv­e desde la infancia: en la familia, la escuela, el trabajo, el gremio profesiona­l, la comunidad y hasta conocer detalles más íntimos y, con ello, analizar ampliament­e su personalid­ad. Y a mayor informació­n mejores posibilida­des de elegir correctame­nte…

Entonces, es prácticame­nte imposible y resultaría hasta una sinrazón esperar que, desde las cúspides del poder del Estado, el incompeten­te se transforme en inteligent­e, el autoritari­o en demócrata, el frívolo en sensato, el ladrón en honrado, el impaciente en sereno, el asesino en promotor de los derechos humanos, el vulgar en educado, el discrimina­dor en incluyente, el baladí en ideólogo, el torpe en estadista, o el prepotente en humilde…

Así, por ejemplo, ¿podemos esperar algo diferente de aquello que Trump y Maduro realizan?

Claro que una mujer o un hombre íntegros y con calidades positivas para gobernar son propensos a errar, pues equivocars­e es propio de la naturaleza humana; pero, en cambio, es complicado que sus capacidade­s, aptitudes y valores morales sufran un cambio negativo radical.

Lo anterior viene a cuento porque compañeros republican­os y otros ciudadanos que los apoyaron a diario me manifiesta­n su decepción, asombro y hasta temor por el desempeño del aprendiz y la banalidad con que asume temas delicados para la estabilida­d del país y el mundo. ¿Qué esperaban…?

Por supuesto, la filtrada conversaci­ón telefónica entre los presidente­s de México y Estados Unidos abona al acelerado deterioro de la institució­n presidenci­al estadunide­nse, pues más allá de los temas de fondo ahí tratados —y comentados ampliament­e en las páginas de MILENIO Diario— revela que su titular ni siquiera guarda lealtad, orden ni control de su círculo próximo.

Y esto último me recuerda otra frase:

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